"Cambiar Europa para salvar a Francia", Lluís Foix

El día que vuelvan los pasaportes para transitar por Europa habremos retrocedido muchos años en el proceso de crear un espacio común en qué muchos nos encontramos en casa tanto si somos aBerlín, París, Roma, Amsterdam o Tarragona. La campaña electoral francesa parece ir en esta dirección. El presidente Sarkozy reunió decenas de miles de simpatizantes a la periferia norte de París para exponerlos un programa populista que viene a decir que para salvar Francia hay que cambiar Europa.

Las encuestas le son desfavorables y Sarkozy presenta una opción nacionalista radical diciendo que no puede prometer nada a los franceses si no se cambia Europa. Esta Europa del futuro tiene que ser menos generosa, más restrictiva, más severa con las prácticas islámicas y más exigente con el trasiego de personas hasta el punto que Francia podría abandonar el tratado de Schengen si no se reforma sustancialmente. Es, claramente, un discurso populista.

Si la cancillera Merkel hubiera planteado una posición parecida en Alemania se habrían abierto muchas heridas ya cerradas en el Viejo Continente. Francia puede poner a prueba Europa, votar no a la última Constitución, servirse de Europa para la campaña electoral que acabará en la primera cerca el 22 de abril y la elección definitiva el 6 de mayo.

Francia fue el sujeto político más importante desde que se pusieron los fundamentos del Europa que tenemos hoy. Fue De Gaulle quién dijo no en la Gran Bretaña y también fue él quien se distanció ligeramente del paraguas militar de los Estados Unidos aunque estando al si de la Alianza Atlántica. Alemania necesitaba Europa para enterrar definitivamente sus fantasmas y Francia sería la cabeza visible de un proyecto europeo que tendría la principal sede en Bruselas y el Parlamento en la capital alsaciana de Estrasburgo.

Podemos encontrarnos que los dos motores de Europa, los dos países que optaron para decir bastante en sus endémicas peleas y guerras, sean los que con más eficacia revienten muchos de los logros conseguidos hasta ahora. Francia, porque piensa que es la que decide en Europa sin tener la fuerza ni el liderazgo, y Alemania, porque es la que decide, al ser más fuerte, pero no quiere ejercer en voz alta su hegemonía.

La crisis de Grecia y las que vengan son motivos de preocupación. Pero la auténtica crisis europea hay que buscarla en París y Berlín, que parece que se quieran sacudir sus responsabilidades adquiridas.

13-III-12, Lluís Foix, lavanguardia