La Iglesia española ha sido determinante en la evolución del catolicismo, pero nunca ha tenido gran peso en la curia romana. Pocos han sido los papas españoles, aunque vibrante y muy novelada fue la huella de los Borgia. Los dos Borja, mitad valencianos, mitad catalanes: Calixto III y Alejandro VI. (Y César, el intrépido hijo de Alejandro, que inspiró a Maquiavelo la figura de El Príncipe).
A principios del siglo XX, destacó Rafael Merry de Val, nombrado secretario de Estado de la Santa Sede por el papa Pío X cuando aún no había alcanzado el rango de cardenal. Tenía 38 años. Fue un eclesiástico alejado del macizo de la raza.Hijo de diplomático, cursó casi toda su carrera fuera de España.
Noventa años más tarde, Juan Pablo II nombró al riojano Eduardo Martínez Somalo cardenal camarlengo (administrador de la sede vaticana). Y un jurista del Opus Dei, Julián Herranz, fue promovido, también por el papa Wojtyla, al cargo de presidente del Pontificio Consejo de los Textos Legislativos, el Tribunal Supremo de la Iglesia.
La curia vaticana, copada durante siglos por la aristocracia romana, habla italiano. Muy esquemáticamente, podríamos decir que la división histórica del trabajo ha sido la siguiente en el orbe católico: el gobierno -la laberíntica política vaticana-, para la astucia y sutileza de los italianos; la profundidad intelectual, para los franceses, y la férrea vigilancia de la retaguardia, para los españoles. España, faro de Occidente. De España han surgido las principales forces de frappe:los dominicos, grandes predicadores; los jesuitas, campeones de la inteligencia estratégica e imprescindibles oficiales de la Contrarreforma, y el Opus Dei, eficaz adecuador de la moral católica al auge de la tecnocracia. (Y también podríamos citar a los kikos,el Camino Neocatecumenal, la rama católica que mejor compite con el populismo guitarrero de las iglesias evangélicas).
El papa Ratzinger acaba de nombrar al cardenal valenciano Antonio Cañizares prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el ministerio que vigila y reglamenta la liturgia. El dicasterio de la Tradición.
El nombramiento tiene una segunda lectura, que no debiera pasar por alto. El cardenal primado de Toledo ha manifestado en los últimos tiempos una fuerte discrepancia metodológica con el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Perfectamente alineado con el pensamiento del Papa, Cañizares no aspira a ser el Richelieu español. Detesta, por ejemplo, que la emisora Cope sea utilizada como la partida de la porra de la Iglesia. Cañizares en Roma es el contrapunto a la tendencia de Rouco a operar como el Papa de España; como jefe indiscutible de una Iglesia nacional española.
10-XII-08, Enric Juliana, lavanguardia