Y el anarquismo desapareció; entrevista a Lluís Cabrera
Lluís Cabrera: "Sin disidencia no hay independencia"
Joan Safont Plumed
Foto: Sergi Alcàzar
Barcelona. Jueves, 25 de marzo de 2021. elnacional.cat
El músico y escritor Lluís Cabrera (Arbuniel, Jaén, 1954) acaba de publicar La vida no regalada (Roca Editorial) una novela "sin ficción" protagonizada por su alter ego, Lorenzo Almendro, y en que |repasa varios episodios de su vida. Llegado a Catalunya con su familia el año 1964 y establecido en el barrio de Verdum, Cabrera fundó la Peña Flamenca Enrique Morente y participó en varias iniciativas vecinales, políticas y sociales, como el derribo de la planta asfáltica, hoy Ateneo Popular de Nou Barris, o la publicación del Libro Rojo del cole. El año 1979 fundó el Taller de Músicos, una referencia en el jazz y el flamenco donde se han formado intérpretes como Sílvia Pérez Cruz, Miguel Poveda o Rosalía. Preocupado por la cuestión de la identidad en Catalunya, participó en el libro colectivo Los otros andaluces y escribió en solitario Catalunya será impura o no será.
¿Por qué has escogido el género de la novela para explicar tu vida?
Un alter ego como Lorenzo Almendro, un nombre que tiene mucha más gracia que Lluís Cabrera, me permite unas licencias que una autobiografía no se me permitiría. Yo lo definiría como autoficción. ¿Es cierto lo que explico? Claro, que sí. Hay capítulos autobiográficos, pero otros no. Muchos salen de cosas que escuchaba cuando era pequeño en Arbuniel (Zimbra, en la novela), como las historias de Simeón y Tomasa, que aparecen y desaparecen como el Guadiana. Y hay capítulos que son producto de aquello que hablaban y discutían los hombres mayores en la plaza y que yo, calladito, escuchaba. O las conversaciones de las mujeres cuando iban a buscar agua en la fuente. Lorenzo Almendro, que era bastante tímido, sin embargo "echao p'alante", lo que hace es guardar unas historias que Lluís Cabrera escribe. Pero la memoria es traidora y selectiva.
Muchas estas historias o leyendas son auténtica cultura popular. Literatura de raíz oral, de hecho.
He sufrido mucho. Cuando hice los otros libros lo que hacía era escribir ensayo, no escribir una obra así. Para hacer este tipo de pipirrana o cocido he tenido que encontrar un hilo conductor, que es la inquietud que desde pequeño tiene a Lorenzo Almendro, a quien arrancan de su pueblo. Mis padres tenían claro que se tenían que irse del pueblo, pero para mi hermana y para mí fue muy duro dejar un lugar lleno de naturaleza, de agua donde había cangrejos, del verdor en la Sierra Mágina, para ir a vivir a Verdum, donde el paisaje era bien diferente. Es un auténtico desarraigo.
¿Qué relación tienes con el pueblo?
Yo mantengo las amistades porque nunca he querido confundir las cosas. Yo vivo en Catalunya y si voy a Arbuniel estaré en Andalucía. Pero hay gente que vive en Catalunya pensando que está en Andalucía. Por eso se han montado tinglados y representaciones obscenas de aquello que se considera andaluz. La utilización del origen me parece una barbaridad, y más cuando se hace con el apoyo de los partidos políticos y de los gobiernos. Lo que se intentaba, a través de estas representaciones regionales con el apoyo político, era evidenciar las diferencias y no coger puntos de unión, como puede ser el Mediterráneo. Por lo tanto, se quiere hablar de diferencias culturales para no hablar de diferencias de clase.
En el pueblo estas diferencias de clase son clarísimas.
Por Corpus desfilaba al cura acompañado de la guardia civil y los terratenientes. Y eso marcaba muchísimo. Yo, como hacía de monaguillo, me fijaba en todo aquello que después de adulto y desde Barcelona me hace reflexionar. Los abuelos y los padres tampoco te explicaban que habíamos sido perdedores de la guerra. Hasta que no salgo de la Modelo después de pasar por Via Laietana. Hasta entonces la falta de mi abuelo materno era un tabú. La única viuda de la guerra en el pueblo era mi abuela. Y mi abuelo se podía haber salvado porque estaba destinado como carabinero a Valencia, pero quiso ir a defender la República al frente de Toledo. Como decía, en el pueblo los terratenientes eran Don Tal, Don Pasqual y sus mujeres, Doña Tal o Doña Qual. En cambio, en Catalunya, todo el mundo era señor o señora, vivieras en Nou Barris o en Pedralbes. Es evidente que no es lo mismo vivir en un barrio u otro, pero hay un cambio en el hecho de no tener que decir "Don" a la gente que tiene pasta.
