´Rueda el mundo y vuelve a Mercabarna´, Quim Monzó

Empecé a trabajar de aprendiz a los catorce años, en un estudio de dibujo publicitario de la calle Siracusa, en Gràcia. Aprendí a dibujar letras, marcas, caras, botellas de Fonter... Recogía las papeleras, bajaba a la bodega a por cervezas y llevaba al trapero el saco de papeles y cartones. Por la noche estudiaba Plástica Publicitaria en la Escola Massana. Después fui aprendiz en otro estudio; este en el barrio de Porta, en la calle Valldemossa.

Ser aprendiz era entonces la cosa más natural del mundo. Antes de llegar a dibujante publicitario (lo que con el tiempo se acabó llamando diseñador), y luego a jefe de estudio, uno pasaba un periodo de aprendizaje. Nadie nace sabiendo un oficio, y el aprendizaje era el método lógico de formarse. Pero los lustros pasaron y los nuevos profesionales (llamados grafistas,palabra que fue el eslabón entre dibujante y diseñador)ya no pasaban por el aprendizaje. Si les preguntabas por eso te miraban con desprecio. ¿Aprendizaje, ellos? Limpias ya las manos de tinta gracias a los ordenadores y arrebujados en la pedagogía progre (entonces emergente), consideraban que el aprendizaje era algo denigrante. ¿Cómo iban a ser vulgares aprendices si, antes de empezar a trabajar, hasta el más tonto tenía ya un título bajo el brazo? Que su preparación fuese sólo teórica tanto daba.

Eso sucedió en mi oficio primero, el diseño gráfico. Pero supongo que, poco más o menos, todos pasaron por procesos similares. Leo ahora que, según la Conselleria d´Educació, el 20% de los alumnos de FP abandona los estudios antes de terminarlos (para incorporarse al mercado en trabajos de baja cualificación), que esa tendencia convive con el aumento de personas que quieren estudiar FP y con el hecho de que la demanda se distribuye de forma desigual entre las diferentes especialidades. Motivos todos ellos por los que la Generalitat ha decidido recuperar la figura del aprendiz. Lo ven como un gran invento que permite alternar los estudios y un trabajo relacionado con su formación. Dice Europa Press: "Se trata de una experiencia que ya se ha implantado en los centros educativos catalanes con 200 plazas desde principio de curso, por la que los ciclos formativos que se realicen bajo esta práctica durarán tres años. El objetivo es recoger información para después extender esta opción a otras áreas".

Fíjense en los términos: "Se trata de una experiencia...", "el objetivo es recoger información...". Alucino. Tanta psicopedagogía, y tantos años de vueltas y revueltas en los planes educativos y laborales, y al final deciden que, a fin de cuentas, la figura del aprendiz no estaba tan mal. No descarto que cualquier día de estos inventen la sopa de fideos. Espero que los diarios nos informen de esa novedad en portada y con letras bien gordas.

26-XI-08, Quim Monzó, lavanguardia