“De Madoff a Ulpiano“, Francisco Tusquets Trķas de Bes

En el momento de redactarse estas líneas el caso Madoff constituye el último de una serie de lamentables episodios protagonizados por algunas de las más conspicuas firmas de Wall Street, que han salpicado a entidades financieras de casi todo el mundo.

Si alguna cosa se ha puesto de manifiesto en este asunto han sido las imperfecciones de los mercados financieros. En este último caso ha fallado todo, en especial los gestores, depositarios, auditores y supervisores. Los primeros porque no han actuado con la diligencia profesional que les es exigible. Los segundos por cuanto han incumplido su fundamental función de custodiar. Los auditores porque no han sabido detectar un enorme fraude. Y los supervisores por haber hecho dejación de la función pública que legalmente les corresponde de velar por el correcto funcionamiento del mercado y de los sujetos que en él intervienen. Todos ellos, y lo decimos en plural por afectar a mercados financieros de muy diversos ámbitos geográficos, han fallado de forma estrepitosa, causando un daño casi irreparable a la credibilidad del sistema.

Pero además se han lesionado directamente los intereses de un número hoy prácticamente imposible de determinar de inversores, sin que sea exacta la información vertida en algunos medios de que han quedado afectados por este fraude solamente grandes fortunas, puesto que a través de fondos de inversión e incluso de fondos de fondos, puede haber afectado a multitud de p e q u e ñ o s ahorradores. Y no olvidemos que uno de los pilares básicos sobre los que se ha construido el derecho del mercado de valores es precisamente el de la tutela de los inversores.

En efecto, por regla general los inversores no acceden directamente a los mercados financieros, lo hacen a través de entidades especiales, que, una vez acreditada su solvencia y honorabilidad, han sido autorizadas para actuar en tales mercados. Son por tanto empresarios especializados con una alta cualificación y que perciben sustanciales retribuciones por el desempeño de su actividad, por lo que deben asumir también los riesgos derivados de la misma. Al igual que los auditores y por supuesto los supervisores.

Se impone una seria reflexión y un debate sereno que impida que puedan aparecer nuevos casos análogos, y que contribuya a recuperar la credibilidad de unos mercados, en los que resulta, hoy por hoy, muy difícil confiar.

Por ello las entidades financieras involucradas, en las que depositaron en su día su confianza los inversores, yde los que se han lucrado en las épocas de bonanza, deben asumir cuanto antes su responsabilidad, sin perjuicio de que a su vez ejerciten las acciones judiciales contra quienes corresponda.

Debemos en estos momentos recuperar los viejos principios del Derecho romano, recordando especialmente a Ulpiano en los famosos preceptos que sintetizaban su idea de la justicia y el derecho de "vivir honestamente, no dañar al otro y dar a cada uno lo suyo".

8-I-09, Francisco Tusquets Trías de Bes, lavanguardia