īCelos navideņosī, Martina Klein

Si hay algún crío cerca del periódico quitadlo de en medio, que no sé si voy a ser capaz de guardar la compostura con respecto a ciertas verdades universales que suceden por estas fechas en forma de individuos con regalos. ¿Desde cuándo los niños leen los periódicos? Hombre, por favor, encendedles la tele y que vean un rato de basura; total, las pobres criaturillas acaban de empezar sus merecidas vacaciones y necesitan relajar las neuronas de tanto conocimiento adquirido.

Ponemos todo nuestro empeño en enseñar a nuestros polluelos que las cosas hay que pedirlas por favor, y a pedir perdón, y a dar las gracias (aunque ahora mismo lo están desaprendiendo ante la tele por sugerencia mía). Es delicioso ver a un niño bien educado o estar con él…, pero ¿a que cuando uno, como padre, los lleva al circo o al cine o al parque, y les compra algún capricho, no les decimos que vayan a darle un beso y un abrazo al vecino del quinto? ¡No, por supuesto que no! ¡A nosotros! ¡A mí! Que me he currado su sonrisa, que me he subido al tobogán dando saltos para jugar a Spider-Man, que le he acompañado en el tiovivo porque le daba miedo y casi se me escapa todo lo que acababa de ingerir… En fin, todo eso y mucho más, porque es mi deber como madre y porque me encanta; pero el momento más bonito es cuando él me mira encima del tobogán y se da cuenta de que yo, su mamá, estoy con él allá en lo alto, yme abraza y me dice "te quiero mucho". Yo ya no necesito nada más en el mundo… más que unos pañales.

La humildad es una virtud que honra a quien la posee y hace buen uso de ella…, pero demasiada humildad es una tontería; si has escrito Cien años de soledad,pues lo dices y firmas y agradeces los cumplidos. Si has inventado la rueda, pues apechuga y acepta el halago de tus seguidores y la crítica de tus detractores.

A mí me fastidia, y mucho, hacer un trabajo duro y que otros se lleven el mérito. Si después de horas tragándonos los anuncios de los juguetes, de ponerles unos sensores invisibles para saber si se emocionan más con el robot transformers o con el otro, que son iguales pero no lo son, después de buscar el juguete aquí y allá, después de gastar una fortuna en algo a lo que quizá no hacen ni caso, después de hacer lo mismo con los primitos, sobrinitos e hijos de amigos: "¿Qué puedo comprarle a tu hijo?". "¡Pues mira…: esto!". Y te da una lista igual de exótica que la propia.

Menos broma, a ver si estamos atrofiándoles el instinto que les dicta que si la señora les regala una galleta, se le agradece a la señora. A lo que voy: si nosotros regalamos, ¿por qué tienen que llevarse los besos y los agradecimientos un barrigón de rojo-jo-jo-jo o unos panolis con capa y corona? Al césar lo que es del césar y a mamá lo que es de mamá.

20-XII-08, Martina Klein, lavanguardia