la Transacción de la Transición

Franco, Juan Carlos y Felipe - Todo Por Hacer

 

la Transacción de la Transición ...fue, es, la Continuidad Sucesoria

DEL TOP A LA AUDIENCIA, UN BREVE VIAJE

 "El 19 de julio de 1936 empezó en España la segunda guerra mundial.
Hoy conmemoramos este acontecimiento.
Esta guerra ha terminado actualmente en todas partes menos precisamente en España.
"
("Escritos libertarios"; Albert Camus; Tusquets; 2021; p.141)

El 4 de enero de 1977 se publicaron tres decretos ley donde respectivamente se disolvía el Tribunal de Orden Público, se creaba la Audiencia Nacional, y se traspasaban las competencias, y buena parte del personal, del uno al otro.
Anécdota aún muy relevante décadas después, el simbolismo -y no sólo- de la fecha representa de una manera bastante didáctica el carácter de continuidad sucesiva y sucesoria de aquello que se transaccionó bajo el opaco paraguas de la Transición.
El mito ya se ha merendado dos generaciones de corrupción sistémica, de justicia justificada, de ignorancia orgullosa y honor ofendido, de dignidad escasa y responsabilidad rehuida, de manera que «no se puede creer cómo el pueblo, en cuanto es sometido, cae en un olvido tan grande de la libertad, serviendo de tan buena gana, que no se diría que perdió su libertad sino que ganó su servidumbre» («Discurso de la servidumbre voluntaria», Étienne de la Boétie, 1548).  

Pero aún más clara, explícita, decisiva, importante y trascendente, para la misma estructura del régimen, es otra sucesión, lunguimirante en el tiempo y que por sí sola merece del ¡Atado, y bien atado!
La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), quinta ley fundamental aprobada de las ocho Leyes Fundamentales que organizaban el Estado franquista, restablecía una monarquía exiliada desde ya hacía 16 años, pero sólo como sucesora de un Caudillo (!) devenido Jefe de Estado vitalicio mediante una Cruzada (!!). Como sucesora legitimada peo un militar golpista sublevado que justificaba -argumentaba justo, 'de Justicia'- su régimen "por la Gracia de Dios".

En la tradición histórica, la legitimidad soberana no venía de la cabeza que se coronaba sino de las manos que colocaban la Corona. Las manos del plenipotenciario divino, del Poder Absoluto del Dispensador Soberano. Estas manos, que Napoleón hizo suyas, son esta Ley de Sucesión, lo bastante capaz de, de rebote, instaurar una -tercera o cuarta- Restauración Borbónica.

La anécdota, significativa y representativa, nos lleva al final de un régimen personalista,
la única de las (asaz abundantes) dictaduras europeas etiquetada con el nombre del dictador;
la única de las (asaz abundantes) dictaduras europeas que propugnaba un retorno al pasado;
la única de las (asaz abundantes) dictaduras europeas en que el dictador murió de viejo en su cama. Sin haber perdido el dominio del Estado.

Pero mientras llega el Hecho Biológico, sucede un hecho geopolítico que, por lo que respecta a la reacción local española, orientará límites y estrategias de lo que devendrá mito de la Transición. El 25 de abril de 1974, el ejército portugués, bregado en simultáneas guerras coloniales, derriba la dictadura del Estado Novo, abriendo un período de inicial dominancia izquierdosa en el contexto de una Guerra Fría que parecía favorecer la causa soviética.
Reciente (20-XII-73) y espectacularmente asesinado el Almirante Carrero Blanco, sucesor político del general Ísimo y con graves problemas de salud este mismo, nos podemos imaginar la alarma en la red telefónica diplomática, y la enorme preocupación que dominaba algunas embajadas donde se cocerá buena parte del menú de los mitos de la Transición.

