"Semántica de la corrupción", Ricard Zapata-Barrero

Oímos por doquier lamentos de que la democracia no funciona, y se reniega de ella por permitir usar la “política para hacer mercado privado”. De seguir confundiendo las cosas podemos descarrilar, atrapados por una situación cuyas reacciones emotivas son de indignación hacia lo político, especialmente en tiempo de demandas de sacrificios todavía no del todo justificados.

Los casos de “manos sucias” no son producto de nuestro sistema democrático, sino de su fortaleza. Idealmente, el siguiente paso debería ser que el corrupto pierda de forma permanente todo acceso al Olimpo de lo público, y quitarle hasta sus honores, como se está pidiendo para el (ex)duque de Palma, e incluso que devuelvan sus sueldos públicos, por su mal uso. El problema es que no acabamos de saber bien cómo gestionarlos con contundencia una vez hechos visibles, y si hemos agotado los suficientes mecanismos para su prevención.

Debates sobre la mercantilización de lo público (partidos políticos, urbanismo local, “amigos y coronas”) son buenos. La democracia es, creo, también el marco que debe guiar la discusión. Pero el control no debe ser institucional, sino también ciudadano. El ciudadano debe tener mecanismos para controlar a los políticos, acceso a la información para asegurarse de que el que ha violentado la confianza pública no pueda nunca ejercer como tal. Hay que profundizar mecanismos participativos, como usar webs institucionales que permitan seguir los casos de corrupción cerrados, en proceso, bajo sospecha.

La semántica de la corrupción debe ser encarrilada dando mecanismos de participación al ciudadano, y que, en lugar de sentirse debilitado, refuerce su papel de agente público. La mentalidad democrática está en estos momentos bajo mínimos. Debemos reanimarla con medidas claras, rápidas y convincentes, si no la semántica de la corrupción seguirá su curso de desorientación hacia un terreno que todos rechazamos.

18-II-13, Ricard Zapata-Barrero, catedràtic acreditat de Ciència Política, Universitat Pompeu Fabra, lavanguardia