el Gobierno catalán crea el Consell Assessor per a la Transició Nacional

En octubre de 1987, el filósofo Xavier Rubert de Ventós, a la sazón diputado socialista español en el Parlamento Europeo, subió a la tribuna y dijo: “Permítame, señor presidente, que me exprese aquí en catalán, en mi lengua...”. Y Rubert de Ventós hizo su exposición en catalán. El catalán no estaba reconocido como lengua oficial, ni como lengua de uso, ni nada por el estilo, pero al presidente del Europarlamento no le pasó por la cabeza retirarle la palabra al diputado, ni llamar a los cuerpos de seguridad. Al contrario, la intervención de Rubert se pudo escuchar y se puede consultar hoy en su literalidad catalana en el diario de sesiones, página 528 y siguientes en la edición del 10 de octubre de 1987. Veintiséis años después, el Parlamento español sigue negándose a escuchar la voz de un diputado que hable en lengua no castellana. Esta semana, el presidente del Congreso expulsó a los diputados de ERC que intentaron intervenir en catalán. La víspera, un auto de la justicia española pretendía imponer el uso del castellano a todo un grupo escolar sólo con que lo exija un alumno en contra de los demás. Es probablemente la reiteración de esta concepción colonial de Catalunya respecto a España lo que hace comprensible que un hombre templado e irónico como Rubert, defensor galardonado de la hispanidad se haya visto incorporado al proceso soberanista como lo más natural del mundo.

Rubert no es un caso aislado. Carles Viver Pi-Sunyer, jurista de prestigio, exvicepresidente del Tribunal Constitucional español, que dedicó los mejores años de su vida a contribuir al encaje de Catalunya en España, ha asumido la presidencia del Consell Assessor per a la Transició Nacional, convencido ya de que “ni la Constitución ni el Estatut sirven para dar respuesta a las aspiraciones de Catalunya”. En el organismo encargado de elaborar la hoja de ruta hacia el Estado propio catalán, encontramos también al catedrático Joan Vintró, que fue letrado del TC, y a su colega Ferran Requejo, apóstol del federalismo, que ha escrito su desengaño: “La experiencia me ha convencido de que el federalismo es una idea demasiado sofisticada para la cultura política española, muy simple y con dos partidos mayoritarios distintos, pero ambos retrógrados en materia de pluralismo. El independentismo, a pesar de sus incógnitas, marca un camino a explorar en el siglo XXI”. Hay más compañeros de viaje: Germà Bel, Enoch Albertí, Àngel Castiñeira, Carles Boix, Rafael Grasa, Francina Esteve, Joan Font, Núria Bosch, Josep Maria Reniu... son gentes de orden, poco sospechosos de ideologismos o de creencias nacionalistas, precisamente algunos todo lo contrario, y por alguna poderosa razón han llegado a la conclusión de que a Catalunya no le queda otro camino. Representan el gran cambio de rumbo que ha experimentado la mayoría de la sociedad catalana, la que fija el ámbito de la centralidad política. Expresar en libertad la propia voluntad siempre será lo más natural del mundo. Lo extremista es no dejar hablar.

14-IV-13, J. Barbeta, lavanguardia