īLas naciones y las penasī, Baltasar Porcel

Referente a la cúpula ginebrina de Barceló, cuya gran dimensión artística glosamos ayer, hay que felicitar al Estado español por impulsarla. Y si ha costado millones de euros, no ha sido más que cualquier carretera entre obsoletos burgos peninsulares, para que la gente pierda el tiempo y el dinero, y acaso se mate, circulando por ella. Luego, agitar una matraca política con eso y con alguna partida presupuestaria trastocada resulta absurdo. España, con su deportismo simplón y cuartelero elevado a suma expresión nacional, ocasiona una penosa risa internacional. Ni Zapatero era recibido en Washington, pese a constituir el país, al menos lo dicen, la octava economía planetaria.

Pero ahora estará en una primera línea del mundo de hoy a través del arte, uno de los grandes escaparates creadores de todas las épocas. Pericles hablaba del Partenón, de la gigantesca estatua de Atenea, no en un sentido religioso, sino como de un monumento que sería visto desde los barcos extranjeros, que así admirarían a los atenienses que lo habían levantado. Y Píndaro compuso la mayoría de sus poemas en honor de los tiranos que con ello creían enaltecerse. ¿Qué sería del Vaticano sin Miguel Ángely otros creadores? Un hórrido cuartel de artillería, vamos.

Además, el Gobierno ha jugado esta carta a través de un solo y singular creador, personificación que la potencia. Y que supone un caldo de cultivo en espléndida colectividad; paradójicamente el genio ilumina a todos, mientras la multitud minimiza. Velázquez y Cervantes llenan y dignifican más el siglo XVII español que cualquiera de sus entonces monarcas y de los fatales Tercios de Flandes.

...Felizmente, Barceló es mallorquín, y pese a pasar por Barcelona no se dejó entrampar por la berza del colectivismo patrio, que ha frustrado aquí a tantos creadores. Alabado sea el individualismo de Barceló.

España, demás, con Franco y por medio de gestores como González Robles y Florenci Arnan, ya jugó la alta carta del arte, yendo a las bienales de Venecia o São Paulo, también con catalanes como Tàpies y Cuixart. En fin, que aquí Dau al Set y en Madrid El Paso permanecen, mientras los gobiernos del Caudillo fueron una desgracia.

21-XI-08, Baltasar Porcel, lavanguardia