´El día del macho´, Miquel Molina

Un político dominicano confesaba hace años a periodistas españoles que su sueño recurrente era vengar a las hermanas Mirabal, las tres jóvenes torturadas y asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la policía secreta de Trujillo. En su imaginación, el político viajaba hasta Madrid y profanaba la tumba del dictador para trasladar sus huesos al contenedor de basura más cercano. Años después, los restos de Trujillo siguen en el cementerio de El Pardo, pero es un hecho que, en homenaje a las hermanas, el mundo celebra hoy el día contra la violencia de género.

Mucho ha llovido desde aquel crimen de 1960. Hoy tenemos mediáticamente asumido que esta violencia machista no sólo llena la estadística de muertes, sino que hay un maltrato psicológico que liquida el amor propio y la voluntad. Ha sido conforme caían por insostenibles las resistencias razonables a la igualdad (las irracionales durarán siempre) como se ha percibido la magnitud del problema. Ahora entendemos mejor lo que pretendía Doris Lessing cuando, en su obraAplaywith a tiger (se representa ahora una vibrante adaptación en el Teatre Lliure), exhibía todo el potencial dominador de su protagonista masculino, sutil aniquilador de autoestimas desde su papel de supuesta víctima de unas convenciones familiares creadas por el mismo hombre. Pero la disección minuciosa y pública de este fenómeno también ha llevado al feminismo a preguntarse si no se estará fijando el exceso el foco sobre la víctima, proyectando la imagen de la mujer como un ser disminuido que proteger. Es una tarea compleja establecer la frontera entre la protección de la individua amenazada y la sobreprotección de la mujer en abstracto. Aunque, si reflexionamos, llegaremos a la conclusión de que pocos conflictos tienen una solución teórica más lógica y evidente. Y esta no es otra que dejar de ver la violencia machista como un mal de la mujer, para considerarlo un problema de los hombres que afecta a las mujeres. Se trataría de concentrar toda la atención en la minusvalía emocional que padece el sujeto que no sabe establecer una relación de igualdad con la mujer, sea en el seno de la pareja o en el entorno social. A modo de ejemplo, anotaremos la feliz iniciativa de la Junta de Andalucía de combatir la prostitución con carteles en los que el cliente es retratado como un retrasado social a quien se invita a curarse: "¿Tan poco vales que tienes que pagar?", reza el anuncio.

Si de algo sirven los días internacionales es para recordar enfermedades latentes que no siempre están en la agenda cotidiana. Por eso, acordémonos hoy, más que de las víctimas, de los enfermos de machismo, empeñados en preservar una hegemonía intelectual de género que ya sólo subsiste en sus cerebros anacrónicos. Hoy es su día.

25-XI-08, Miquel Molina, lavanguardia