Mis padres tenían claro que se tenían que irse del pueblo, pero para mi fue un auténtico desarraigo
Llegado a Barcelona hay una cosa que descubres enseguida: el catalán.
En la calle Cuartel de Simancas prácticamente todo eran bloques de pisos, pero había una casita que los propietarios no habían vendido a los promotores inmobiliarios para levantar más bloques. Cuando llego allí, el primero que me fijo está en una casa que me recordaba la mía del pueblo. Un zaguán, un pasillo y un huerto detrás. Todo bien diferente de los monstruos del resto de la calle, que me chocaban con el recuerdo del pueblo. El cambio de chip fue cuando un día la propietaria, la señora Carmen, madre de Joan Sans Villena, con quien jugábamos a pelota en aquellas calles llenas de desniveles, llamaba a su hijo. "Joan, vine a dinar", decía. Cuando mi madre me llamaba, decía "Luis, ven a comer". Era muy parecido pero no exactamente igual. Pero, a diferencia de otros chicos que también eran de origen andaluz, murciano, extremeño o castellano, yo me quise hacer amigo de Joan porque, aparte de ser un buen chico a quién le gusta el fútbol como yo, tenía el interés de aprender la lengua. Con él y otro compañero de clase, la aprendí. Todo lo que era diferente me atraía. La diferencia me atraía porque yo no quería ser diferente. Quería hablar los dos idiomas.
Con la adolescencia hay la politización y el descubrimiento del flamenco.
La parroquia de San Sebastián, donde había de rector Manuel Folch Ribes, era el cobijo de toda la clandestinidad que luchaba contra la Dictadura. Se organizaba teatro, cine, conferencias, etc. y me enrolé a la comisión de cultural de una de las entidades de la parroquia, el Centro Social Roquetes. Pensé que había que atraer a más gente, porque sólo los que éramos no seríamos capaces de derribar el franquismo. Cómo no vamos capaces de hacer, desgraciadamente, y por eso estamos donde estamos. Y de aquí sale la idea de crear la Peña Flamenca Enrique Morente. Morente había hecho un disco homenaje a Miguel Hernández y era un cantaor diferente. Tenía la parte tradicional, pero también estaba abierto a otras melodías. La Peña llegó a tener 500 socios, se hacían muchas actividades y creamos una escuela social donde vendían Pasqual Maragall, Àngels Pasqual, a Josep Maria Balcells, Manuel Rius, Josep Maria Bach, por ejemplo. Era una Peña Flamenca singular.
¿Más que una Peña?
Era una Peña adaptada a unas circunstancias. No era una Peña Flamenca acercada al poder, sino que era el cobijo de libertarios veteranos que no querían participar en las asociaciones de vecinos porque creían que las controlaban los comunistas. Los recelos entre anarquistas y comunistas se mantenían muy vivos. Todo aquello de la dictadura del proletariado y el centralismo democrático los viejos anarquistas no se lo tragaban y nos decían a los jóvenes que teníamos que leer, ir al teatro, en el cine, escuchar música y labrarnos una cultura. Nos decían que no teníamos que tirar octavillas que escribían otros, sino escribir las nuestras.
Estuviste en Bandera Roja, pero te acabaste acercando a los libertarios.
No entendía las formas y las maneras de aquella agitación permanente que acabaría llevando a la cárcel. La suerte me ha acompañado, sin embargo, y salí adelante.
En la novela explicas que en comisaria el andalunyo Lorenzo Almendro ve que el catalán pone muy nerviosos a los policías.
Cuando me detienen el año 1972, con 17 años, los policías todo el rato querían hacerme "cantar" y yo les propuse hacerlo en catalán. Aquello los ponía muy nerviosos y te metían todavía más hostias. Pensé que aquello podía ser una vida para ponerlos en tensión y provocarles un cortocircuito.
Aquellos policías, sin embargo, tenían claro qué pasaría después de la muerte de Franco.
El maltrato mayor es cuando uno de los torturadores es capaz de verbalizar ante un chico que estaba a punto de hacer dieciocho años que aquello no se acabaría hasta que Franco no se muriera, y que una vez muerto Franco, ellos seguirían trabajando a las órdenes de los partidos políticos legalizados... y que quizás acabarían poniéndose a mis órdenes si es que el partido donde militaba ganaba las elecciones. No eran ningún "mindundis" y tenían claro que eran unos profesionales que harían su trabajo con dictadura o con democracia. Aquello no se me lo podía creer, pero cuando te das cuenta de que la Transición fue eso, te cae el mundo encima y te sientes un títere de unos dirigentes ya sabían que acabarían siendo políticos profesionales y que acabarían mandando a aquellos policías torturadores. Eso te acaba haciendo un descreído.
Los policías franquistas sabían que una vez muerto Franco, ellos seguirían trabajando a las órdenes de los partidos políticos legalizados
¿Te consideras un descreído?
