el sistema electoral determina la calidad de la democracia

Catalunya podría hacer historia en los próximos meses, si saliera adelante la ley electoral que se gesta en el Parlament, una norma que sería pionera en el Estado ya que entre otras novedades permitiría a los ciudadanos votar de forma directa a una parte, pongamos la mitad, de los diputados. No se trataría sólo de desbloquear las listas –como ya se hace para el Senado–, sino de que el votante pudiera elegir al diputado de su distrito electoral entre diversos candidatos. Los grupos parlamentarios que trabajan en la nueva ley –Catalunya no ha aprobado una legislación electoral propia y aplica la española– abordarán este punto referente al sistema electoral en las próximas semanas, pero en las propuestas de todos ellos, que ha conocido este diario, hay un punto de inflexión: quieren acabar la hegemonía de las listas cerradas de partido. Es un movimiento que hay que leer en clave de regeneración democrática y como un intento de acercar la política a la ciudadanía. Y no es el único punto de posible acuerdo. De hecho, los partidos ya han pactado incorporar medidas de ahorro en la campaña electoral. Y se han desbloqueado apartados como el envío conjunto de propaganda electoral, que CiU y el PSC no aceptaban, y la posibilidad de flexibilizar los bloques informativos electorales en los medios públicos.

Sin embargo, junto a estas buenas perspectivas se mantiene el escollo principal: la representación. Y las discrepancias sobre el número de circunscripciones y su tamaño pueden volver a dar al traste con el enésimo intento de aprobar una ley electoral, como ha ocurrido hasta ahora. No es un asunto menor, sino el núcleo del sistema electoral, que determina la distribución de escaños en el territorio, y por tanto en el peso del voto. Las posturas han sido hasta el momento irreconciliables y aunque esta vez los grupos parlamentarios coinciden en que no se entendería que no fueran capaces de ceder para llegar a un acuerdo, hay poco espacio para el optimismo.

El Estatut recoge que el sistema electoral debe combinar la representación proporcional con la territorial, un mandato que los partidos interpretan de forma distinta. En Catalunya la población está distribuida de forma muy desigual y si el reparto de escaños en el territorio fuera estrictamente proporcional –como defienden PSC, PP, ICV y Ciutadans– tres de cada cuatro diputados se elegirían en una circunscripción (la provincia de Barcelona), por eso se introdujeron mecanismos de compensación en el territorio no metropolitano y las comarcas ganaron representación –es la opción que CiU y ERC defienden que se mantenga–.

Y en el momento de abordar el modelo las conversaciones se tensarán. El sistema alemán de doble voto cuenta con el visto bueno de CiU, PSC, PP e ICV –con algunas diferencias–. A grandes rasgos, permitiría elegir a una parte de los diputados de forma directa, es decir que en un distrito electoral –por ejemplo, una comarca– los votantes elegirían al diputado de ese distrito entre los candidatos que se presenten. El ganador entraría directamente en el Parlamento. El resto de la Cámara se elegiría votando una lista de partido, que algunos, como el PSC e ICV, defienden que sea desbloqueada y se puedan marcar con una cruz candidatos preferentes. ERC y C’s apuestan por un modelo distinto, de voto único, a una lista desbloqueada.

Sobre el tamaño de las circunscripciones, para el voto directo hay coincidencia en que el distrito electoral sea la comarca y distritos de Barcelona –y algunas ciudades metropolitanas–. Pero en el segundo voto, a la lista de partido, está el núcleo de la discrepancia: los partidarios de la máxima proporcionalidad defienden la circunscripción única de toda Catalunya, para que valga igual un voto de Barcelona que uno de Tremp, mientras que los que no quieren restar peso al territorio apuestan por un sistema parecido al actual, basado en las provincias o las veguerías.

Otro elemento de discrepancia es el tamaño del Parlament. Optar por el sistema alemán podría implicar ampliar los 135 escaños, una posibilidad a la que algunos, como el PP, se oponen frontalmente, pero que en general no es bien vista por nadie. Sobre el alcance de la ley, CiU quiere que se regule el sistema de elección del candidato dentro de cada partido, que sea democrático, de abajo arriba, pero el PSC va más allá y hará bandera de las primarias.

14-IV-13, S. Hinojosa, lavanguardia

El Estatut determina que el sistema electoral debe ser proporcional y asegurar la vinculación al territorio. Siguiendo estas premisas, los grupos parlamentarios proponen:

CiU. Plantea un doble voto: con el primero, se elige el 60% de los diputados por lista de partido (sistema actual) en la circunscripción del votante, que puede ser la provincia, la veguería o la unidad que recoja la organización territorial; el otro 40% será de elección directa, escaños unipersonales en circunscripciones más pequeñas: comarca y distritos de Barcelona.

ERC. Un voto a una lista de partido con la opción de marcar candidatos preferentes (lista desbloqueada). La circunscripción: la veguería. La propuesta coincide con la que hizo el grupo de expertos, en el 2007, por encargo de la Generalitat.

PSC, ICV. Doble voto: el primero, a un candidato de partido en su circunscripción electoral (comarca, grandes ciudades y distritos de Barcelona), gana uno por circunscripción, y tiene escaño asegurado. El segundo voto, a una lista de partido (desbloqueada, con opción de marcar candidatos preferentes), en circunscripción única de toda Catalunya; este segundo voto determinará el total de escaños de cada grupo en el Parlament: descontados los elegidos directamente, el resto saldrá de la lista de partido, por orden de preferencia de los votantes.

PP. Muy parecido al anterior, pero en los escaños unipersonales la circunscripción electoral sería la comarca y agrupaciones de comarcas. El segundo voto, a una lista de partido cerrada, en circunscripción única de toda Catalunya.

