"La fantasia como necesidad", Marco Pannella
Italia 1973: la contestación estudiantil se convirtió en un fenómeno cultural y político de masa. La revolución parecía hacerse realidad, los mitos de la lucha armada se impusieron entre la mayoría de los intelectuales. Es el periodo en el que se grita en las manifestaciones mastodónticas que "matar a un fascista no es un crimen".
Paralelamente, se impuso entre los jóvenes la cultura de la droga como máxima expresión de la transgresión con respecto a la sociedad burguesa. El Partido Radical fue contra corriente. No se emborrachó de revolución sino que se ocupó de los derechos civiles de la mayoría y de las minorías, llevó a cabo campañas a favor del reconocimiento del derecho al divorcio, al aborto, a la objeción de conciencia. Ha negado siempre que existan ejércitos buenos y ejércitos malos, ejércitos rojos y ejércitos fascistas. Todos los ejércitos se guían por valores totalitarios, fascistas; los ejércitos de liberación están destinados a convertirse siempre en instrumento de opresión de los pueblos que pretenden liberar. En el prefacio que Marco Pannella escribió en el libro "Underground con el puño cerrado" de Andrea Valcarenghi, líder del movimiento situacionista, del que publicamos algunos fragmentos, se denuncian los límites históricos de la cultura revolucionaria. Una cultura que no puede comportar más que intolerancia, violencia homicida y derrota. Una profecía que, desgraciadamente, ha confirmado la realidad. Pocos años después, esa misma cultura produjo el monstruo del terrorismo que se difundió en toda Europa. Fueron necesarios diez años de sangre y plomo, de dramáticas desilusiones, para reconocer el carácter justo de la cultura política de la no-violencia, de la tolerancia y del derecho, la auténtica alternativa, que Pannella y que el Partido Radical habían tenido el valor de manifestar cuando toda una clase intelectual aclamaba a Ché Guevara o a Mao-Tse-Tung.
Querido Andrea:
me pides que escriba un prólogo para tu libro.
¿Qué quieres de mí? ¿Crees de verdad que mi nombre se ha convertido en cosa que vale para el mercado de quienes compran-leen, o de los que llamas o quisieras llamar a la lectura con este libro? No; tengo la prueba de ello, sé que sabes que no es así. Tú no lees mis "escritos", los miles de octavillas multicopiadas, comunicados de prensa, folletos del Partido radical, que son las únicas cosas que en mi vida he producido, generalmente escribiéndolas en media hora, por urgencias de militancia, en el infierno de via XXVI Maggio ayer, en el de Via di Torre Argentina 18 hoy.
Tú eres un revolucionario. Yo en cambio amo a los objetores, a los fuera-de-la-ley del matrimonio, a los melenudos sub-proletarios anfetaminizados, a los checoslovacos de la primavera, a los no violentos, a los libertarios, a los verdaderos creyentes, a las feministas, a los homosexuales, a los burgueses como yo, a la gente con su pasotismo inteligente y su triste desesperación. Amo esperanzas antiguas, como la mujer y el hombre; ideales políticos tan viejos como el siglo de las luces, la revolución burguesa, los cantos anarquistas y el pensamiento de la Derecha histórica. Estoy contra todas las bombas, todos los ejércitos, todos los rifles, todas las razones para reforzar, aunque sólo sea contingentemente, el Estado de cualquier tipo, contra todos los sacrificios, muertes o asesinatos, sobre todo si son "revolucionarios". Creo en la palabra que se oye y se dice, en los cuentos que contamos en la cocina, en la cama, por la calle, en el trabajo, cuando queremos ser honrados y verdaderamente comprendidos, más que en los ensayos o en los libelos, en los textos más o menos sagrados y en las ideologías. Creo más que en cualquier otra cosa en el diálogo y no sólo en el "espiritual"; en las caricias, en los abrazos, en el conocimiento como hechos no necesariamente de evasión o individualistas - y cuanto más "particulares" se me figuran, tanto más públicos y políticos, lo que son, intento sean reconocidos. Pero no es esta la ocasión adecuada para explicar a tus lectores qué es el Partido Radical; sigamos.