La batalla política por el futuro de España se plantea entonces, a nivel popular, por la dominancia del 'relato', entre Reforma y Ruptura. Con algunos inconvenientes, eso sí, que hacían más que penosa la defensa tanto de una com de la otra.
En este caso se trataba de recuperar una democracia (Habla, pueblo, habla.) que nunca había existido.
Unas libertades (Libertad sin ira, ...) que nunca se habían podido ejercer,
Un régimen nuevo en manos de los que manejaban el viejo, gracias a la imposición de un olvido y un silencio que otorgaba la impunidad, ergo la continuidad, a las instituciones fundamentales de la dictadura. Y al abuso de la inocencia, la ignorancia y el miedo -¡tanto!- que siempre representa tratar igual a unos y otros sin distinguir entre víctimas y verdugos, entre ganadores y perdedores.

Así las cosas, y dada la -lógica y coherente- inexistencia de partidos políticos (excepción hecha de EAJ/PNB), conviene crear un sistema de partidos que den, por lo menos, credibilidad formal a una  autoproclamada Democracia española que tiene a mano como único (pseudo)precedente democrático al Turno Dinástico en el que dos partidos representan unas posiciones alternativas que, en realidad, no son más que garantía mutua de Continuidad Sucesoria. No hay, en realidad, dos partidos sino un bipartido que compite, hace oposición y se sucede a sí mismo.

El Régimen del 78 actualizará el pseudosistema de partidos basándose en el bipartido formado por el Partido Alfa, gestor de los intereses de los propietarios de España, al que se dará el tiempo suficiente como para terminar de hacerlo operativo y competitivo. El partido seguirá el hilo del momento: «asociaciones políticas», partidos legalizados, AP, PP.

Para el paper de Oposición, y Alternanza de Garantía, se eligió el glamour del PSOE, convertido en fantasma de sí mismo después de décadas de estéril exilio.
En el Congreso de Suresnes, un par de jóvenes sevillanos probablemente adiestrados en formación de cuadros gracias a Fundaciones extranjeras de partido, reciben la carcasa histórica del partido y con las inversiones de «Estados amigos» «para la democracia en España» lo convierten en el Partido de Garantía Institucional que cubrirà los momentos de crisis en el Partido Alfa guardándole la silla bien calentita.
Incluso, y en especial, cubriendo encargos extra como eso de la OTAN, lo del  GAL, ...

El régimen del 78 se blindará con una Constitución a la que tan sólo le hacen falta un par de detalles para controlar al Ejecutivo y subordinar el Legislativo: definir la provincia como circunscripción electoral, y concederle un mínimo de 2 representantes electos. Con asesoría del máximo nivel internacional, la anécdota de incluir estos dos detalles en el text constitucional (repitámonoslo) (asazmente) conducirá a una (anti)cultura política expresada en forma de patología partitocrática sudpirenaica.

Con una Constitución capaz de ser interpretada desde cualquiera y su contrario, desde Miguel Herrero de Miñón a Cayetana Álvarez de Toledo, la Transacción de la Transición será, es, la Continuidad Sucesoria de los elementos fundamentales de un régimen nacido militar insurreccional nacionalcatólico, y entre ellos, quizás el más continuista (inmovilista se decía entonces, si no búnker) fuese, es, el Judicial, la Alta Judicatura.

La Transacción incluyó, incluye, la eliminación de algunos conflictos de los que se pagan a precio de Razón de Estado:
-el independentismo canario, la OEA y el diálogo con Antonio Cubillo;
-la disidencia carlista de Carlos Hugo y Montejurra;
-los Països Catalans y el secesionismo lingüístico, blaverismo, anticatalanismo, repetidores de TV3 o bombas en casa de Joan Fuster, probablemente la operación más cara, duradera y trascendente nacionalísticamente;
-la explosión libertaria catalana y la del caso Scala;
-...

Sin precedentes democráticoliberales, la cultura política española de los derechos y el Derecho, de las libertades y la democracia, no podia no empezar de cero. Idem, no puede no empezar de cero.

Carpetovetonia, esperpento y honor, mucho honor.