C’s. Similar a ERC. Un voto a una lista de partido, con la posibilidad de marcar candidatos preferentes. La circunscripción sería la provincia o circunscripción única.

Alemania: sistema proporcional y personalizado

El sistema electoral alemán es proporcional y personalizado, complica la formación de gobiernos a cargo de un solo partido, algo que solo ocurrió una vez en 57 años, y propicia las coaliciones. Los partidos que no superan la barrera del 5% de los votos, no obtienen representación parlamentaria, a menos que consigan la victoria de sus candidatos en tres circunscripciones electorales. Esta norma se justifica por el propósito de no complicar excesivamente la formación de mayorías que resultaría de una gran atomización y dispersión del voto con muchos partidos pequeños.

Cada elector tiene dos votos. En el primero se vota a un candidato de partido en la propia circunscripción electoral. Hay 299 circunscripciones. El candidato que obtiene más votos será el representante de esa circunscripción. Con el segundo voto se vota listas regionales cerradas presentadas por cada partido. La composición del Bundestag es, así, resultado de dos fuentes, una personalizada y otra que surge de las listas de partido. Cada una de estas dos fuentes aporta 299 diputados a la cámara. El sistema no disminuye el papel de los partidos en el sistema electoral pero permite también personalizar el voto según criterios no partidistas. El Bundesrat, o cámara alta de los estados federados, está compuesto exclusivamente por representantes de los gobiernos de los estados federados. /R. Poch

Francia: mayoría de gobierno asegurada

El que gana debe mandar. De este modo podría resumirse el espíritu de la Constitución de 1958, que alumbró la V República francesa. Llamado de nuevo al poder, el general De Gaulle quiso acabar con la inestabilidad política inherente a los sistemas parlamentarios –como había sucedido durante la III y la IV República– y edificar un nuevo sistema político-institucional, de corte presidencialista, que prima al poder ejecutivo sobre el poder parlamentario. La máxima expresión de esta concepción es la elección directa por sufragio universal del jefe del Estado, que sólo responde ante los ciudadanos. La arquitectura electoral busca, consecuentemente, reforzar el poder del Gobierno garantizándole, a través de un sistema mayoritario a dos vueltas, un Parlamento afín. Los 577 diputados de la Asamblea Nacional son elegidos en otras tantas circunscripciones. En cada una sólo sale elegido un diputado. Si nadie obtiene el 50% más uno de los sufragios en la primera vuelta, los que reúnan el voto de al menos el 12,5% de los electores censados –no de los votos emitidos– pasan a la segunda. Generalmente son sólo dos. Y únicamente el más votado obtiene el escaño. No hay ninguna corrección proporcional, así que los partidos grandes salen reforzados y los pequeños –a menos que lleguen a pactos preelectorales– quedan barridos. Y en cualquier caso, infrarrepresentados. /Ll. Uría

Italia: un sistema culpable de la ingobernabilidad

El actual sistema electoral italiano, apodado peyorativamente porcellum –“fue una cerdada”, dijo el ministro que lo ideó– es, entre otras razones, el responsable del monumental embrollo y del total bloqueo político tras los comicios del pasado 24-25 de febrero. La prioridad número uno es cambiar cuanto antes este sistema, para lograr que, si se vuelve a ir a las urnas, haya un resultado claro, el país sea gobernable y se acabe con el odiado sistema de listas cerradas decididas por los partidos. El método vigente es proporcional, pero con correcciones muy significativas. Estaba destinado –en teoría– a crear mayorías estables, pero ha sucedido todo lo contrario. Favorece la formación de coaliciones electorales y castiga la atomización de partidos. La coalición ganadora en el ámbito nacional recibe automáticamente un mínimo del 55% de los escaños en la Cámara de Diputados, aunque la ventaja sea mínima, como ha sucedido esta vez con el Partido Demócrata. Sólo obtiene representación la coalición que logre un mínimo del 10% de votos. Un partido individual necesita al menos el 4% de los sufragios. En el Senado se usa un sistema parecido de representación proporcional corregida, pero no se calcula sobre la base nacional sino en cada una de las 20 regiones. Eso ha dado una relación de fuerzas muy distinta respecto a la Cámara baja, sin mayoría para ningún grupo. / E. Val

Gran Bretaña: contacto directo con los votantes

Gran Bretaña tiene un sistema electoral mayoritario que favorece el bipartidismo (conservadores y laboristas), y hace dificilísima la presencia en el Parlamento de partidos pequeños o candidatos independientes. El país está dividido en 600 circunscripciones de varias decenas de miles de votantes, y cada una lleva a un diputado a la Cámara de los Comunes, que es aquel que obtiene mayor número de votos, incluso por uno de diferencia. La reconfiguración periódica del mapa electoral es objeto de considerable debate, porque los escaños resultan mucho más caros en número de votos en circunscripciones grandes de zonas rurales (feudo de los conservadores) que en territorios urbanos, más afines al Labour. El sistema favorece el contacto directo de los políticos con los ciudadanos a quienes representa, y les obliga a interesarse por los asuntos locales, yendo a veces en contra de la disciplina de voto impuesta por la dirección del partido. Hace dos años, a instancias del partido liberal demócrata, se convocó un referéndum sobre la reforma de la ley electoral para introducir un sistema con mayor proporcionalidad, pero los votantes lo rechazaron con contundencia. Aunque hoy existe un gobierno de coalición, es una excepción histórica, porque el sistema favorece administraciones fuertes con amplias mayorías. Las elecciones generales se celebran cada cinco años. / R. Ramos

14-IV-13, lavanguardia