entrevista a Ulrich Beck, politólogo y sociólogo, autor de "Una Europa alemana"

Soy joven en cuanto me niego a analizar el presente con conceptos del pasado. Una familia hoy son las personas que comparten una lavadora. Soy alemán y soy europeo, por eso creo que la UE debe dar seguridad y beneficios no sólo a los banqueros.

Antes la UE sólo interesaba a las elites; hoy se discute en la calle.

¿Por qué?
Por miedo. Los europeos aceptamos resignados perder bienestar por la globalización, pero tememos una catástrofe económica europea.

¿Sólo el miedo nos hace más europeos?
Y la realidad de que nuestros sueldos y condiciones de vida –queramos o no– ya son interdependientes: Europa ha dejado de ser una opción; hoy es el único destino.

¿Debo alegrarme?
No acaba de gustarnos a todos. Y por eso resurgen los nacionalismos como refugio.

Con sus referéndums.
En Escocia y en Catalunya, sobre su independencia, y en toda Gran Bretaña, sobre su pertenencia a la UE. Y habría aún más consultas si se agravara la crisis: son un error.

¿Por qué?
Porque en la UE el nacionalismo es el peor enemigo de la nación. Si Gran Bretaña abandonara la Unión Europea, sería su suicidio como Estado nación, porque perdería su relación especial con Washington –que ya le ha advertido– y vería cómo la abandonaban Escocia y Gales.

¿Y España?
Si España hubiera reaccionado a su crisis con más nacionalismo español y hubiera abandonado el euro, también habría perdido a Catalunya y el País Vasco. Ya no existiría.

Somos europeos con o sin ganas.
Pero la UE no es una identidad. Y dudo que llegue a sustituir a las naciones.

Los estados cederán más soberanía.
No estamos cediendo soberanía, sino autonomía. La soberanía sólo existe en la medida en que sirve para solucionar nuestros problemas. Y la soberanía de los estados nación ya no sirve para solucionarlos. Hoy los europeos somos soberanos en la UE.

España tuvo soberanía para hundir su economía y corrige sus errores en la medida en que obedece a la UE.
Españoles e italianos son los más capaces de verse con los ojos de los demás europeos.

Sus elites son más corruptas y rapaces.
Los alemanes también deberíamos aprender a vernos así. No crea que nuestros bancos están menos podridos hoy de lo que estaban los bancos rescatados españoles. El éxito alemán no es el de sus elites, sino el de la concertación entre trabajadores y empresarios que logran adaptarnos a los mercados y superar las crisis con pactos y flexibilidad.

A ver si aprendemos a copiar lo bueno.
Es el camino, no creo en una supereuropa como Estado federal. Encontraremos fórmulas de cooperación inter pares como fueron la liga hanseática o la liga griega de polis.

Por ejemplo.
El matrimonio homosexual es un tema europeo por la libertad y derechos humanos europeos, pero cada nación le da su respuesta.

¿Por qué Merkel, a la que usted apoda ‘Merchiavella’, manda hoy en la UE?
Por su sabia combinación de ‘Merkel y Machiavello’: ha sabido aplicar en Alemania una política amable y socialdemócrata de consenso y concertación y en el resto de Europa sólo un estricto neoliberalismo.

Gana votos en casa y manda en la UE.
Su estrategia es imponer no por la orden, sino por la duda. Cuando quiere mandar en Madrid, no amenaza a Rajoy con lo que hará, le basta tantear qué podría no hacer. Podría, por ejemplo, “no” rescatar a la banca española o “no” comprar su deuda pública.

Y en Madrid obedecen acongojados.
Es el poder difuso de la duda merkiavéllica.

¿Por qué Alemania quiere gobernar?
Desde el universalismo kantiano, nos creemos encarnación de la razón práctica llamada a solucionar los problemas mundiales.

Desembocaron en demencia colectiva.
Logramos superar la vergüenza del nazismo con el Wirtschaftswunder, el milagro económico de la posguerra. Era un nuevo consenso racional nacional del que sí podíamos sentirnos todos orgullosos. Y así nuestra nueva bandera fue el deutsche mark.

Hoy redivivo en el corazón del euro.
Y por eso, al hundirse el comunismo, nuestra elite se vio legitimada para aconsejar a los alemanes del Este –que asintieron– cómo reconvertir e integrar su economía arruinada en nuestra máquina productiva.

La razón alemana hoy es económica.
¡Exacto! Y así, tras renovar el milagro en la Alemania del Este, nos sentimos llamados a reeditarlo ahora con el euro en España, Italia, Grecia, Portugal... Hundidas por mala gestión, la burbuja y la ineficiencia.

La economía no es rama de la moral.
¡Para nosotros es la moral! Sólo realizable con virtudes morales: ahorro, esfuerzo luterano, sacrificio cotidiano y la austeridad que lleva a la prosperidad. Es la base ética de un nuevo euronacionalismo alemán plasmado en la sparpolitik (la austeridad).

La deuda keynesiana logró crecimiento económico sin sacrificio inútil.
Chocamos con los anglosajones, que conciben la economía como un mero sistema con crisis y soluciones funcionales no morales.

Para ustedes, la ruina viene del pecado.
Y si te sacamos de la crisis sin que purgues tus pecados financieros, volverás a derrochar, holgar y crear otra mayor.

Beck explica el “euronacionalismo” alemán de la sparpolitik (austeridad) nacido de su Wirtschaftswunder (milagro económico de posguerra) y renovado en los noventa en la Alemania excomunista y hoy en España y demás países arruinados del euro. Después propone una alternativa que garantice beneficios a todos “y no sólo a los malos banqueros”. Sería un contrato social europeo para blindar nuestras libertades, Estado de bienestar, sanidad y educación en la UE y convertirla así en una auténtica sociedad europea. Y propone reunir a sus impulsores –él traerá a los líderes alemanes– y firmar aquí un “Contrato de Barcelona 2013” para lanzar la propuesta.

16-I-13, Lluís Amiguet, lacontra/lavanguardia