España cañí -101: un Estado fuerte, chupóptero de una sociedad sometida

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El último Salvados de Évole fue un retrato preciso y sangrante de lo enormemente difícil que es intentar ser un emprendedor en la kafkiana España del papeleo funcionarial. Lo que Joan Rosell bautizó como la “tecnoestructura”, ese ejército de cargos y carguitos de la administración que manda más que un ministro. Uno de los entrevistados fue Ramón Iglesias, propietario de una pequeña bodega de Cádiz y cuyas perlas fueron demoledoras. Decía, por ejemplo: “Bill Gates y Steve Jobs empezaron sus imperios en el garaje de su casa, si en España hubieran intentado lo mismo los hubieran empapelado”. Y entonces explicaba cómo le habían pedido desde estudios arqueológicos hasta un estudio de impacto acústico de la bodega “cuando el vecino más cercano vive a... ¡tres kilómetros!”. La broma para abrir su bodega le costó años de recorridos por las consejerías, ayuntamiento y diputación y un montante de 12.000 euros en impuestos y tasas y más de 40.000 en informes técnicos, cuya necesidad y utilidad eran descriptibles. “La inversión no la recuperaré nunca”, asegura el propio Iglesias.

Estoy convencida de que el vía crucis que denunció este emprendedor andaluz es el relato común de todos los autónomos o pymes que en algún momento han tenido la mala idea de iniciar una aventura empresarial.

Los ahogan con papeles, los despistan, los entretienen, a menudo se encuentran con funcionarios que ni tan sólo entienden lo que deben pedirles y por el camino de la fatiga de un sistema asfixiante le sacan el dinero que debería servir para abrir la empresa.

5-III-13, Pilar Rahola, lavanguardia