´żEs posible que el desarrollo sea sostenible?´, Ferran Requejo

Los intentos, de momento más bien tímidos, de acercarnos a un desarrollo sostenible –aunque sea en una versión débil del mismo– remiten al triángulo formado por el desarrollo económico, la ecología y la demografía mundiales.

Se trata de un triángulo perverso. Nadie tiene la solución sobre cómo puede procederse a la optimización entre estos tres vértices a escala global a partir de algún modelo sostenible de desarrollo (conseguir a la vez una población mundial estabilizada, unas cotas de bienestar para la mayoría de ciudadanos de los países subdesarrollados, y un medio ambiente del planeta que no se resienta demasiado).

Algunos ponen las esperanzas en las tecnologías del futuro, pero ello se parece a confiar en que las cosas se van a arreglar por su propia lógica, cosa de suyo más que incierta.

MODELOS… ¿SOSTENIBLES?

Los países en desarrollo –China, India, Brasil, la mayor parte de América Latina, Vietnam, etcétera– van a seguir creciendo a ritmos importantes. Se trata de un desarrollo acelerado, propiciado en parte por las nuevas tecnologías, que no se acerca ni de lejos a ningún tipo de modelo sostenible. Y debe recordarse que en estos momentos hay unos 50 países del mundo que no se desarrollan, especialmente en África, los cuales agrupan alrededor de 1.000 millones de habitantes. Los protocolos internacionales son importantes, pero de momento ofrecen una pobre evaluación en su cumplimiento. Pocos países se los creen.

Incluso la Unión Europea, el área del planeta tal vez más sensibilizada en cuestiones ecológicas (véase el Eurobarómetro 2007), muestra claros índices de fracaso en el logro de sus objetivos. A pesar de ser un informe oficial, en los indicadores medioambientales sintetizados por la Comisión Europea (2008) se establecen una serie de alertas rojas en las áreas prioritarias del Sexto Programa de Acción de la UE (cambio climático, biodiversidad, medioambiente y salud, recursos naturales y residuos).

Entre dichas alarmas se encuentra el aumento del transporte de mercancías por carretera (un 46 por ciento entre 1995 y 2006) y sus efectos en el aumento de emisiones de efecto invernadero, el descenso de la biodiversidad y un aumento de las capturas de pesca fuera de los límites biológicos (21 por ciento en 2006), la falta del aumento de electricidad producida por energías renovables (un 14 por ciento en el 2005), un aumento de los residuos municipales (13 por ciento en el período 1995-2006 que representa un aumento de residuos per capita de un 9 por ciento), un aumento de la contaminación del aire en la mayoría de ciudades europeas (incremento de las enfermedades respiratorias, especialmente en grupos vulnerables, ancianos, niños, asmáticos, etcétera).

OPTIMISMO MODERADO

La UE podría liderar el reto sostenible, pero debería empezar por hacer los deberes en casa. Es importante ver si la nueva administración americana se toma en serio este punto en su agenda doméstica y global. Las previsiones, como máximo son sólo moderadamente optimistas. Los temas ecológicos no parece que se vayan a plantear en serio hasta la próxima generación. Y sólo en algunos contextos.

La apuesta puede darse en la década 2020-2030. Para entonces resultará conveniente haber precisado lo que significa el concepto de desarrollo sostenible, el cual es definido de forma un tanto opaca y barroca por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU como satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

Un tema decisivo del que se resiente el que no haya unas instituciones internacionales eficaces y unos liderazgos creíbles a escala global. Los datos empíricos muestran que será un tema a solucionar por las generaciones nacidas en el siglo XXI.

20-I-09, Ferran Requejo, safe-democracy