No creo en el poder, y repudio hasta la fantasía si amenaza con ocuparlo. No creo en los "viejos" y será tal vez porque los "viejos" nos aseguran siempre que "forman" (a su imagen) a los jóvenes, al igual que el ejército y la mujer-escuela. No creo en el fusil. Hay muchas cosas que podríamos/podremos hacer con el "enemigo" en lugar de pensar en eliminarlo. Y vosotros de Rey Desnudo decís: "Todo el poder para el pueblo", "Hierba y fusil". No, no me gusta. Ya sabes que no estoy de acuerdo.
Rumiar o fumar yerba no me interesa por la sencilla razón de que lo estoy haciendo desde siempre. Tengo una autopista de nicotina y alquitrán dentro de mí que lo demuestra, sobre la que viaja rápidamente todo lo que de autodestrucción, de evasión, de culpabilización y de placer consumido y solitario mi muerte exige y obtiene. Me parece lógico, ciertamente, fumar otra yerba menos dañina, si gusta, y negarse a pagarla demasiado cara en el mercado, en la familia, en la sociedad, en la cárcel. Para mí es fácil, por tanto, comprometerme sin reservas para desarmar al verdugo y a los asesinos de Estado, que detentan ese follón que ellos llaman "Orden", y que para vivir y sentirse vivos necesitan mandar, proteger, obedecer, torturar, detener, absolver o matar, e intentan la operación imposible de transferir sus demonios interiores (de impotentes, de reprimidos, de frustrados) al cuerpo de los que consideran diferentes a ellos, y que a veces (¡por suerte!) lo son de verdad. Pero hacer de la yerba un signo positivo y definitivo de conexión y de esperanzas comunes me parece poco y equivocado. Y tampoco es bastante, creo, añadir la coletilla de vuestro "fusil".
La violencia del oprimido, ciertamente, me parece moral; la contraviolencia "revolucionaria", el odio (por "masculino" o sartrianamente turbio que sea) del explotado son profundamente naturales, o al menos a mí me lo parecen. Pero por la moral no me intereso, si no es para defender la moral concreta de cada uno, o su derecho a afirmarse mientras no se convierta en violencia contra los demás; y, por lo que se refiere a la naturaleza, creo que es tarea de la persona, de lo humano, no tanto el contemplarla o describirla, como transformarla según sus esperanzas. En fin, lo que vive, lo que es nuevo, es siempre, en cualquier medida, natural.
Por esto no me interesa mucho que la violencia revolucionaria, que vuestro fusil, sean probablemente morales y naturales, mientras que me afecta profundamente el hecho de que sean armas suicidas para quienes esperan razonablemente construir una sociedad (un poco más) libertaria, prefigurarla revolucionándose a sí mismos, a sus propios mecanismos, a su ambiente y sin usar medios, métodos, ideas que den más fuerza a las razones del adversario, a la validez de sus propuestas políticas, por el sólo gusto de derrocarlo, destruirlo, o poseerlo en su sentido físico.
La violencia es el campo privilegiado hacia el que toda minoría en el poder intenta desplazar la lucha de los explotados y de la gente; y es el único campo sobre el que se puede razonablemente esperar ser vencedor durante muchos años. A la larga, todos los fusiles son negros, como todos los ejércitos y todas las demás institucionalizaciones de la violencia, sean quienes fueren aquellos contra los que se ejerza o declare querer usarla.
Si la lucha revolucionaria presupusiera verdaderamente la muerte de compañeros, "su sacrificio" y su valor ejemplar, la "toma" del poder, y una vez tomado el poder, o durante los avatares de la conquista, repetir contra los enemigos los gestos por los que yo me hago su enemigo, gestos de violencia, de tortura, de discriminación, de desprecio; entonces consideradme contrarrevolucionario si queréis o un pequeño burgués del que habrá que librarse en la primera ocasión.
