´Una mano sobre un interruptor´, Quim Monzó

El Ministerio de Industria ha decidido patrocinar la camiseta de la selección española de fútbol: para que la gente tome conciencia de que hay que ahorrar energía. A tal efecto, en la camiseta estamparán la frase: "Ahorre energía". Más fácil de entender, imposible. El objetivo final es lograr "la contribución de los consumidores a los objetivos estratégicos de ahorro en esta materia que tiene España, mediante una logo-marca que refleja la acción de una mano sobre un interruptor". Una logo-marca,ahí es nada.

Pero ¿a quién se le ocurre utilizar jugadores de fútbol para incitar al ahorro de energía, si los jugadores de fútbol, y el fútbol en general, son los primeros en malgastarla, jugando sus partidos a unas horas en las que hay que encender todos los focos para que se vea qué sucede en el campo? Si tan bueno es ahorrar energía, ¿por qué no empiezan por ahorrarla ellos? Ese sí que sería un ejemplo que haría que parte de la población se creyese el mensaje. Pero, claro, las horas de luz diurna no son las de prime time,y donde manda la pasta vil no manda la camama del ahorro energético. Hay que ser poco espabilado para promover una campaña así precisamente en un momento en el que tanto se habla de la poca asistencia a los campos de fútbol, provocada entre otras cosas por las horas (de gran dispendio energético) en las que juegan los partidos.

Hace décadas - allá por los años setenta-hubo también una campaña que promovía el ahorro de energía. El eslogan apelaba entonces a una especie de solidaridad patriótica. Te explicaban que había que gastar poca electricidad por esto y por aquello, y el rollo acababa siempre con las palabras: "...porque, si tú puedes, España no puede". Es decir: aunque tú puedas pagar la factura de la luz, a España le va mal consumir tanta. Una noche, estábamos - en Sueca, en casa de Joan Fuster-el editor Jaume Vallcorba, el escritor Lluís Fernández y un servidor. La casa de Fuster estaba llena de libros. Los había por todas partes. En las salas, en las habitaciones. Y en los pasillos había complicadas estanterías de mecano, atiborradas de volúmenes, sin un centímetro libre. Hablábamos de literatura y bebíamos whisky. Y llegó un momento en el que tuve ganas de orinar. Pregunté a Fuster dónde estaba el lavabo. Me miró con sus ojos taladrantes y me dijo:

- ¿Veus aquell passadís? Doncs el segueixes, entre les prestatgeries. Voràs una porta amb un llum encès. És el vàter. Entres, pixes o fas el que vullgues. Quan acabes, ix i torna. Però, sobretot!, no tanquis el llum. Deixa´l encès. Perquè, si Espanya no pot, jo sí que puc!

No pienso ahorrar ni pizca de energía mientras los partidos de fútbol se jueguen de noche. Por de pronto voy a encender ahora todas las luces de casa. Son las once de la mañana, pero así ya estarán a punto para cuando caiga la tarde.

21-XI-08, Quim Monzó, lavanguardia