el Gobierno chino vuelve a cerrar el acceso al Tíbet

Las autoridades chinas han cerrado el Tíbet a los visitantes extranjeros, según indicaron ayer las agencias de viajes. Esta medida se aplicará al menos hasta octubre y, aunque no han dado explicaciones del porque, se cree que está relacionado con los tibetanos que se han prendido fuego últimamente para protestar contra el dominio chino y con el próximo inicio del festival de Saga Dawa, que celebra el nacimiento de Buda en el calendario tibetano. El mencionado festival atrae numerosos visitantes.

7-VI-12, afp, lavanguardia

Pekín ha decidido retringir temporalmente el acceso de turistas al Tíbet, según han indicado varias agencias de viajes consultadas por la agencia France Presse, tras las recientes inmolaciones de varios activistas, que se quemaron a lo bonzo. Las autoridades han tomado la medida coincidiento con el comienzo de un festival que acoge anualmente a cientos de turistas en la región, que continúa bajo una estrecha vigilancia desde la erupción de violentas manifestaciones contra el Gobierno chino en marzo de 2008.

Los reguladores turísticos del Tíbet habrían comunicado a las agencias de viajes a finales de mayo que cualquier viaje de turistas extranjeros a la región autónoma, en el suroeste de China, quedaba prohibido. «La Oficina de Turismo nos ha pedido que detengamos los viajes organizados al Tíbet para grupos de extranjeros a finales de mayo. No sabemos cuándo levantarán esa prohibición», explicó a Afp un empleado de Tibet China International Tour Service. Otra fuente de la agencia Tibet China Travel Service dijo que la medida podría estar relacionada con el arranque del festival Saga Dawa, que celebra el nacimiento de Buda según el calendario tibetano.

A ese festival, que este año se inauguraba el 4 de junio, el día en el que se recordaba la matanza de la plaza de Tiananmen en 1989, acude un gran número de peregrinos budistas.

No es la primera vez que Pekín decide cerrar los accesos al Tíbet en un periodo de tensión o cuando teme enfrentamientos en la región, donde numerosos activistas tibetanos protestan por la represión de su cultura y de su religión por parte del Gobierno chino.

Cerca de cuarenta tibetanos se han inmolado prendiéndose fuego o han intentado hacerlo en las zonas fronterizas de las provincias vecinas del Tíbet, según datos de las organizaciones pro derechos humanos. El pasado 27 de mayo dos tibetanos se inmolaron por primera vez en la capital, Lhasa.

6-VI-12, agcs, abc

Las autoridades chinas han hecho saber a las agencias de viajes que, de forma indefinida, dejan de dar permisos de entrada a Tíbet. La medida es la última de una serie de restricciones a la llegada de visitantes que el Gobierno de Pekín ha ido dictando últimamente, y se produce después de que, hace dos semanas, dos tibetanos se inmolasen a lo bonzo.

La ocupación de Tíbet y la represión sistemática de los derechos de aquel país han incluido siempre un control turístico metódico e implacable. El jueves pasado hablaba de ello Abc News (que no hay que confundir con el Abc, sea el madrileño o el sevillano): durante todas estas décadas de ocupación, cada vez que hay una revuelta popular, el Gobierno chino cierra las fronteras tibetanas a los visitantes, sean chinos o de otros estados. Cada vez que en Tíbet hay festividades políticamente señaladas -conmemorativas o reivindicativas- que puedan hacer prever incidentes, China toma inmediatamente esa medida. Por una parte, eso contribuye a debilitar la economía tibetana, que, como la de todos los países que no tienen casi nada mejor que ofrecer (y no quiero poner ejemplos próximos), se aferra al turismo como a un hierro candente. Supongo que al Gobierno chino le debe parecer bien, aunque el objetivo primero sea impedir que simpatizantes de la causa tibetana entren en Tíbet para mostrar su apoyo. Un apoyo que -más allá del de Sharon Stone, Richard Gere, Paris Hilton y otros actores de Hollywood con ganas de hacerse el concienciado y así promocionarse- tiene también adeptos entre los chinos honestos, que no están de acuerdo con la actitud de su gobierno hacia Tíbet. Así pues, tal como decíamos, cada vez que hay festividades señaladas el gobierno de Pekín cierra las fronteras de Tíbet, y esos cierres son previsibles, pero este de ahora no lo era. Hacía mucho tiempo que no había habido un cierre indefinido.

Cuando un gobierno cierra a cal y canto lo que considera una provincia suya el mundo tiende, lógicamente, a pensar que alguna cosa grave está sucediendo ahí y que el gobierno en cuestión no quiere que el mundo se entere. Un gobierno con una mínima cintura no lo haría nunca, pero las artes de la diplomacia y de las relaciones públicas no son la especialidad de la República Popular China. Que el régimen hace y deshace como le parece en los territorios que controla no es ninguna novedad, como tampoco lo es que los derechos humanos se los pasa por donde le parece. Con gran maestría ha sabido compaginar comunismo y capitalismo y ha destilado lo peor de cada sistema hasta crear el cóctel perfecto que ha llevado al país a ser la segunda potencia económica mundial y, si nada falla, la primera en el 2016. ¡Enhorabuena!

13-VI-12, Quim Monzó, lavanguardia