No estoy, en efecto, de acuerdo. La ética del sacrificio, de la lucha heroica, de la purificación violenta, sencillamente me tiene hasta las narices; igual que al buen "padre de familia", al compañero le pido antes que nada una cosa: que viva y sea feliz. Creo, personalmente, que teniendo un cierto bagaje de esperanzas, de ideas y de claridad no sólo esto es posible sino que no hay otro modo de crear y vivir de verdad la felicidad. Mas ser "compañero" (igual que ser "padre") no está escrito en el destino ni es prescripción facultativa. Si los caminos divergen, lo constataremos e intentaremos entender mejor. Pero basta de esta izquierda grande sólo en los funerales, en las conmemoraciones, en las protestas, en las celebraciones, todo esto también es negro. Basta ya con esta "revolución" clausevitziana, con sus tácticas y estratregias, vanguardias y retaguardias, guerras de pueblos y guerras contra los pueblos, de violencias purificadoras y necesarias, de necesarias medallas de oro; la revolución fusilcéntrica o fusilcrática, o también sólo puñocéntrica o puñocrática no es más que el sistema que se reencarna y se perpetúa. No sólo el "Rey", sino también esta "Revolución" vestida de poder y de violencia están desnudos, Andrea. Tolera que lo ponga en tu libro, si aceptas esta carta como prólogo.
Y tolera mucho más...
Sois, eres "antifascista", antifascista de la línea Parri-Sofri (1), a lo largo de la cual se ensarta desde hace veinte años la letanía de la gente-bien de nuestra política. Nosotros no lo somos.
Cuando veo en el último número de "Re Nudo", en última página, la "exhumación" de un "Unità" (3) de 1943 en donde se invita a matar al fascista, en cualquier lugar que esté o se le pueda encontrar, porque "hay que arrancar las raíces del mal", me entran ganas de llamarte imbécil. Luego pienso que todos coinciden contigo, excepto nosotros los radicales, y me callo, si es que no me obligas, como ahora, a hablar o a escribir. Entiendo vuestras razones. Vosotros también tenéis que demostrar (¿a vosotros mismos?) que el PCI está degenerado; que ayer era mejor que hoy; que cuando tenía armas y poder era más macho, más valiente, más duro y puro. En cambio, era (como Partido, aquí no se habla de los "comunistas"), si cabe, peor. Incluso mucho peor que ahora. De todos modos, no era el mejor sólo porque teorizaba aquí y allá el asesinato político y popular como acto de higiene y de garantía contra "el mal". Para quien lo mató, Trotsky sin lugar a dudas era peor y más asqueroso que un fascista, y aún más honda raíz del mal. Pero, para vosotros que re-exhumáis, para vergüenza de la "Unitá" de hoy, la de ayer, creyendo que de tal manera os conectáis con las tradiciones de clase, populares, obreras ¿no habría en verdad nada mejor para recuperar que estos conceptos contra-reformistas, bárbaros, totalitarios, contra las "raíces del mal"?
Tú que has "comprendido", te has sentido "compañero" de Notarnicola (4) (y has hecho bien); tú que has vivido por lo menos igual que yo entre subproletarios, parias, marginados, ¿cómo no puedes entender el fascismo de este antifascismo?
¿Cómo puedes, todavía, soportar la incapacidad de la injuria, del insulto, del desprecio, del maniqueísmo plebeyo, clasista, no laico, farisáico, en el choque de clase que intentamos vivir y sostener, en el vivir diferente y nuevo que presupone y genera? ¿Por qué, también tú, entre fusil, antifascismo y poder-al-pueblo-con-puño-cerrado, sigues viviendo de esa vieja nueva-izquierda que tan puntual y eficazmente denuncias en tu libro?
Al igual que nosotros los radicales, vosotros re-nudistas sostenéis que no existen "perversos" sino "diferentes". En las familias, en las escuelas, en las fábricas o en las oficinas, incluso los torturados son también, en primer lugar, y generalmente, víctimas. Excepto para ciertos psicoanalistas, matar al padre no es la solución, no ayuda a superar la institución de la familia; o no basta o de cualquier manera no es necesario.
