pinceladas de la crisis siria II

Las promesas hechas por británicos y franceses a los hachemíes, tras la derrota otomana, de que gobernarían un gran reino árabe unido fueron traicionadas por los acuerdos de Sykes-Picot del reparto de Oriente Medio, y de la declaración Balfour concediendo un hogar judío en Palestina. Fue muy efímero el trono del rey Faisal sobre Siria. En 1920 soldados franceses bombardearon Damasco, provocando la muerte de mil personas destruyendo céntricos barrios, y el monarca tuvo que huir.

La humillación del pueblo sirio fue más amarga. Siria, sin rey, amputada de Líbano y de la Palestina británica, quedo dividida en pequeñas entidades como Damasco, Alepo, la montaña de los alauíes, la montaña de los drusos, el sanjak de Der Ezor, el sanjak de Alejandreta, ofrecido después a la Turquía de Atatürk. Ahora hay más que indicios de que hay planes para trocear el país en semejantes cantones.

2-IX-13, T. Alcoverro, lavanguardia

En el campo de batalla de Siria está la pugna Arabia Saudí-Irán, con sus respectivos aliados EE. UU. y Rusia, en la que Turquía y Qatar aparecen como aspirantes a poderes regionales.

Entre los rebeldes sirios, la filiación islamista ha llegado a ser garantía de recibir armas. Hasta marzo, el tráfico de armas –a través de Turquía y Jordania– era mucho mayor por parte de Qatar que de Arabia Saudí, aunque ambos países colaboraban en las entregas. Pero las cosas han cambiado y el peso de los saudíes, sobre el terreno y en la Coalición Nacional Siria –la oposición política en el exilio–, es ahora mayor.

Todo esto ha coincidido en el tiempo con la abdicación, en junio, del emir qatarí en su hijo y en la sustitución del poderoso ministro de Exteriores y primer ministro, Hamad bin Yazme al Zani, el hombre que llevó a un estado minúsculo a la primera línea de la política regional.

El analista Vijay Prashad observa que desde entonces la política exterior qatarí está en rápida decadencia y señala que Washington cree que la manera de “desinflar” a los Hermanos Musulmanes –a los que antes apoyó indirectamente en Egipto y que están patrocinados por Qatar– es reducir las ambiciones del pequeño emirato. La ecuación también funciona al revés: en Egipto, los Hermanos Musulmanes han sido echados del poder, con lo que Qatar pierde peso, mientras que el partido salafista Al Nur, apoyado por los saudíes, forma parte de la coalición cívico-militar encabezada por el general Al Sisi.

Qatar ha sido enemigo y ha sido aliado de EE.UU. Apoya a Hamas y les puso oficina a los talibanes afganos en Doha, pero también fue un importante socio en el derrocamiento de Gadafi en Libia. La cadena Al Yazira ha sido muy odiada por Washington, pero ahora acaba de inaugurarse el canal Al Yazira América...

Se especuló mucho sobre el interés estadounidense en la caída del gran ministro de Exteriores del viejo emir Al Zani, a la vez que se producía el asenso de John Brennan a jefe de la CIA. En la época en que Brennan fue asesor de Obama en política antiterrorista, según The Wall Street Journal, tuvo de confidente al príncipe saudí Bandar bin Sultan al Saud, que parece ser el hombre del momento.

Amigo de George W. Bush, y de formación estadounidense en su juventud, Bandar desempeñó muchos papeles para EE.UU. en Afganistán e Iraq. Ahora, convertido en jefe de los servicios secretos saudíes, se habría presentado de nuevo como solucionador de problemas, despejando además a Qatar del juego sirio. Se le atribuye haber convencido a Washington de que hay que derrocar a Bashar el Asad y de que eso es posible ayudando con dinero y armas a las milicias menos radicales. Sin embargo, sobre quién ha armado a los más alqaedistas, si Qatar o Arabia Saudí, hay versiones para todos los gustos. Es obvio que quien tiene más medios recluta más combatientes, pero la promesa de controlar e impulsar a determinadas milicias, aceptables para EE.UU., parece cuando menos optimista. Los testimonios recogidos por la periodista Dale Gavlak en el lugar del ataque químico (ver La Vanguardia del 31/IX/2013) afirmaban que Bandar era el proveedor de gas tóxico a los rebeldes (a quienes se les habría ido de las manos, a través de un jefe miliciano saudí.

La reaparición del príncipe Bandar como gestor del ataque de EE.UU. ha servido para desempolvar una pequeña historia sobre petróleo, gas e intereses rusos que podría haber explicado por qué Moscú se ha mostrado tan poco beligerante ante los planes de ataque de Obama.

El 31 de julio, el príncipe Bandar visitó a Vladímir Putin y le ofreció de todo a cambio de que aceptara una resolución del Consejo de Seguridad contra Siria. A saber: conservar la base naval de Tartus, garantías de que los terroristas chechenos no atenten contra los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi, una compra de armas por 15.000 millones de dólares, inversiones en Rusia, un pacto para regular el precio del petróleo y la promesa de que Arabia Saudí no permitiría a los estados del Golfo (léase Qatar) exportar gas a través de Siria dañando los intereses de Rusia.

Los medios rusos filtraron esta oferta y el diario beirutí As Safir la publicó con un sospechoso lujo de detalles y citas textuales, atribuyéndola a un diplomático occidental en Líbano. La intención, según Vitali Naumkin, del Instituto de Oriente de la Academia de Ciencias rusa, era “desacreditar a Rusia” y crear dudas sobre su posición respecto a Siria. Pero Putin no iba a ceder por vender 150 carros de combate T-90 (España espera que los saudíes compren 250 carros Leopard), ni tampoco iba a aceptar que quienes financian a los chechenos le cuiden la granja... Tampoco un acuerdo sobre el precio del petróleo le interesa, según The Daily Telegraph.

Y en cuanto al gas... En el 2009, Qatar estudió con Turquía la construcción de un gasoducto. El objetivo era, una vez más, contrarrestar el peso del gas ruso en Europa. Había dos rutas posibles. Pasando siempre por Arabia Saudí, una llegaría a Turquía por Iraq y la otra, por Jordania y Siria. Esta última era entonces la más segura. Pero Damasco no firmó, y optó por un gasoducto Irán-sur de Iraq-Siria en el que habría inversión rusa. Si existe un pacto por parte de Rusia, no parece ser el del príncipe Bandar. Pero en todo lo que respecta a Oriente Medio, la cuestión no es otra que el petróleo y el gas.

2-IX-13, F. Flores, lavanguardia