"TVs públicas: las comparaciones...", Jordi Balló

La televisión pública del Quebec tiene un historial envidiable sobre la manera de abordar los conflictos cívicos. El pasado jueves tuve una buena prueba.

Québec.Conecté con el canal internacional, esperé que llegaran los quebequeses, y me encontré con una escena realmente singular. Se trataba de un informativo diario que abordaba la cuestión de la ley 78, que es una ley especial propuesta por el gobierno de Jean Charest para hacer frente a las manifestaciones “abusivas” hechos por el movimiento estudiantil en los meses anteriores, especialmente en Montreal. El proyecto se aprobó en la asamblea del 18 de mayo y desde entonces ha recibido la oposición de partidos que no están en el Gobierno y de varios movimientos sociales que denuncian los límites que este decreto impone a las libertades de expresión y manifestación. En el informativo diario, el periodista principal, Maxence Bilodeau había invitado el presidente de la Comisión de los Derechos de la Persona y de los Derechos de la Juventud, un organismo que acababa de presentar un informe de 56 páginas que refutava punto por punto la propuesta de esta ley de restricción. El periodista, derecho y ante una mesa, recibía así en el plató el presidente de esta comisión, Gaétan Cosineau, un hombre de aspecto anodino, vestido de gris, con corbata, bastante hierático. Como texto visual de la entrevista aparecía el letrero Loi 78 ecorchée, algo así como Ley 78 desollada, un calificativo justo si uno se acerca al documento demoledor presentado por esta comisión. Quizás debido a esta contundencia, al periodista Bilodeau se le ocurrió abordar la entrevista desde el punto de vista de las bondades de la ley, usando una arma retórica del tipo: “¿No es razonable lo que propone la ley, de impedir a grupos de reunirse en el interior o en hasta 50 metros de los centros académicos?” Y el hombre que parecía gris respondía que no, que esta restricción criminalizaba cualquier grupo que quisiera reunirse y manifestarse, y que estos eran derechos esenciales de la libertad de expresión y de asociación que en ningún caso no tenían que ser conculcados. El periodista continuó: “¿No es razonable que se pida a quien se quiera manifestar que diga con suficiente tiempo donde lo hará, a qué hora y hasta donde llegará?” Y Gaétan Cosineau volvió a refutar este punto de la ley con la base del informe: es evidente que una previsión de este tipo puede ser interesante, pero no se puede exigir de manera absoluta, como hace esta ley, porque entonces se anula el derecho a la espontaneidad de un movimiento de protesta. Y esta espontaneidad forma parte también de la libertad básica de expresión y manifestación. En resumen, concluía Cosineau, que la ley no es razonable, ataca los derechos esenciales del hombre y se tiene que retirar.

Fueron tanto sólo unos cuántos minutos, con los dos hombres uno ante el otro, al plató de una televisión pública. Pero en este poco tiempo me di cuenta de cómo de útil y fértil puede llegar a ser encontrar maneras cívicas de explicarse y de refutar. Y de romper con la sacralidad de leyes que parecen indiscutibles, pero las percibimos como injustas.

25-VII-12, Jordi Balló, lavanguardia