Sostenemos, juntos, que no existen en las cárceles, en los hospitales, en los manicomios, en las calles, en las aceras, en las chabolas, en los bidonvilles, unos "peores", sino también allí, unos "diferentes a pesar de la miseria (que es horrible precisamente porque mata, degrada, cambia, hace degenerar; o si no ¿por qué la rechazaríamos tanto?), a pesar del trabajo que enajena (que vuelve "loco"), a pesar de que la explotación clasista sea "secular", y por tanto incida en la herencia. Soñamos - y hay rigor y responsabilidad en nuestros sueños - con una sociedad sin agresividades y sin violencia, o en la que, al menos, decrezcan en lugar de agigantarse o ser producidas por ella. Sostenemos que es moral lo que como tal le parece a uno. Luchamos contra una "justicia" institucional (y "popular") que en todas partes toma a la diferencia por perversión, al disenso por pecado.
¿Cómo podemos entonces, recuperar precisamente en política, en la vida de cada día en la ciudad, el concepto del "mal", de "demonio", de "perversión"? Lo que vosotros llamáis "fascista" se llama "objetor de conciencia", "divorcista", "abortista", "corruptor radical", "degenerado" para otros.
La "estrella amarilla" de los guetos es un emblema terrible, pero no menos para quién lo impone que para quién lo lleva. (...)
Pero vale ya. Si todo lo que hasta ahora he estado escribiendo nos separa, querido Andrea, nada de ello es esencial en tu libro, o en la existencia que en él se manifiesta y se expresa, y que conozco. Tú en Milán, nosotros en otros lugares, hemos debido y tal vez sabido, todos los días durante años muy largos, inventarlo todo, rechazar todos los instrumentos existentes, todos los atajos, todas las facilidades, para poder avanzar al menos un poco. Los medios que se nos brindaban ya listos y que eran la fuerza aparente de tantos otros, no eran homogéneos, no prefiguraban lo que buscábamos e intentábamos edificar.
La fantasía ha sido una necesidad, casi una condena, más que una opción; parecía condenarnos a estar solos, vosotros allí, nosotros aún más separados y resistiendo en más frentes. Por esto, hemos hablado como hemos podido y debido, con los pies en las marchas, con el trasero en las sentadas, con los happenings continuos, con yerba o con huelgas de hambre, con objeciones que parecían "individuales" y "acciones directas" de pocos, en las cárceles o en los tribunales, con música o con mitin, arriesgándolo todo cada vez, contra la corriente sabiendo que un momento de descanso nos hubiera costado horas de natación difícil, demasiado a menudo tomados por "diferentes" por los compañeros y objeto de atenciones continuas, de provocaciones, de golpes por parte de los maderos y no de los más pequeños.
Hemos resistido, negándonos a sobrevivir, volviendo siempre a empezar, conviertiendo las derrotas en materiales capaces de dar una cara y un cuerpo a nuestras obstinadas, y en resumidas cuentas sencillas, y antiguas esperanzas. Aquí hemos alcanzado nosotros sólo algunos éxitos que ahora todos nos reconocen. Tú también, pero estabas más sólo. Esto, en el libro, no consigues ignorarlo u ocultarlo. He pensado siempre en ti como en un compañero comprometido en una lucha común, en luchas necesariamente convergentes y que han de ser organizadas juntas. Tú no, y he ahí la diferencia. Cuando acepté, y regenté largo tiempo, la "dirección responsable" de "Re Nudo", entre decenas de otras, no era por costumbre o por indiferencia. No eras un hombre más, un enésimo compañero de una hora o de una ocasión. Un camarada ausente, eso sí. La otra cara de tu libro, quisiera que lo entendieras, son las luchas que hemos tenido que plantear sin ti, con quien era lógico y natural contar, pues las compartías y las compartes. Las batallas por los derechos civiles han sido ajenas a todo el Movimiento. Un inconsciente racismo generacional, un rechazo de "política" (la que se escribe sin K), un poco de avestruces, en relación con ésto, un paleo-marxismo grosero (en muchísimos, no en ti), una indiferencia que era ceguera ante choques concretos de clase y libertarios, han producido muchos daños, sobre todo en Milán.
Así, hoy, eres uno de los pocos aún al pie del cañón, de todos los camaradas de tus tiempos, y hemos tenido suerte. [...]