Hay quien dice que no había otra manera de hacer este tipo de Transacción, porque había el Ejército, el empresariado, la Iglesia, el contexto internacional, etc. Por otra parte, la referencia de los partidos marxistas eran la URSS, China, Cuba. Las enseñanzas de los anarquistas me hicieron ver que un partido jerárquico acaba reproduciendo las mismas opresiones que denuncia.
Tú optas por propuestas más asamblearias.
Cuando se derriba la planta asfáltica y se reivindica la creación del Ateneo Popular de Nou Barris, la mayoría de gente que había eran libertarios. Estaba entregado y que cuando terminaba del textil me iba a currar al Ateneo. Entonces descubro que currando allí había quince y en la asamblea, cincuenta. I la asamblea te cuestionaba todo lo que habías hecho durante la semana. Opinaba todo el mundo y los que trabajábamos éramos cuestionados. Los seres humanos somos muy complicados.
La experiencia de las 30 Horas de Cultura Popular fue clave.
La Peña la cerramos el año 1978, y un año antes ya estamos en el proceso asambleario del Ateneo. La asamblea –que me tildaba de "pequeño-burgués"– me delegó la organización de las 30 Horas de Fiesta Popular, el 3 y 4 de junio de 1977, donde vinieron los hermanos Poltrona, la Mayte Martín, Santi Arisa, etc. Gente de la época layetana, que se reunía en el Celeste de la calle Argenteria, que yo frecuentaba. Conseguimos que todas las tiendas del barrio pusieran dinero para la organización y montamos rifas para poder pagar los profesionales que actuaron, técnicos, etc. Una vez celebradas las 30 horas, donde pasaron 30.000 personas, la asamblea me desautorizó a pagar la empresa del sonido, de la luz, el escenario y los artistas. Eran unos ácratas bien diferentes de los que habíamos conocido. ¡"Si quieren cobrar, que vayan a cortar caña en Cuba!" decían...
¡Otro desencanto!
Me quedé muy decepcionado. Entonces empecé a trabajar con Fernando Hernández, que tenía una distribuidora de libros de carácter ácrata, bien cerca de donde ahora está el Taller de Músicos. Aquellos libros iban muy a la baja, aunque tuvimos un éxito con El libro rojo del cole, que fue denunciado y todo, y tuvimos que cerrar. Fue cuando creamos el Taller de Músics, donde los primeros profesores fueron Américo Belotto, primer trompeta de la Big Band de la Radiotelevisión Danesa, Petri Palou, la profesora de piano de Tete Montoliu, etc. Como todo a mi vida, ha sido de carambola, porque no sé jugar al ajedrez.
Los inicios del Taller de Músics no fueron fáciles.
Los locales y altillos de esta zona del Raval estaban en manos del hampa y de la droga. Vimos el daño| que hizo la heroína entre los jóvenes. Gracias al flamenco pude presentar Camarón a lo que controlaba la droga en la zona, que, como buen gitano, lo veneraba como un Dios, y conseguí que llevara el negocio fuera de aquí. Vi que la mafia cumple.
De Taller de Músics han salido Miguel Poveda o Rosalía.
I Judith Nedermann, Sílvia Pérez Cruz, Salvador Sobral, Alfred García, etc. Toda una generación de músicos y compositores que tiene menos de cincuenta años y que tienen éxito y son reconocidos y solventes, ha pasado por el Taller de Músics. Músicos, pero también mánagers, productores, representantes, promotores musicales, etc., fueron alumnos. Aquí se inventó la profesión de pedagogo de música no clásica. Después claro, está Poveda o Rosalía, unos fuera de serie que han roto todos el techos de cristal, a quien estoy encantando de haber conocido cuando empezaban y mantener la amistad todavía hoy. Con ellos y sus familias. Para mí, Taller de Músicos ha sido un gran qué, ha sido un sitio donde he aprendido mucho y donde he conocido un montón de gente interesante.
Toda una generación de músicos y compositores que tiene menos de cincuenta años ha pasado por el Taller de Músics
Taller de Músicos está en un barrio muy multicultural y tiene en dos géneros mestizos como el jazz y el flamenco sus referentes. Esta idea de mezcla e impura es clave en tu pensamiento sobre como|cómo tiene que ser el país.
Pienso que es un grande qué que la gente se mezcle y conecte, sin quedar separada, aislada o segmentada en guetos. En Taller tenemos proyectos donde el mestizaje se produce de una manera muy natural y muy fuerte. Trabajamos en el Raval, pero también en Nou Barris, que es el barrio donde ha vivido mi familia.
Catalunya es impura o no será, decías a tu libro.
Catalunya es impura desde sus orígenes. Si no, el que te salen son historias muy raras. La gente que quiere a una sociedad catalana homogeneizada donde todo el mundo piense igual y sin disidencia, me hace dudar de su carácter democrático. Si no hay disidencia, no hay independencia.