īGastar o ahorrarī, Xavier Batalla

Angela Merkel, canciller de Alemania, ha aceptado a regañadientes que sus socios comunitarios apuesten más por gastar dineros públicos que por ahorrar en estos tiempos de crisis. Alemania, posiblemente el país más austero de Europa, no rechazó en la última cumbre de Bruselas el plan de estímulo propuesto por los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, pero su canciller sigue sin compartir del todo el empeño de sus homólogos comunitarios en echar mano del dinero público. La canciller alemana teme que, sin un cambio en los comportamientos, sólo se volverá a alimentar el tipo de conductas - ausencia de regulación financiera, endeudamiento fácil, alegría crediticia y consumo por las orejas-que precisamente han sido el origen de la crisis actual.

Merkel no es el problema y sus advertencias no deberían caer en saco roto. La canciller democristiana no rechaza el intervencionismo estatal ni la utilización del dinero público, que considera necesarios para atajar la crisis, pero también pide sentido común para que no se repita la historia. Todo ciudadano comunitario no avisado que viaje a Alemania puede llevarse una sorpresa. En Alemania, restaurantes y supermercados no acostumbran a aceptar alegremente las tarjetas de crédito. "¿Un atraso?", se preguntará un consumidor compulsivo. "No, sentido común", contestará un alemán. En Alemania, los créditos al consumo apenas tienen unos cinco años de historia. En Alemania, según cuenta Bertrand Benoit, corresponsal de Financial Times en Berlín, no se suele financiar nunca el 100% de una hipoteca. Y en Alemania, la segunda hipoteca sobre una propiedad ya hipotecada es algo que cuesta tanto de ver como la cara oculta de la Luna.

Es una cuestión cultural, como ha escrito Roger Cohen en el Herald Tribune para referirse al consumismo estadounidense. Para Cohen, uno de los aspectos positivos de esta crisis es que está aflorando la vergüenza de muchos por el exceso de consumo.

Puede que Cohen sea en esto demasiado optimista. Lo seguro, como nos recuerda en su artículo, es que las deudas personales de los consumidores estadounidenses ascienden a 2,6 billones de dólares, lo que a Cohen le da pie para denunciar la cultura que dice que lo patriótico es comprar, pero que, al mismo tiempo, envía a Wall Street a los que dicen ser más brillantes para que fabriquen activos tóxicos.

La canciller alemana, que no parece pertenecer a esta cultura, habla, por el contrario, de "mesura y equilibrio", expresión que fue acuñada por Wilhelm Röpke, un economista y activista antinazi, a quien se le atribuye la paternidad del humanismo económico.Merkel es partidaria del libre mercado, pero, al mismo tiempo, también lo es de que el Gobierno no sea deficitario en valores morales y se mantenga vigilante en cuanto a la acumulación de poder. Es decir, la canciller alemana continúa convencida de la bondad de la economía social de mercado, a la que no fue ajeno Röpke y que es una combinación de iniciativa empresarial y responsabilidad social. Alemania no echará mano alegremente de las tarjetas de crédito, pero aún confía en la diligencia y la industria para salir de la crisis financiera.

21-XII-08, Xavier Batalla, lavanguardia