¿Seguiremos por mucho tiempo marchando todavía separados? Señalas, de vez en cuando, nuestras victorias - aunque involuntariamente tiendes a rebajarlas, convirtiéndolas en mías, individuales, y no, - como son - de ese colectivo feliz y raro que es el Partido radical. Hoy, con la batalla que hemos empezado en favor de los diez referéndums abrogativos de toda la mierda legislativa del régimen, el choque se convierte a decir de todos, en general y conclusivo.
¿Una vez más, será para ti ajeno? No me parece posible ni aceptable. Tu libro es un precioso Gavroche (6) de nuestra protesta, de una generación política que tal vez es la única aún no completamente machacada por el régimen de la DC (7) (antes PNF) (8) y de su inencontrable oposición.
Dramático, sólido, rápido, alegre; incluso para mí, sorprendente autobiografía no narcisista de un militante sin obediencias (pero sin debilidades ni distracciones) que narra como todo se puede convertir en el oro o el espejismo de una política nueva y libre; yerba, música, pipa y fusiles de palabras o de cartón, penal militar, cárcel judicial, sala de tribunal, una soirée en la Scala (9), juegos violentos alrededor del gran Corriere (10), un poco de pintura al monumento que van a inaugurar, un cartel, un hotel, votaré por este libro cuando me llamen a integrar - próximamente - los jurados del premio Viareggio, Strega, Campiello. (11) [...]
Aconsejaría más bien su lectura a los padres-desesperados por los hijos perdidos y contestatarios; a los progresistas-bien enfermos de política de rentas y de programación, desesperados e indignados por no haber sido vuestros ídolos; a los que se asombran y escandalizan viendo las sedes del prestigioso partido de Pannunzio y de los Carandini, de los Benedetti y de los Piccardi (12) convertidas en guarida de bandas subproletarias y melenudas, de estudiantes rebeldes y trotskistas, comunistas, anarquistas, antes aún de llenarse de forajidos del matrimonio, objetores de conciencia, feministas, homosexuales, freaks, abortistas, de verdaderos creyentes y de vegetarianos y nudistas de "carne de presidio" de todo tipo. Entenderían por fin algo de sí mismos, amén que de vosotros, de nosotros. Y sus caras se pondrían menos hinchadas y amoratadas. [...]
Ahora basta. Tengo que ocuparme de encontrar el primer millón para el periódico del PR. Parece que es urgente. Si no lo he entendido mal, en efecto, para un periódico (aunque sea mínimo, aunque sea "alternativo") son necesarios casi quinientos millones al año.
¿Con "Re Nudo", me echarás una mano?
(1) Ferrucio Parri, comandante militar de todas las formaciones partisanas en Italia durante la resistencia al nazismo.
Adriano Sofri, líder del movimiento de extrema izquierda italiano "Lucha Continua"
(2) "Re nudo" (Rey desnudo), revista alternativa italiana en los años de la protesta estudiantil.
(3) "L'Unitá" (La Unidad), periódico del Partido Comunista Italiano.
(4) Sante Notarnicola, ladrón plurihomicida, politizado en la cárcel.
(5) La ley italiana "Scelba" prohibe que el partido fascista se vuelva a formar.
(6) Gavroche, mítico joven parisino que ayudaba a los revolucionarios franceses en 1798.
(7) Dc, Democracia Cristiana, partido italiano de mayoría relativa, conservador, de inspiración católica. En el poder ininterrumpidamente desde la caída del fascismo en 1946, ha mantenido durante más de treinta años los códigos penales y las leyes más importantes del fascismo en materia de derechos individuales.
(8) PNF, Partido Nacional Fascista de Mussolini
(9) "La Scala", famoso teatro lírico de Milán. En 1968, el movimiento estudiantil protestó violentamente contra los "burgueses" que asistían a la apertura de la temporada lírica.
(10) Corriere della Sera, el periódico italiano de mayor tirada de la época, de inspiración moderada, criticado por el movimiento estudiantil del 68.
(11) "Viareggio", "Strega" y "Campiello", famosos premios literarios italianos.
(12) Pannunzio, Carandini, Benedetti y Piccardi, liberales progresistas que fundaron en los años 50 el Partido Radical.
http://www.radioradicale.it/exagora/la-fantasia-como-necesidad