España cañí -53: un uso fraudulento, y bastardo, del sistema jurídico

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El 8 de noviembre del año pasado, un vecino de Mataró, Damián Chacón, de 73 años, ingresó en el hospital Clínic de Barcelona. Estuvo justo diez días, porque el décimo murió a causa de una hepatitis fulminante. ¿Qué le había provocado la hepatitis y qué había hecho que tuviese que ingresar en el Clínic? Pues que el hombre cogió unas setas de un parterre de Mataró y se las comió. Según explican los diarios, las setas que cogió eran de la especie Lepiota brunneoincarnata, una de las más tóxicas, a menudo letal, cómo fue el caso.

La familia ha decidido contratar un bufete de abogados y tirar adelante una reclamación patrimonial, como paso previo a una demanda judicial contra el Ayuntamiento de Mataró. Le piden 200.000 euros. Me parece una noticia despampanante. La muerte de una persona es siempre un hecho lamentable, que deja a los familiares hundidos en el dolor. Pero eso de demandar al Ayuntamiento porque el señor en cuestión cogió unas setas venenosas y se las comió me parece fuera de toda lógica. No fue el Ayuntamiento quien lo indujo a hacerlo. Lo hizo él, por propia voluntad. Si hubiera cogido una cagarruta de perro en mal estado y se la hubiese comido, y como consecuencia de habérsela comido se hubiese muerto, ¿también denunciarían al Ayuntamiento porque hay cagarrutas de perros en mal estado en los parterres de Mataró?

Tantas cosas buenas como se pueden aprender de muchos lugares del mundo, y la gente se empeña en aprender las más estúpidas. Toda esa obsesión por las demandas empezó en Estados Unidos y poco a poco se ha extendido por todo el planeta. Un señor ha fumado toda su vida -desde que era adolescente- dos paquetes de Lucky Strike al día y se muere a los sesenta años de un cáncer de pulmón. Inmediatamente la familia presenta demanda contra la tabacalera que fabrica Lucky Strike con el argumento de que es culpable de que se haya muerto. ¡No él, por fumar dos paquetes diarios desde adolescente, sino la tabacalera! Sorbito a sorbito una señora se bebe botella y media de Tanqueray al día y, cuando se muere de una cirrosis, el viudo, compungido, presenta demanda contra los fabricantes de la ginebra, porque los considera culpables de la muerte de su mujer. Anda ya. Sólo faltaría ahora que los ayuntamientos tuviesen que dedicar esfuerzos a mantener todos los parterres sin ninguna seta, por miedo a que haya alguna venenosa y un desinformado la coja y se la coma. Una de las premisas básicas de todo buscador de setas es saber si las que encuentra son comestibles o no, y no coger nunca ninguna de la que dude. Sin embargo, en todos los países micófilos -Catalunya, uno de ellos- cada año muere alguien por haber ingerido setas venenosas y a nadie se le ocurre buscar quién es el propietario del bosque donde las cogió para denunciarlo; al menos de momento.

1-V-12, Quim Monzó, lavanguardia