"Ni mu", Imma Monsó

"Hay que refundar el capitalismo”, dijeron importantes líderes al comienzo de la crisis. Para algunos, la frase resultaba esperanzadora, para otros, aterradora. Yo era incapaz de posicionarme: cada vez que la escuchaba, me venía a la cabeza la paradoja de Russell (si consideramos el conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos, ¿estará ese conjunto contenido en sí mismo como miembro? Si lo está, por definición no se contiene a sí mismo, luego, no lo está. Pero no puede no estarlo… etcétera...). Y claro, me quedaba perpleja y muy quieta, pensando si eso de “refundar el capitalismo” sería bueno, malo, regular o sencillamente imposible. ¿Para qué volver a fundar algo que había funcionado divinamente y había respondido a la perfección a su naturaleza depredadora? O, visto desde otro ángulo, ¿para qué volver a fundar algo que había funcionado tan mal? Por otro lado, ¿era posible ni tan siquiera intentarlo, dada la correlación de fuerzas que nos domina?

La frase se convirtió casi en una consigna de los poderosos: no fue cosa de un líder ensimismado y tarambana, no. La dijo Barack Obama, la dijo Gordon Brown, ¡la dijo incluso Nicolas Sarkozy!... En el 2008, los Veintisiete salieron de una cumbre en Bruselas proclamando el acuerdo unánime de “promover una refundación” del sistema capitalista mundial. Poco tiempo después, el sociólogo José Luis de Zárraga ya insinuaba en un artículo que todos ellos habían usado el verbo refundar en vano. Explicaba que la correlación de fuerzas que nos gobierna impide semejante empresa, y que al proclamar sus intenciones, los grandes líderes no habían sido cínicos, sólo que habían ignorado que quien manda en realidad son las multinacionales y los capitales financieros vinculados a las grandes fortunas...

Que hubieran olvidado o hubieran pasado por alto esa correlación de fuerzas me resulta difícil de creer. Otra cosa es que no fueran cínicos: en eso estoy de acuerdo. En aquel momento tenían un susto mayúsculo, y sus intenciones de refundarlo todo eran francas y entusiastas. Es como cuando dices “tengo que estudiar más” o “mañana dejaré de fumar”. Expresas un deseo auténtico, no mientes ni eres cínico, sólo que todo tu deseo se consume en la intensidad del instante. Pero han pasado los días y se han ido solapando los apaños para los desastres financieros, que van estallando con gran bombo mediático de una forma que casi se ha convertido en costumbre…

Nuestros insignes mandatarios habrán pensado: “Hum, quizá, después de todo, la cosa tiene arreglo sólo retocando algunas chapucillas…”. Y el caso es que, ya ven: de “refundar el capitalismo”, nadie (de los que mandan) ha vuelto a decir ni mu.

21-III-13, Imma Monsó, lavanguardia