´Año internacional de los Idiomas´, Cristina Sánchez Miret

Esta semana la empezábamos mal por la noticia de que un afiliado al partido político Unión Progreso y Democracia (UPyD) se quejaba del uso del catalán -para el denunciante un dialecto y no una lengua- en los vuelos entre Zurich y Barcelona de la compañía Swiss Air. Acabábamos la semana todavía peor por la decisión de esta compañía -que dice atiende a las quejas de sus clientes- de retirar el catalán de sus comunicaciones y usar sólo el alemán, el inglés y el castellano.

Un grupo de catalanes residentes en Zurich, ante los dos despropósitos -el del denunciante y el de la compañía como respuesta al primero-, también se ha quejado de la situación -en este caso de la nueva situación- a la aerolínea Swiss Air.

De momento sus razones no han sido atendidas y una vez más se ha puesto de manifiesto que son precisamente las lenguas mayoritarias, una y otra vez también -este no es el primer ejemplo del año, ni en este ni en otro campo-, las que reciben mejor trato: son las más atendidas y las más cuidadas, la mayoría de las veces en detrimento del resto.

Asimismo, huelga decir que son precisamente estas lenguas sin amenaza de extinción las más beligerantes y las más intolerantes con los espacios -pequeños y escasos- de las lenguas más minoritarias.

Decía que habíamos empezado mal la semana y pensarán que lo digo porque mi lengua es el catalán; pero la hemos empezado todos mal -sea cual sea nuestra lengua-, porque cada lengua es una riqueza única que preservar. Es un legado único de aquello que somos como humanidad.

Conservamos vestigios culturales de todo tipo y nos enorgullecemos de preservar la biodiversidad, pero en cambio nos olvidamos del patrimonio que supone la diversidad lingüística.

Hablar una lengua nunca quiere decir menospreciar otra lengua. El respeto no puede suscribirse a una lengua o a unas cuantas lenguas, todas lo merecen por igual. No hay nada mejor que dirigirse a todos los pueblos en su propia lengua.

El año internacional de los Idiomas ha sido este 2008 -así lo decidieron las Naciones Unidas-, y demasiada gente, incluidas instituciones, administraciones y empresas grandes y pequeñas, no ha querido enterarse de ello. O eso, o han interpretado el mensaje completamente al revés.

Cristina Sánchez Miret, socióloga, 21-XII-08, lavanguardia