Bankia, un (¿el?) problema político de primera magnitud

Poco a poco, la cosa se va aclarando. Los muy grandes, Santander, BBVA y Caixa Bank, y el grueso de los que antes eran medianos y ahora son simplemente grandes, como Popular y Sabadell, no quieren oír hablar del banco malo. Botín, siempre contundente en sus explicaciones, lo dijo ayer con pocas palabras. Se oponen porque ya han hecho muchas dotaciones a lo que ellos consideran precios ajustados a los de mercado y creen que quienes reclaman un nuevo ente público que asuma los activos dañados no han hecho lo propio. Es decir, temen que algunos competidores se beneficien de la ayuda del Estado, que sería el pagano del agujero inmobiliario, sin haber hecho los deberes.

El Gobierno, más precisamente Luis de Guindos, su ministro de Economía, en parte por ese argumento de los bancos, pero, sobre todo, porque tiene las arcas vacías y no está para ir amontonando nuevas deudas, se opone también a esa vieja aspiración de un sector de la banca. Prefiere que los bancos se autofinancien y, por ese motivo, presiona para que haya fusiones. Con esas operaciones de concentración es más fácil diluir los terrones de impagados que han convertido a algunos bancos en auténticos zombis, muertos vivientes.

En cambio, otros, como Bankia, el grupo que preside Rodrigo Rato, ven en el banco malo un remedo de flotador para asegurar la tormentosa travesía desde el marasmo inmobiliario hacia el balance saneado. Es el complemento para asegurar la navegación solitaria que Rato defiende frente al criterio de Mariano Rajoy, Guindos, Fernández Ordóñez y -ha sido la última en apuntarse a la lista- Christine Lagarde, la gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Las cifras dadas a conocer ayer por la entidad matriz de Bankia revelan que la mortalidad de promotores e hipotecas sigue marcando el balance del grupo resultado de la fusión de siete cajas. La conclusión de los análisis realizados durante los últimos meses por el Banco de España es que no se trata de un problema de solvencia, sino de rentabilidad futura.

Mientras, los mercados siguen con lupa todo lo que tiene que ver con la reforma financiera española, de la que Bankia se ha convertido en la piedra de toque. La presión no aflojará hasta que no consideren que toda la porquería está localizada y neutralizada. Algo que no depende sólo de la transparencia contable.

5-V-12, M. Pérez, lavanguardia

Justo después de su reunión con Draghi, se celebró una cena en honor del consejo del BCE en el palacio de Pedralbes. Allí estaban, además de Rajoy y Draghi, la mayor parte de los protagonistas del sainete bancario español. Un amortizado Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, que pasó sin pena ni gloria, poco más de dos meses más en el cargo, desautorizado por el Gobierno, que le imputa no haber actuado a tiempo y, al final, haber dejado pasar a Bankia el filtro del último decreto de reestructuración del sector, dejando expuesto el problema sin solucionarlo.

Nadie, ni en el Gobierno ni en el sector, compra el argumento de Ordóñez de que ha sometido a Bankia a un estricta vigilancia, con cambios en la gestión y plan de desinversiones incluidas, que le obligará a darle la vuelta a la entidad o a buscar una alianza.

El presidente de un importante banco español aseguraba el pasado viernes a este diario que "en el extranjero ya no nos preguntan por la situación del sistema financiero en general, sino por el estado general de la economía, pero sobre todo por el futuro de Bankia". No es el único testimonio en la misma línea recogido en los últimos días.

Rodrigo Rato, el presidente de Bankia, también estaba en la cena de Pedralbes para defender su posición. Lo hizo ese mismo jueves, a primera hora de la mañana en Esade: lo suyo es recuperar la rentabilidad y la independencia. Un tarea hercúlea atendiendo a los datos conocidos. Bankia tiene casi el doble de activos inmobiliarios adjudicados que el BBVA o Caixa Bank. Y la tormenta no descansa. Al contrario, descarga con más fuerza. "A nosotros nos está entrando ahora el doble de inmuebles de lo que vendemos", señalaba en privado esta semana el máximo ejecutivo de uno de los grandes bancos españoles. "Los últimos cuatro trimestres están siendo los más duros", señala el presidente citado anteriormente.

Rato se siente fuerte. Asistido por su entorno, en especial Juan Manuel Fernández Norniella, uno de sus hombres de confianza en el mundo empresarial en su etapa como vicepresidente económico de los gobiernos de Aznar, y actualmente adjunto a la presidencia de Bankia. Animado también por aguirristas declarados, como Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE y una de las principales force de frappe de la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.

Atrás han quedado ya los contactos con el Caixa Bank de Isidre Fainé, también comensal el jueves, animado por el Banco de España a buscar una fusión. Fuentes implicadas aseguran que Rato dio marcha atrás al saber que las relaciones entre La Caixa y Caixa Bank están reguladas por un protocolo que fija que las decisiones estratégicas del banco, y el nombramiento de sus responsables, deben acordarse previamente en el consejo de la primera, que debe velar por tener siempre la mayoría del capital del banco.

6-V-12, M. Pérez, lavanguardia