"Campos de España", Juan-José López Burniol

En la primavera del año 1912 -ahora se cumplirán cien años-, poco antes de la muerte de su mujer Leonor, apareció Campos de Castilla, el libro en el que Antonio Machado recogió su obra poética de los cinco años anteriores. Dicen algunos estudiosos que, en estos versos, ya no se perciben los rasgos modernistas presentes en Soledades,su primera obra, y que se consuma en ellos una evolución que fue llevando a su autor a composiciones de tipo regeneracionista. Algo le influiría Azorín, muy admirado por los poetas de su época, e inductor en ellos de la preocupación por España y su postración moral. Pero fue posiblemente Unamuno, a quien Machado admiró siempre, el principal revulsivo de su conciencia española: "Siempre te ha sido, ¡oh Rector / de Salamanca!, leal / este humilde profesor / de un instituto rural".

Antonio Machado tenía en proyecto una obra de gran aliento, que se hubiera titulado "Tierras de España", de la que Campos de Castilla era una versión restringida. Pero el proyecto quedo en eso, y sólo se publicó lo que el propio Machado calificó como "un intermedio". Campos de Castilla, editado por Gregorio Martínez Sierra, estaba impreso a mediados de abril de 1912 y salió poco después a la calle, con un éxito de ventas inmediato. Por aquellos días, en una carta a Juan-Ramón Jiménez, Machado escribía: "A veces me apasiona el problema de nuestra patria y quisiera… Pero no se puede hacer nada de inmediato y directo". Y, en otra dirigida a Ortega, añadía: "La vida española me parece criminal, un estado de iniquidad sin nobleza, sin grandeza, sin dignidad".

Algunos versos de Campos de Castilla son, en este sentido, demoledores: "Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta / -no fue por estos campos el bíblico jardín- / son tierras para el águila, un trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín". Una idea ésta, en la que insiste: "Pobres campos solitarios / sin caminos ni posadas, / ¡oh pobres campos malditos, / pobres campos de mi patria". No obstante, por debajo de esta descripción doliente, apunta aún la esperanza: "¡Gentes del alto llano numantino / que a Dios guardáis como cristianas viejas, / que el sol de España os llene / de alegría, de luz y de riqueza". Un augurio que podía hacerse realidad, pues "otra España nace / la España del cincel y de la maza, / con esa eterna juventud que se hace/ del pasado macizo de la raza".

Ha pasado un siglo. ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo estamos? Hay que destacar, de entrada, que se han cumplido con creces los peores augurios: hemos librado una guerra fratricida y atroz durante 3 años, y hemos estado sometidos durante 43 a dos dictaduras: una primera edición, de 7 años, bajo el general Primo de Rivera, y otra segunda -corregida y aumentada-, de 36 años, bajo el general Franco. Total: 46 años, casi medio siglo. El resto del tiempo ha estado presidido por dos Restauraciones: la primera, con don Alfonso XIII, y la segunda, con don Juan Carlos I. Y no puede negarse que, dejando al margen los años terribles en los que prevaleció el delirio cainita, el progreso material de España y de los españoles ha sido espectacular, fruto de su esfuerzo en una época de general bonanza. Pero no puede decirse lo mismo respecto a sus virtudes cívicas, que no sólo no se han fortalecido, sino que parecen haberse desvanecido, pues retornan inquietantes, a estas alturas de la segunda Restauración, los mismos vicios que dieron al traste con la primera: el sectarismo cerril y garbancero, el corporativismo cerrado y egoísta, y la corrupción rampante y demoledora...

Tomo de nuevo Campos de Castilla. Leo: "Nuestro español bosteza. / ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío? / Doctor, ¿tendrá el estómago vacío? / El vacío es más bien en la cabeza". Cierro el libro.

25-II-12, Juan-José López Burniol, lavanguardia