´Hogueras de libros´, Oriol Pi de Cabanyes

El 10 de mayo de 1933, tras el ascenso del partido nazi al poder, se montó un macabro ritual a gran escala en toda Alemania: la quema pública de libros de autores considerados espurios o desafectos al régimen. Fueran o no escritores judíos, bastaba con que fueran amantes de la libertad, y no sólo alemanes.

En aquellas hogueras del odio se pegó fuego a la idea misma del libro como objeto de culto que se había extendido por el mundo desde la invención de la imprenta. Uno de los autores ultrajados fue Thomas Mann, que decidió autoexiliarse. Años después, en una de sus alocuciones radiofónicas dirigidas desde Norteamérica a los alemanes, la del 25 de mayo de 1943, evocaba aquel siniestro aquelarre: "No deja de ser curioso - decía- que, entre todos los actos vergonzosos del nacionalsocialismo, que forman una lista tan sangrienta como interminable, haya sido esta liturgia demencial la que más impresión ha causado en el mundo y la que probablemente perdure más tiempo en la memoria de la humanidad: el régimen hitleriano es, y será, el régimen de la quema de libros".

Por desgracia, no lo fue en exclusiva. Aquí mismo se dieron episodios de destrucción de libros durante la revolución que siguió al alzamiento de 1936. Y luego con la victoria de los nacionales.Habrá que recordar, entre otros atentados a la consideración del libro como custodio de la experiencia humana, el que sucedió en Martorell tras un registro en casa del filósofo Francesc Pujols, que había marchado al exilio. En un carro de carbón llevaron a quemar sus libros.

Inmediatamente después de la gran quema nazi de libros de 1933, se creó en Londres una Sociedad de Amigos de los Libros Quemados que presidió el novelista H. G. Wells. Y el 10 de mayo de 1943, décimo aniversario de aquella gran hoguera totalitaria, se convirtió en Estados Unidos "en una jornada de desagravio" en la que las banderas de la New York Public Library y las trescientas bibliotecas públicas más importantes del país ondearon a media asta, en lo que constituyó, en palabras del ya Nobel Thomas Mann, "una demostración de espléndida lealtad a la cultura y al mandamiento de no matarás al espíritu".

Se ha cumplido este 2008 el 75. º aniversario de aquella repulsiva muestra de barbarie. Retengamos en la memoria, y en la conciencia, la fecha del 10 de mayo de 1933. La depuración y quema de libros ha sido una constante en la historia humana. Y nada tiene que hacernos suponer que la evolución de la especie nos haya puesto a resguardo para siempre de semejantes actos de limpieza.

17-XI-08, Oriol Pi de Cabanyes, lavanguardia