´Nuevas escenas matritenses´, Baltasar Porcel

Ramón de Mesonero Romanos era de buena familia, edil madrileño, muy conservador y de pintoresco costumbrismo, léanse sus Escenas matritenses.Como Esperanza Aguirre, pues, y tan lista también en dimes, diretes y zancadillas de su comunidad. Lógico, pues, que al ser tiroteada en Bombay huyera y protegida, dejando atrás a los acompañantes carentes de su rango, para insertarse rauda en la actualidad madrileña, que la ha elevado al altar mediático, como hizo en el siglo XIX con Mesonero.

Y con razón, pues su grave odisea india ha sido más sustanciosa que cuanto acontecía en la capital. Cuya gesta mayor ha consistido esos días en obligar a colgar la bandera española en el Parlamento vasco, donde faltaba desde hacía 20 años, sin que hubiera ocasionado problemas a nadie. Mientras, corren por allí centenares de terroristas y de violentos, matando o kaleborrokando, a los que se molesta con cautela, salvo en Francia.

O sea, que los indios si fueran españoles deberían reponer veloces las banderas quemadas en los hoteles, descuidando a los terroristas. Aunque Aguirre, ahora que allí la conocen, podría contratar sus gatos negros para ayudar más a los vascos pacíficos que con la enseña.

También preocupa a los madrileños de tronío que Felipe González viva con una amiga que trabaja en La Caixa y es reina de las fiestas de Villa Don Fadrique. A la par que el resultón José Bono anuncia que el cargo que ejerce, en la tarima del Congreso, será el último. Y acaso porque ya lo ven desnutrido, los socialistas, que según dicho Bono son de la piel de Satanás, le han impedido colgar por ahí una placa dedicada a esa monja que nació en tal edificio y se llamó Maravillas. Arduo trabajo, pues, el postrero matritense del político.

Un servidor, no siendo nadie en ese Madrid pinturero, ha querido participar en él cual masivo ciudadano; o sea, consumiendo horas ante el televisor, mientras en Bombay cundía el tiroteo, encandilado por una entrevista a Julián Muñoz. Y valió la pena, como hace unos días otra a Roldán. Muñoz es cierto preso andaluz de grueso bigote, que nos convenció de su bondad, también como el antiguo jefe de la Guardia Civil. Basándose no en pruebas, sino en sus sentimientos a flor de piel, contrito y confeso Muñoz en sus amores, divina Pantoja, y errores. Pero nada grave, descuidos en un plan urbanístico municipal.

Ahí nadie ha robado, y lo que cuenta responde a una cultura de bolero y tonadilla, de lacrimógena deriva, que encantaría al buen Mesonero si volviera. El país eleva a sus héroes, sursum corda,además muy precavidos: Muñoz hace meses que había firmado el contrato televisivo ahora ejecutado cobrando 350.000 euros, y dicen que tenía 400 millones metidos en bolsas de basura. Como Roldán, su zurrón a feliz recaudo en otra madrileñación.

3-XII-08, Baltasar Porcel, lavanguardia