dos años después, la central nuclear de Fukushima sigue contaminando descontroladamente

- nivel 3 (grave) de advertencia nuclear de escala internacional en Fukushima
- 2 años después, el Gobierno japonés considera urgente cortar la contaminación nuclear en Fukushima
- dossier energía nuclear (tras Fukushima)

Fukushima preocupa. Esta central nuclear preocupó ya, y mucho, en marzo del 2011, cuando un terremoto, seguido de tsunami, destrozó la costa este japonesa, causó 19.000 víctimas mortales y provocó un accidente nuclear de extrema gravedad en dicha central, sólo superado, de momento, por el de Chernóbil. Ahora la instalación nuclear de Fukushima vuelve a preocupar. Tras el tsunami se construyeron apresuradamente centenares de tanques para almacenar las aguas, altamente contaminadas, que se emplearon para enfriar los núcleos fundidos de los reactores. Esos tanques están a un 85% de su capacidad y deben admitir, a diario, unas 400 toneladas más de aguas radiactivas. El estado de conservación de algunos de ellos es deficiente: tienen fisuras y liberan agua contaminada. La llegada al mar de estas filtraciones puede tener consecuencias muy graves para la cadena alimentaria. La Tokyo Electric Power Company (Tepco), que es la empresa titular de Fukushima, cuantificó estas filtraciones en 300 toneladas de agua con alto índice de radiactividad. Pero científicos independientes temen que la cantidad sea en realidad mucho mayor, y aseguran que las condiciones en que se hallan los tanques hacen previsible fugas superiores en un futuro próximo.

  Los daños causados hace dos años por el tsunami en la central atómica de Fukushima fueron enormes. Hoy lo sabemos bien. Pero tanto los responsables de Tepco como las autoridades japonesas fueron entonces facilitando la información con cuentagotas. Ahora se repite el mismo protocolo, que cabe calificar sin reservas de insensato. Primero se niegan las informaciones referidas a problemas en la central. Luego se reconoce la existencia de tales problemas, al tiempo que se minimizan (calificándolos de mera “anomalía”). Luego se reconocen en un grado superior (y el caso ya puede ser etiquetado como “incidente importante”). A continuación, la empresa admite su incapacidad para controlar la situación. Después de esto, el Gobierno lo lamenta. Y mientras siguen pensando si procedería pedir ayuda internacional, la situación puede estar ya muy deteriorada, los países vecinos –como, esta vez, China o Corea del Sur– han expresado su preocupación y las posibilidades de que la coyuntura empeore son elevadas.

La central de Fukushima fue construida a prueba de seísmos, pero no de tsunamis causados por maremotos. Las consecuencias están a la vista, y de poco serviría ahora lamentar aquella deficiencia. Sí es el momento, en cambio, de exigir a los gestores de la central nuclear y al Gobierno japonés otro tipo de actuación.

Lo primero sería redoblar los programas de revisión y control de las instalaciones averiadas. No es de recibo que los responsables de la central de Fukushima no tengan todavía localizado, a estas alturas, el origen de todas las fugas. Lo segundo sería trocar una política informativa en la que prima la ocultación por otra en la que se expusieran puntualmente todos y cada uno de los datos que van conociéndose, por preocupantes que sean. Y lo tercero –dado que se confiesa abiertamente la incapacidad local para hacer frente a los graves problemas detectados– sería solicitar y promover la formación de un equipo internacional de especialistas. Sólo así, poniendo sobre la mesa todos los medios disponibles, se puede aspirar a contener un accidente nuclear que, lejos de estar controlado, parece conservar todavía un potencial destructivo enorme.

23-VIII-13, lavanguardia

    Tepco, el operador de la central nuclear de Fukushima, indicó ayer que no ha constatado nuevas fugas de agua radiactiva procedente de los depósitos de almacenamiento, pero reconoció que se ha vertido al océano más agua tóxica de lo inicialmente admitido. Resurgió por ello la preocupación por los recursos pesqueros de la zona.

Los empleados de Tepco pasaron gran parte de la jornada de ayer verificando si los depósitos de agua contaminada eran estancos, después de haber descubierto el lunes pasado una fuga de 300 toneladas de agua radiactiva. Este agua proviene, esencialmente, del líquido empleado para enfriar los reactores que se fusionaron durante el accidente del 2011 y de la lluvia.

“No hemos constatado fugas ni encharcamientos de agua”, aseguró Tepco. Sin embargo, la compañía señaló que habían localizado dos lugares en los que había un nivel importante de radiación. No explicó a qué se debía. Junto a estos dos depósitos las mediciones indicaban 70 y 100 milisieverts por hora. Un trabajador expuesto a tales niveles de radiactividad absorbería en una hora más que la dosis autorizada para todo un año y para cinco años consecutivos respectivamente, según la normativa japonesa.

El 11 de marzo del 2011, el terremoto y el posterior tsunami que sacudieron la prefectura de Fukushima causaron, además de la muerte de más de 15.000 personas, uno de los peores accidentes nucleares de la historia, comparable al de Chernóbil (en la desaparecida URSS) de 1986.

Después del accidente se fabricaron aprisa y corriendo unos mil depósitos para acumular el agua contaminada. Se calcula que los recipientes se encuentran al 85% de su capacidad y cada día es necesario almacenar 400 toneladas de agua tóxica más. Eso significa tener que fabricar un nuevo depósito cada dos días y medio. Pero los expertos ponen en duda su resistencia.

Unidos por la catástrofe –el de Chernóbil fue el mayor accidente nuclear de la historia, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada sobre Hiroshima–, Japón y Ucrania llevarán a cabo un proyecto conjunto para estudiar con un sistema de minisatélites los cambios ambientales y el estado de las centrales de Fukushima y Chernóbil, adelantó ayer el diario económico Nikkei.

Desde el vertido inicial de Fukushima se habían producido otras cuatro fugas de menor magnitud que la detectada el lunes pasado. Según todos los indicios ésta llevaba varias semanas produciéndose dado que se vertió lentamente, según la información publicada por Tepco. Y eso a pesar de que había patrullas que debían verificar regularmente si se producía cualquier anomalía.

La Autoridad de Regulación Nuclear de Japón (NRA en sus siglas en inglés) calificó el miércoles el incidente de grave, 3, en una escala que llega hasta 7.

“Vamos a reforzar los medios destinados al tratamiento del agua contaminada, un problema de primera importancia”, aseguró un vicepresidente de Tepco, Zengo Aizawa, quien reconoció que este agua es “un factor de riesgo y de peligro”.

El problema es, efectivamente, muy amplio pues afecta también a importantes cantidades de líquido que han surgido del subsuelo de la central nuclear, bajo los reactores atómicos, y que también van a parar al Pacífico, como finalmente admitió la compañía hace un mes. Este líquido no puede mantenerse en un lugar estanco por lo que sigue llegando al océano a través de una zanja situada a 50 metros de un contenedor defectuoso.

Ante las últimas noticias, una de las cooperativas pesqueras de Iwaki, al sur de la central, anunció ayer que renunciaba a retomar, a modo de prueba y casi dos años y medio después del accidente, la actividad en la zona.

23-VIII-13, lavanguardia