si el agua es la condición de vida, nosotros somos imbéciles (plásticos, pero imbéciles)

En los océanos hay tanta basura que hasta navegar se está volviendo peligroso. En la última edición de la Vendée Globe, la regata en solitario alrededor del mundo, de veinte participantes, seis tuvieron que abandonar al chocar con un ofni (objeto flotante no identificado). Debido a los impactos, las embarcaciones perdieron la quilla y los tripulantes tuvieron que abandonar. En particular, el español Javier Bubí Sansó estuvo 12 horas en una balsa salvavidas porque su velero volcó y tuvo que ser rescatado por un helicóptero. Joan Vila, que ha participado en cuatro regatas alrededor del mundo, hace un par de años topó con un ofni y también tuvo que retirarse.

“El problema es que no consigues ver estos objetos porque flotan justo bajo la superficie. Ni el radar los detecta. Es difícil tener un registro estadístico, pero cada vez hay más accidentes”, explica a este diario.

Una de las mayores amenazas son los contenedores. Se calcula que cada año caen 10.000 en alta mar por las tormentas. Y pueden flotar durante varios meses, al ser herméticos. El pánico está servido: hablamos de un cajón de acero con un peso de hasta 30 t.

Según un informe de la UPC, los datos vienen a demostrar que “estos contenedores a la deriva son un riesgo para la navegación, puesto que, en caso de impacto, su penetración en el casco y la apertura de una vía de agua en cualquier embarcación son casi seguros”. Y cuando los contenedores se abren y se hunden también pueden dejar residuos peligrosos y de gran tamaño (se calcula que un 10% de su contenido es tóxico).

Los plásticos también suponen un peligro para la navegación, porque los materiales plásticos pueden dañar las hélices. Un estudio de la Royal Lifeboat Institution cuantificó en un año hasta 200 accidentes de este tipo, de los cuales el 11% “pudo ser mortal”. “Hay que tener mucho cuidado en las regatas costeras, porque los plásticos también pueden meterse en la palas de los timones”, alerta Joan Vila.

Y no sólo en las costas. El tsunami de Fukushima (Japón) en el 2011 arrastró cinco millones de toneladas de desechos (barcos, coches, electrodomésticos, alguno de los cuales siguen flotando) en medio del Pacífico. Jorge Luis Valdés, director del comité de ciencia del Océano de la Comisión Intergubernamental de la Unesco, recuerda que hay cinco zonas en distintos océanos del planeta en las que, debido a la escasez de corrientes, se han llegado a formar auténticas islas de plástico.

La más conocida es la que descubrió Charles Moore a bordo de su catamarán Alguita, con una extensión de más de 1,4 millones de km2. Además, la basura marina no tiene fronteras y se extiende. Restos de un contenedor caído en el mar de China en 1992 (unos patitos amarillos de plástico) llegaron dos años después ¡hasta Islandia! Poco se puede hacer para limitar los daños causados por los residuos flotantes una vez arrojados. Para el oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer, el porcentaje de recuperación de objetos en el área del Pacífico apenas llega al 2%.

Según Eric van Sabelle, del Consejo Australiano de Investigación, aunque mañana mismo dejáramos de arrojar basura plástica a los océanos, la concentración de estas masas en las aguas seguiría produciéndose en los próximos años.

“Mientras en las décadas anteriores los problemas de la contaminación marina eran los pesticidas o los hidrocarburos, en la actualidad el mayor peligro procede del plástico”, alerta Valdés. Con el tiempo, los residuos plásticos adquieren un tamaño tan reducido que los peces los confunden con el plancton. Son ellos los que, al final, se llevan la peor parte.

14-II-13, P. Sandri, lavanguardia