"Basta ya de corrupción", lavanguardia

Desde hace ya demasiado tiempo, los ciudadanos se desayunan cada día con un nuevo caso de corrupción política en España que primero produce perplejidad y después indignación. Cunde la sospecha que ciertos comportamientos irregulares en el entorno de los partidos se han desarrollado en un clima de total impunidad, inadmisible en democracia. Y se extiende el desánimo general ante el exceso de desparpajo y irresponsabilidad con que, pese a las graves sospechas que se ciernen sobre ellos, muchos de esos partidos hacen frente a la aparición de esos casos. El resultado es que se generaliza la impresión que es todo el sistema político el que está afectado, que la corrupción forma parte de la cultura política del país y que, por tanto, la desafección ciudadana –la desconfianza hacia los poderes públicos– está más que justificada...

Y más aún cuando ante todo ello, los políticos, casi sin excepciones, optan por mirar hacia otro lado. Lejos de buscar soluciones que han de pasar necesariamente por la transparencia y la adopción inmediata de medidas ante la sospecha fundada de irregularidades, sin menoscabo de la presunción de inocencia, los partidos siguen aferrándose al uso de las acusaciones de corrupción como arma arrojadiza contra el contrario. De manera que las responsabilidades de otros les sirvan para tratar de esconder las propias.

Muchas son las causas de la corrupción y todas sobradamente conocidas: desde la deficiente, por opaca, ley de financiación de los partidos hasta la irresponsabilidad en la gestión de los recursos públicos. Lo inédito sigue siendo el compromiso para hacerles frente. El mínimo que exige una democracia decente.

19-I-13, lavanguardia