"Rendir cuentas a la sociedad", Lluís Foix

Un novelista norteamericano ha escrito que el optimista proclama que vivimos en el mejor de los mundos posibles, mientras que el pesimista teme que esa sea la verdad. Lo saca a relucir Zygmunt Bauman en uno de sus muchos ensayos. Hay gente que está tan hundida que no considera la posibilidad de que las cosas puedan ir medianamente bien. Son pesimistas estructurales porque se encuentran tirados en los circuitos de la pobreza, la exclusión y la fragilidad.

Estaba ayer siguiendo los debates en el Congreso de los Diputados y en el Parlament de Catalunya. Casi todos los duelos dialécticos de los políticos se centraban en la corrupción, la necesidad de transparencia y la regeneración democrática.

En las dos cámaras se intentaba exigir que la claridad y la honradez sean imprescindibles para el buen gobierno de cualquier sociedad. Pura retórica. Se intentan demostrar los valores cuando lo que hay que hacer es mostrarlos con las conductas.

La corrupción acampa desde hace tiempo en la política española y catalana. Es positivo que ahora, por lo menos, salgan a la luz y la opinión pública pueda tener una cierta idea de cómo se financian ilegalmente los partidos y cómo se enriquecen quienes se sirven de la política para saltarse leyes sin escrúpulos y sin decencia.

Pero la corrupción no está sólo en la política ni en los políticos. Se encuentra también en otros ámbitos de las instituciones, en la sociedad civil y en todo tipo de colaboradores necesarios que actúan como corruptos o corruptores que se mueven en las esferas ajenas a la política.

Los corruptos y los corruptores perjudican directa o indirectamente a los más débiles, a los que se someten a un expediente de desahucio, a los que no tienen motivos para ser optimistas, a los que buscan inútilmente trabajo y a cuantos han perdido la esperanza de salir del circuito de la miseria.

He escuchado a políticos españoles y catalanes estos días hablando del peligro del populismo alimentado por la precariedad cada vez más generalizada. Lo han dicho el president Mas y la señora Cospedal. Para frenar esos populismos anunciados hay que ser más responsables, hay que dimitir cuando alguien es imputado, hay que decir la verdad y no esconderse en mentiras, en espionajes chapuceros y en fortunas almacenadas en paraísos fiscales o en la opacidad de cuentas en países extranjeros.

Mientras no se instaure la idea de accountability, el rendir cuentas, el responder públicamente de la gestión de la política, no avanzaremos hacia una cierta confianza entre gobernantes y gobernados. Es posible y saludable ser optimista. Pero antes hay que eliminar muchas malas prácticas, exigir renuncias o dimisiones, invitar a quienes no han hecho otra cosa que política en su vida a que conozcan lo que es trabajar como ciudadanos.

14-II-13, Lluís Foix, lavanguardia