"Lejos de Cádiz", Francesc-Marc Álvaro
La historia oficial se puede doblar como un calcetín pero la reescritura del pasado no tiene efectos milagrosos, por mucha solemnidad que se emplee. Se celebra el bicentenario de la Constitución de Cádiz y algunos discursos se refieren a una España que no ha existido nunca con tanta pasión que no sé si me he perdido alguna cosa, quizás he estado durmiendo durante dos siglos y no me he dado cuenta del patriotismo liberal y de la virtud cívica sobre la cual se ha construido este Estado y esta unidad nacional que hoy disfrutamos con tanta alegría. "Los españoles de ahora -proclama una autoridad- somos jubilosos herederos de aquella benemérita Constitución gaditana". ¡Qué noticia! ¡Qué sorpresa! ¡Qué maravilla! No me había dado cuenta de esta herencia, lo confieso y no sé si llorar o reír. Es un punto de vista sugerente pero tiene un problema: no hay pruebas que acrediten afirmación tan entusiasta.
Pensaba que sólo los catalanes recordamos las derrotas. También lo hacen los españoles pero son más listos: las maquillan como brillantes victorias y a otra cosa mariposa. No es la primera vez que la conmemoración y la verdad circulan por carriles distintos; es cuestión de triturarlo todo para que sea de fácil digestión pública y no provoque dolor de estómago. ¿Tiene herederos aquel 1812 olvidado por décadas y más décadas de espesa negrura? Mariano Rajoy quiere establecer vínculos directos con un pasado que es tan delgado como un papel de arroz, el presidente español necesita un pedestal épico para argumentar sus reformas, es la hora de apelar a la vibración sentimental de la buena gente. El conmemorador tiene toda la potencia del Estado a su servicio y, como es normal, los recortes no han llegado a este negociado. El fútbol y la pintura histórica siempre son un servicio de primera necesidad...
¿Qué quiere construir el nacionalismo español sobre el espejismo liberal de 1812? ¿Quizás quiere tapar un montón de años de militarismo, reacción, caciquismo, atraso, aislamiento, superstición y exaltación castiza? Quizás. El ministro Wert, que lo es de Cultura y de Educación, se estrenó reivindicando los toros como gran patrimonio nacional. ¿Casualidad o prólogo irónico a la celebración de la Constitución de Cádiz?
El liberalismo español es la historia de una ausencia significante, algunos nombres ilustres y una constante pared que no se puede saltar. La prueba de eso es todo lo que vivimos actualmente, la pervivencia de actitudes tóxicas que son la reedición paródica de una tradición que considera sospechoso todo lo que no forma parte de su ortodoxia: afrancesados, librepensadores, judíos y catalanes forman parte de la vitrina fundacional del error. Sólo hay una manera de ser español; el resto son desviaciones perniciosas.
Se supone que, a partir de 1978, la caspa desapareció. Si es así, ¿por qué me siento tan y tan lejos de la conmemoración de las Cortes de Cádiz...? Buscar liberales de verdad es como buscar federales, una tarea heroica.
21-III-12, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia