ONU: seguimos sin Tratado sobre el comercio internacional de armas ligeras

- campañas sobre el comercio de armas ligeras

La negociación en la ONU para lograr un primer tratado sobre el comercio de armas convencionales acabó ayer en fracaso. El objetivo era que los 193 estados miembros se comprometieran a vigilar que el armamento vendido no fuera a ser utilizado “en violaciones graves de los derechos del hombre”. Las negociaciones seguirán hasta final de año, prórroga que han solicitado EE.UU. y Rusia.

Si este fin de semana los miembros de la ONU hubiesen acordado el tratado sobre el Comercio de Armas, en el futuro la exportación a países represores habría topado con más obstáculos para hacerse con el material de la represión. Pero el intento ha fracasado. Las negociaciones, que han durado un mes, terminaron el viernes en Nueva York sin acuerdo y pueden quedar aplazadas hasta el año próximo.

Las reticencias de China y Rusia y, sobre todo, las objeciones de última hora de Estados Unidos a un acuerdo rápido hicieron descarrilar la posibilidad de regular, por primera vez, el comercio internacional de armas.

“Las normas internacionales gobiernan la venta de todo, desde los plátanos hasta las especies en peligro de extinción, pasando por las armas de destrucción masiva, pero no las pistolas ni las granadas”, dijo en Londres, antes de la ruptura de la negociación, el viceprimer ministro británico, Nick Clegg. “Esta anomalía –añadió– provocará un sufrimiento indecible en conflictos por todo el mundo”.

Las cifras son elocuentes. Unas 750.000 personas mueren al año víctimas de la violencia armada, según datos del Gobierno británico. El negocio mueve más de 45.000 millones de euros anuales. Estados Unidos –el país al que este fin de semana activistas y diplomáticos apuntaban como primer responsable del fracaso de la negociación– es el mayor exportador mundial.

El tratado aspiraba a someter a un mínimo control internacional la exportación y la transferencia de, como mínimo, armas ligeras, misiles, barcos de guerra, helicópteros, aviones de combate y tanques. El último borrador abría la puerta a ampliar la lista.

“El tratado no era fantástico, pero tenía bastantes cosas positivas”, dice Alberto Estévez, miembro del equipo de Amnistía Internacional que ha asistido a las negociaciones. “La prueba de fuego es: ¿se pararían las exportaciones a Siria o no? Con este borrador, sí”.

El texto del último borrador, que circuló el jueves antes de ser descartado el día siguiente, preveía la obligación de impedir la entrega de armas convencionales a países o personas que pudieran usarlas para cometer actos de genocidio o crímenes de guerra o contra los derechos humanos.

Cualquier firmante del tratado que quisiera exportar armas debería realizar previamente un análisis del riesgo que supone. Estévez pone el ejemplo de la exportación, por parte de EE.UU., de gases lacrimógenos a Egipto o de armas de fuego a Bahréin. ¿Existe la posibilidad de que se utilice en manifestaciones? ¿Dispararán al aire o a matar? En función del resultado de este análisis, podría suspender la autorización o condicionar la exportación al respeto de los derechos humanos.

El proceso que este fin de semana se ha atascado en Nueva York arrancó en el 2006, cuando la Asamblea General de la ONU votó a favor de negociar el tratado. Estados Unidos, por entonces gobernado por la Administración republicana de George W. Bush, votó en  contra. En el 2009, su sucesor, el demócrata Barack Obama, decidió cambiar de política y apoyar un tratado. Sin el primer exportador mundial, el tratado habría sido poco efectivo.

Hasta el jueves, los países más reticentes parecían Rusia y China. Pero fue Estados Unidos el que rompió la baraja.

El Departamento de Estado requirió “más tiempo”. Las negociaciones, según un comunicado de la portavoz Victoria Nuland, deberían retomarse en el 2013. Es decir, después de las elecciones presidenciales del próximo noviembre. EE.UU. quiere que el tratado se adopte por consenso.

“Pese a todo, la sensación que tenemos es que hemos estado muy cerca de un tratado”, dice Jordi Armadans, director de la Fundació per la Pau, que asistió a las negociaciones. “Hace diez años habría sido impensable. Y es impensable que en diez años no se consiga algo. Estamos en el camino. No me imagino diez años más de impunidad”.

¿Por qué la Administración Obama, que en el 2009 anunció que se sumaba a los esfuerzos para regular el comercio de armas, ha hecho naufragar el acuerdo en el último minuto? Estados Unidos sigue declarándose favorable al tratado. Pero quiere más tiempo. El jueves, horas antes del límite fijado para alcanzar un acuerdo, 51 senadores –republicanos y demócratas– expresaron por carta al presidente Barack Obama y a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, su “gran preocupación” por los efectos del tratado en el derecho a portar armas en EE.UU. La Asociación Nacional del Rifle –el poderoso grupo de presión proarmas– ha desarrollado una intensa campaña contra el tratado, aunque el tratado especifica que cada Estado es soberano para organizar como le convenga el comercio en su interior. Con las elecciones a tres meses, Obama no quiere correr riesgos. Y, en todo caso, el Senado debería ratificar el acuerdo. En estos momentos, parece imposible.

29/30-VII-12, afp/M. Bassets, lavanguardia