"El caso Amy Martin", Laura Freixas

No tengo el gusto de conocer a ningún yerno de Rey. Tampoco a ningún alcalde de Sabadell, tesorero del Partido Popular, presidente de la Generalitat valenciana, del Parlamento balear o del Palau de la Música. No frecuento a empresarios relacionados con concesiones de ITV, los ERE en Mercasevilla o cursos para parados. En fin, que soy una pobre diabla. Ni siquiera he comprado churros en Lloret, qué pena, con lo bien relacionado que resultó estar el churrero, que, por cierto, era ruso... La corrupción, en fin, me quedaba muy lejos. Pero, en cambio, conozco a muchas y muchos escritores. Por eso el caso Amy Martin, aunque no sea más que el chocolate del loro (50.000 euros frente a millones; como ha escrito Juan José Téllez, con la corrupción la derecha hace negocios y la izquierda hace el ridículo), me ofende más que ninguno. Como saben, la Fundación Ideas, del PSOE, dirigida por el profesor universitario Carlos Mulas, pagó varios artículos, a lo largo de dos años, a 3.000 euros la pieza, a una supuesta analista norteamericana llamada Amy Martin. Un encargo bastante raro, pues no la conocían ni en persona ni de referencia, dado que no publica en ningún otro sitio. Sorprendente, también, la tarifa de 3.000 euros (de fondos en gran parte públicos), cuando lo habitual son 300 o, como mucho, 500. ¿Y quién resultó ser Amy Martin? La novelista Irene Zoe Alameda, esposa del señor Mulas. El cual, asegura la señora Alameda, no sabía nada: se enteró cuando le destituyeron. La escritora afirma, en un comunicado, que no ha hecho “nada malo” (pero dice que devolverá el dinero) y se presenta a sí misma y su ex como “víctimas sacrificiales que soportan una carga de odio inexplicable”.

¿Inexplicable? Me va a permitir que se lo explique. Quienes se dedican en nuestro país al articulismo, la literatura, la universidad... están pasándolas canutas casi todos. Para ganarse la vida, esos desgraciados ¿qué hacen? ¡Trabajan! Así les va a los pobres. Compárese ahora con cómo les va a algunas y algunos que quizá también trabajan mucho, pero sobre todo, como suele decirse, “se saben mover”... Creíamos que las “dos Españas” eran la izquierda y la derecha, la españolista y la catalanista, la católica y la laica, pero tal como están las cosas, la verdadera división empieza a estar entre los que tienen principios y los que tienen padrinos.

31-I-13, Laura Freixas, lavanguardia