condenados el Estado y la Iglesia irlandeses por esclavizar miles de mujeres... ¡hasta 1996!

       El dinero –unos cincuenta millones de euros– llega demasiado tarde, y seguramente es demasiado poco para compensar la falta de libertad, los abusos y las humillaciones sufridas por las esclavas de Irlanda, alrededor de diez mil mujeres que en la década de los noventa del siglo pasado fueron encerradas por la Iglesia, con la complicidad del Estado, en lavanderías regentadas por monjas católicas. Pero en cualquier caso es un gesto de mea culpa, y una ayuda que en tiempos de crisis a nadie le viene mal.

Cuantificar este tipo de indemnizaciones es muy difícil, pero los magistrados encargados del caso han recomendado 20.000 euros por cada año que una mujer se vio obligada a trabajar contra su voluntad y sin sueldo en estas lavanderías de las Magdalenas, a los que hay que    sumar otros 50.000 euros para compensar los daños psicológicos. Y el Gobierno irlandés que preside Enda Kenny ha firmado la correspondiente orden para que los fondos salgan del Tesoro.

      Por el momento, tan sólo 770 de las mujeres que fueron explotadas en esos centros católicos han saltado a la palestra y reclamado el dinero. A pesar de los años transcurridos, ser identificada como una maggie –como se conoce en Irlanda a las víctimas de esta explotación– encierra un considerable estigma social, porque las chicas que eran enviadas a las lavanderías solían ser madres solteras, huérfanas o hijas de familias numerosas sin recursos que no podían mantenerlas y se las entregaban a la Iglesia.

Las maggies, repartidas por diez instituciones a lo largo y ancho de la geografía irlandesa, perdieron su nombre, su familia, su identidad y en muchos casos su futuro y su salud mental, a cambio de tener una cama y recibir una magra alimentación. Su trabajo consistía en lavar ropa para el ejército, hoteles e instituciones religiosas, yendo a parar los eventuales beneficios a las órdenes religiosas que gestionaban estos centros. El último asilo fue vendido en 1993 a una empresa constructora, dentro de la burbuja inmobiliaria que se apoderó del país.

Aunque los resultados de la investigación llevada a cabo estiman en diez mil el número de mujeres que vivió esta situación abusiva entre los años 1992 y 1996, no está claro cuántas de ellas van a estar dispuestas a hurgar en el baúl de los recuerdos a cambio de dinero, por mucho que 20.000 euros por año puede ser un pellizco considerable, sobre todo en medio de la terrible situación económica que atraviesa Irlanda.

Estado e Iglesia fueron igual de culpables en este escándalo. El primero entregaba a las muchachas a las monjas por infracciones tan pequeñas como viajar en tren o autobús sin billete, y la segunda les hacía lavar la ropa en condiciones de trabajo forzoso, sin compensación económica alguna, y les cambiaba los nombres para romper todo vínculo con el pasado. Alrededor de un millar murieron sin recuperar nunca la libertad, y sus restos fueron enterrados en fosas comunes de los cementerios municipales. Para ellas es demasiado tarde.

27-VI-13, R. Ramos, lavanguardia