īLa cultura no tiene un planī, Miquel Molina

En enero de 2004, un ejecutivo de General Motors, preguntado sobre el éxito de Toyota con su coche híbrido Prius, respondía lacónicamente que este tipo de vehículos "son una curiosidad interesante y fabricaremos algunos". Cinco años después, nadie duda de que la nula adaptación de GM o Chrysler al nuevo contexto económico y energético ha propiciado que estas compañías se encuentren en peligro de extinción. Y, sin embargo, la administración Bush se quiere despedir con un plan para inyectar 17.400 millones de dólares en ayudas a los gigantes moribundos de Detroit.

Es un ejemplo más de cómo la inercia del sistema nos lleva a intentar superar la crisis apostando por los mismos caballos que nos han causado la ruina. Sí, se acepta que la banca se lleve el grueso de las ayudas por lo mucho que necesitamos un sistema financiero fiable, pero la economía real se pregunta hasta qué punto permitirán los banqueros que este dinero fluya. Y en países como el nuestro se traman planes para resucitar un sector inmobiliario que, por poco que le dejemos, renacerá de entre sus escombros para volver a elevarse hasta las alturas más insostenibles.

Si esa inercia no fuera tan poderosa, se tendrían en cuenta las voces que alertan sobre el riesgo de que el new deal de Obama se convierta, como avisaba el lunes en esta sección una economista americana, en un "paquete de estímulos machistas". En esta línea, cien historiadoras han escrito al futuro presidente para advertirle de que los fondos públicos no deben servir para crear empleo sólo en sectores mayoritariamente masculinos. Una filosofía que, en apariencia, encaja mal con el perfil del nuevo consejero económico de Obama, el polémico Larry Summers, quien dimitió en su día como presidente de Harvard por sugerir que la mujer está menos capacitada que el hombre en ciencia y matemáticas.

Y si esa inercia no fuera tan poderosa no sólo estaríamos hablando de un keynesianismo de género, sino que contemplaríamos que los planes de choque se destinaran también a estimular la cultura y el entretenimiento, que se revelan como un eficaz antídoto para la recesión y que, sin embargo, están en la diana de todos los recortes presupuestarios. Descubriríamos el efecto vitamínico de inyectar liquidez en la educación, pero también en el cine, el teatro, la literatura, la música, el arte o el turismo cultural. Vitamina para el ánimo, pero también para el empleo y el consumo.

El hecho de que la esposa del gurú Summers, Elisa New, sea una reputada profesora de literatura, podría aportar alguna esperanza. Quién sabe, New podría recalcarle a su marido aquello de que invertir en cultura es invertir en sacar provecho social del conocimiento, cita ésta atribuida a García Márquez. Pero no vivimos tiempos aptos para la poesía.

24-XII-08, Miquel Molina, lavanguardia