´Canon creador´, Xavier Bru de Sala

Vivimos una época que ensalza el talento y vilipendia el canon. Si bien, y a menos que estéis engullidos por el torbellino más voraginoso de la tontería del presente, estaréis de acuerdo en que el canon participa del proceso creador de cualquier obra de arte tanto o más que el talento. En términos generales, como promedio, puede decirse que están equilibrados, de manera que, además de resultar sinérgicos el uno con el otro, se tapan los posibles agujeros o bajadas de tensión en no pocas obras de arte. De tal modo que, cuando el talento flaquea - pues es humano incluso en quienes lo poseen gigantesco-, el canon acude veloz a tender puentes, o excavar túneles entre puntos fuertes del talento. Y al revés, el talento redobla capacidades a fin de aletear sobre las lagunas del canon.

El talento sin canon sería otro Mozart, pero hijo analfabeto de cabreros, que agujerea un hueso con un cuchillo de monte para hacerse una rudimentaria flauta, de la que saldrían dulces sonidos, pronto integrados en el cancionero popular de su región natal, admiradas luego por los estudiosos del folklore y tal vez integradas como base melódica de alguna música nacionalista. Más vale entonces, puestos a gozar de un escaso o nada colosal talento - que es lo probable más allá de la vanidad de cada cual-, tomar dosis elevadas de canon y digerirlas.

Si dudáis de lo dicho, aportad una lista de artistas europeos, en cualquier disciplina y hasta mediados del siglo XX, que hayan sido grandes sin constituirse en eslabón imprescindible del canon, sin ser canónicos en su formación, en el reconocimiento, en la veneración de maestros, sin resultar canónicos para la propia generación o las posteriores. Venga, estrujaos la memoria, una pequeña lista. ¿No sale? Como bien sabe todo creador, en el proceso generador de su arte danzan imágenes, sonidos, estilos, frases, perspectivas... del canon, entremezcladas con el destilado o los retazos de su propia experiencia. Quien no es sacudido por el arte jamás será un artista. Tampoco quien no entreteja las sacudidas de su biografía con las de su recepción artística.

Si queréis comprobarlo una vez más, ved - hasta final de enero- las exposiciones sobre Picasso y sus maestros (mejor sería sobre las obras que le obsesionaron) en el Grand Palais y el cercano Musée d´Orsay. El mismo Picasso, que se rebelaba contra el canon académico al afirmar que la belleza no tenía nada que ver con su aplicación, sino con lo que se puede concebir independientemente del canon, demuestra hasta la saciedad que nada de su obra se entiende si no es a partir de su propio canon de cánones. Hasta tal punto que si en la mayoría de artistas las influencias son disimuladas, en él se exhiben y proclaman, al tiempo que le incrementan la vorágine creadora. Convenceos, gentiles, esforzaos.

5-XI-08, Xavier Bru de Sala, lavanguardia