España cañí -102: y además, la verbena, olímpica de la Paloma
El Nuevo Mestalla debía ser uno de los estadios más guays de España y del extranjero. Eso era cuando Valencia levantaba alegres palacios de las Artes y las Ciencias, cuando echaba la casa por la ventana por una competición de vela, cuando Francisco Camps y Rita Barberá se paseaban a bordo de un Ferrari por un circuito de F-1 que había que montar y desmontar trabajosamente, cuando la Generalitat Valenciana se endeudaba para construir una faraónica Ciudad de la Luz que ahora está en concurso de acreedores…
En lugar de convertirse en el estandarte de un esplendor imparable, el Nuevo Mestalla es el icono de una especulación enloquecida que creció sin control. Ahora es un mamut abandonado a su suerte. La megalomanía de los nuevos ricos de financiar y sobrefinanciar proyectos delirantes renueva la gran tradición del sainete valenciano. Con argumentos como este: una sentencia acaba de declarar nulo el aval de la Generalitat al Valencia por el crédito de 200 millones –se dice pronto–, que Bankia –otro que tal– prestó al club. La antes rumbosa Generalitat Valenciana se ha quitado un peso de encima, pero a Bankia no le hace ninguna gracia esta patata caliente y ahora nadie sabe quién se responsabiliza de los cuartos avalados en falso, ni cómo se devolverá el crédito, ni quién financiará las obras. Ni siquiera se sabe de quién es ahora el nonato megaestadio. Lo único cierto es que el Valencia cada día tiene más deudas.
Se acaba de saber que el Dépor debe 156 millones de euros y que la deuda del fútbol profesional español a Hacienda es de 690 millones. Cuando todo el mundo está con el agua al cuello, son muchas las entidades que deben dinero y muchas de las desmesuradas e infrautilizadas instalaciones deportivas de los años locos no pueden pagar los gastos de mantenimiento. Pero he aquí que de repente llega la semana fantástica. El ministro De Guindos dijo que todos tranquilos, que la confiscación de ahorros en Chipre no se puede extrapolar a España. ¡Auxilio!, exclama el pueblo llano, que ya se ve extrapolado de pies y manos! Y, mientras Alierta afirmaba que “hemos aprendido la lección” y que la crisis se acaba, Madrid recibía la embajada del COI que evalúa la candidatura de la capital a los Juegos Olímpicos del 2020. ¿Lección bien aprendida? ¡Faltaría más! Dicen que habrá que construir mucho y que eso generará riqueza. Vuelta a empezar, pues. Todo se arregla a ladrillazos.
Roma había optado a los Juegos del 2020, pero retiró la candidatura a causa de la crisis económica. Madrid, no. Vuelve a fantasear con los números, porque con la capital no se puede ser tacaño. Como ya ocurrió con el complejo deportivo de la Caja Mágica, que estaba presupuestado en 120 millones y costó casi 300. Casi ná. Si la candidata fuera Oviedo, o Granada, o Valladolid, o Bilbao, el sheriff Montoro llegaría con las pistolas desenfundadas dispuesto a dejar las fantasías olímpicas como un colador. Pero Madrid…
Madrid, gran embudo de España y kilómetro cero del universo, es una fiesta perpetua llena de chulapos y chulapas que se mueven al compás de un organillo, como los de La verbena de la Paloma, que se estrenó en 1894. Un personaje de aquel divertimento lírico, la tía Antonia, se expresa con los sólidos argumentos del castizo centralismo español: “¡Olé, olé, olé, que te aplaudo yo! ¡Porque sí señó! Y lo digo yo, ¡y sanseacabó!”. Con este impecable razonamiento se puede justificar la candidatura olímpica de Madrid. Pero otro personaje de la zarzuela, un sereno gallego, exclama “¡Buena está la política!”, a raíz de unos recortes que, a pesar de ser del siglo XIX, podrían ser los de hoy: “Tres faroles tenía esta calle nomás. Pues dos han suprimido”. Y concluye: “Y luego habla el Gobierno de la cuestión social... El trueno será gordo, ¡pero muy gordo!”.
22-III-13, R. Solsona, lavanguardia