Malala Yusafzai, 14 años, mártir de su libertad, de la libertad

La quieren muerta, igual que antes la querían ignorante. Pero Malala Yusafzai, la niña pakistaní de catorce años tiroteada el martes por los talibanes, les vuelve a llevar la contraria. Al cabo de tres horas de operación en un hospital militar de Peshawar, los médicos consiguieron ayer extraerle la bala alojada cerca de la médula espinal. Una bala que ayer era reivindicada desvergonzadamente por el portavoz del Movimiento Talibán de Pakistán, Ihsanulah Ihsan. “Si sobrevive, volveremos a atentar contra ella”, dijo.

Malala –símbolo precoz de la resistencia a los talibanes en el valle de Swat– está aún en la UCI. Pero ya no se teme por su vida y se descarta trasladarla al extranjero. Mientras tanto, el país sigue su evolución conmocionado. Esta vez, a la vista de una niña que se debate entre la vida y la muerte, a quien un terrorista disparó a bocajarro, pocos políticos tienen estómago para las justificaciones de los talibanes: “Defiende la obscenidad y los valores occidentales, critica a los muyahidines y dice que Obama es su ideal. Aunque los talibanes no somos partidarios de atentar contra las mujeres, organizamos una shura (consejo) y decidimos que era legítimo y obligatorio matarla”.

Malala viajaba en el autobús de la escuela, el martes en Mingora, la principal ciudad de Swat, cuando irrumpió un individuo armado preguntando por ella. Cuando otra estudiante la señaló, el terrorista disparó sendas balas a la cabeza y el cuello de Malala y otra bala contra la acusadora. Una tercera niña, fuera de peligro, también quedó herida. Aunque hay treinta sospechosos detenidos, el verdadero culpable parece que ha huido. El gobierno regional ha ofrecido una recompensa de unos 80.000 euros.

Hace cinco años, Malala, hija de un maestro de Swat –un valle idílico a pocas horas de Islamabad, que había sido lugar de veraneo antes de convertirse en campo de batalla–, quería ir a la escuela. Pero la infiltración de talibanes en todo el distrito de Malakand, desde el 2007, lo hacía cada vez más difícil. A pesar de una ofensiva del ejército, a principios del 2009, los talibanes habían recuperado gran parte del distrito. En su marcha, los islamistas habían derribado dos centenares de escuelas, sobre todo de niñas. Su objetivo –proclamado por el mulá Fazlulah en la radio– era instaurar la charia. Allí donde se hacían fuertes, cerraban las escuelas, prohibían a las mujeres ir al mercado sin burka, ejecutaban a los desafectos y destruían discos y películas.

Contra todo eso se rebelaba Malala en su diario, escrito bajo seudónimo y difundido por el servicio en urdu de la BBC. A ella, que quería ser médico, los talibanes la habían privado de la escuela por ser niña. Los políticos pakistaníes parecían más dispuestos a apaciguar a los fanáticos que a defender su derecho a formarse.

En el 2009, el Parlamento aprobó casi por unanimidad un plan de paz con los talibanes que aceptaba la implantación de la charía en Malakand. Sólo el clamor en protesta por el vídeo del apaleamiento de una chica por la policía moral cambió la opinión del Gobierno.

El año pasado, Malala recibió el premio de la Paz de manos del primer ministro. Su ejemplo servía para disipar dudas sobre la operación armada contra los talibanes, que se había saldado con unos 2.000 guerrilleros muertos y dos millones de desplazados.

Ayer, el político de moda en el país, el excapitán de la selección de cricket y favorito del ejército, Imran Jan, tenía motivos para que le cayera la cara de vergüenza. Tanto es así que, cuando abrió la boca, finalmente se ofreció a sufragar los gastos médicos. En una marcha por la zona, pocas horas antes del atentado, Jan había proclamado, como es su costumbre, que el Movimiento Talibán de Pakistán no es más que una reacción a los bombardeos de zonas tribales por parte de aviones no tripulados norteamericanos.

El asunto cuestiona el control del ejército sobre el valle de Swat. Los talibanes han vuelto con fuerza.

11-X-12, J.J. Baños, lavanguardia

La menor, Premio Nacional de Paz de Afganistán, ha resultado herida junto con otra niñas en el ataque

Malala Yusufzai, una activista de 14 años paquistaní que hace campaña a favor de la educación de las niñas en su país y contra la represión, ha resultado herida en un ataque contra su coche por desconocidos en el valle de Swat, en el noroeste de Pakistán, según informan los medios paquistaníes.

La menor, Premio Nacional de Paz de Afganistán, ha resultado herida junto con otra niñas en el ataque, que se ha producido cuando Malala regresaba a casa desde su escuela en Mingora, principal ciudad de la región. Según la Policía, Malala ha recibido dos impactos de bala y ha sido trasladada a un hospital local, tras lo cual fue evacuada a un hospital en Peshawar, principal ciudad de esta zona del país.

De acuerdo con 'Dawn', la niña está fuera de peligro pero el primer ministro, Raja Pervez Ashraf, que ha condenado lo ocurrido, ha ordenado su traslado a Peshawar en helicóptero inmediatamente. Al parecer, según GEO TV, Malala había recibido amenazas de muerte, tras lo cual su escuela le suministró un coche especial y seguridad desarmada.

La pequeña fue galardonada con el Premio Nacional de Paz por el Gobierno paquistaní en diciembre de 2011 por sus valientes servicios para promover la paz en las condiciones extremadamente hostiles de Swat. Malala escribió en 2009 un diario para la BBC Urdu sobre la vida bajo los talibán, que controlaron esta zona de Pakistán brevemente durante ese año. Además, el grupo de defensa de la infancia Kids Rights Foundation nominó a Malala para el Premio Internacional Niños por la Paz, convirtiéndola en la primera paquistaní en optar a dicho galardón.

9-X-12, ep, lavanguardia