"The best way to rob a bank is to own one", William Black

En el 2005, la editorial de la Universidad de Texas publicó un libro con un título formidable: The best way to rob a bank is to own one (La mejor manera de robar un banco es tener uno). El título era la cita literal de una declaración tan cínica como clarividente realizada por un comisionado del gobierno de California en una sede parlamentaria. La obra se ocupaba de la crisis de entidades de ahorros y préstamos que se produjo en EE.UU. durante los ochenta y noventa y describía con precisión lo que enunciaba en su subtítulo: cómo los directores ejecutivos y los políticos habían saqueado estas entidades. Su autor, William Black, no era un autor de manuales de autoayuda o de buenas prácticas, sino un académico especializado en crímenes económicos que ha trabajado desde varios cargos en políticas de regulación económica y en la prevención del fraude y que mantiene un blog que se puede leer en el The Huffington Post. Y su libro se ha ido convirtiendo con los años, por razones obvias, en un clásico que se puede releer con provecho con ocasión de cada nueva crisis financiera.

El concepto clave puesto en circulación en la obra era el de control fraud, con el cual Black, recurriendo a la doble significación de fraud en inglés, denominaba tanto los actos engañosos que realizan en beneficio propio algunos directivos haciendo un uso instrumental de la empresa que dirigen como los mismos directivos fraudulentos que los cometen. Este concepto retomaba una idea lanzada en los noventa por George Akerlof y Paul Romer en Looting: The economic underworld of bankruptcy for profit (El expolio: El submundo económico de la quiebra con afán de lucro): la idea de que para un directivo puede resultar personalmente más provechoso llevar su empresa al desastre, una idea que no resulta tan extraña como podría parecer a primera vista si se empieza por pensar en los criterios con los que hace poco se evaluaban la eficiencia y la productividad de las entidades financieras, en la manera como se incentivaba a los directivos que obtenían resultados espectaculares a corto plazo y en el hecho de que todas las burbujas acaban por estallar.

La historia explicada por Black es un episodio algo antiguo de una larga historia criminal protagonizada por directivos fraudulentos que, con la ayuda de la contabilidad creativa y los sistemas piramidales, con la connivencia de auditorías de renombre y políticos con poder y con la tolerancia de las políticas desreguladoras, han sabido exprimir una imagen tan idílica como falsa de la situación de sus entidades para usarla como cebo en las trampas que han tendido a los inversores, clientes y ciudadanos que han acabado pagando sus fiestas.

En el libro, que si se encontrara en nuestras librerías sería una buena lectura para Sant Jordi, no se habla, evidentemente, de Chipre, donde se acaba de experimentar una nueva modalidad de robo de bancos que parece que podría tener un gran futuro en otros estados del Mediterráneo.

9-IV-13, Josep Maria Ruiz Simon, lavanguardia