obispado en contra de la ética (y, faltaría más, la educación sexual)

Los preparativos para la primera comunión tienen lugar sólo en las clases de catequesis y en las de religión. “Los padres que optan por enviar a sus hijos a las clases de ética los excluyen de la primera comunión”, escriben los obispos. Así, incluso una evidencia se convierte en una amonestación y una amenaza.

Y es que los obispos, después de triunfar cuando, a la caída del comunismo, el primer gobierno democrático restableció la asignatura de religión en los colegios, nunca aceptaron que para los alumnos agnósticos se impartiera ética. Además, los obispos encuentran natural que mientras religión se enseña dos veces por semana en medio de otras clases, de modo que alumnos no creyentes no tienen nada qué hacer, ética se dé sólo una vez por semana y casi siempre como última clase. Y eso que ética se enseña sólo en un 5% de los colegios públicos.

La religión no debe ser enseñada - en la escuela, como tampoco usted querría científicos en la iglesia.Los obispos creen lógico que las autoridades no tengan control sobre los contenidos impartidos en religión, que maestros muy poco cultos convierten en oraciones rutinarias y denuncias de la cultura anticristiana. Aun así, el episcopado exige que religión sea una asignatura como otra cualquiera. Cuando el Gobierno objeta, los obispos atacan: “El Ministerio de Educación hace mucho por rebajar el rango y suprimir la religión como asignatura escolar”, dijo Stanislaw Gadecki, vicepresidente de la conferencia episcopal.

Otro reflejo de la misma postura es la opinión sobre la educación sexual, a pesar de que es una materia optativa y minoritaria: “Ante los cada vez más audaces intentos de introducir la educación sexual, incompatible con la visión cristiana del hombre, pedimos a los padres que vigilen lo que los colegios enseñan a sus hijos. Sin el consentimiento de los padres el colegio no puede ejecutar ningún programa educativo ni permitir la enseñanza de materias contrarias a sus ideas o directamente dañinas para la moral”. No es de extrañar que cada vez más padres desistan de religión y pidan ética para sus hijos.

La Iglesia católica desconfía de las autoridades si éstas no profesan abiertamente un credo nacional-católico, como fue el caso del gobierno anterior del partido Ley y Justicia de los hermanos Kaczynski. Los obispos temen que están perdiendo autoridad moral entre los polacos pero no son capaces de ver que las causas son su intransigenciay la incapacidad para dialogar con una sociedad en plena transformación.

Una y otra vez, jerarcas católicos acusan al Gobierno liberal de embarcarse en una campaña para erradicar el cristianismo, comparando la democracia liberal con el comunismo. Muchos no vacilan en calificar la política liberal del Gobierno actual de un “intento de exterminio neobolchevique de la nación polaca”. Los obispos rechazan ahora el nuevo sistema de financiación de la Iglesia, pese a haberlo aceptado tras un año de negociación. El Gobierno propone que cada ciudadano pueda destinar un 0,5% de sus impuestos a la Iglesia. Ésta considera que es poco y pide más.

Son impensables, en boca de los jerarcas polacos, declaraciones como “quién soy yo para juzgar”, que el papa Francisco pronunciara a propósito de la homosexualidad de algunos sacerdotes. Los obispos sí juzgan y condenan la homosexualidad como enfermedad o desviación moral, y confunden las demandas de derechos para parejas homosexuales con una ofensiva por imponer la mórbida cultura homosexual a la sana sociedad polaca. Quienes pretenden comprender y tolerar, o discutir temas de controversia, reciben severos castigos. Dos conocidos curas, Adam Boniecki, director del prestigioso semanario católico Tygodnik Powszechny, y el popular padre Wojciech Lemanski, fueron obligados a callar (Lemanski fue además apartado de su parroquia). Los dos expresaban opiniones sobre la fecundación in vitro y los derechos de los homosexuales. En cambio, el padre Tadeusz Rydzyk, director de la poderosa Radio María, no sólo es impune pese a su militancia política, su antisemitismo y sus ataques a quienes discrepan del credo nacional-católico, sino que es admirado por los obispos hasta el punto de convertirse en un poder oculto.

Los obispos miran con desconcierto la firmeza con que el papa Francisco maneja casos de abusos sexuales o pederastia entre el clero. Cayó como una bomba la reciente destitución del nuncio en la República Dominicana, el arzobispo polaco Jozef Wesolowski, así como la búsqueda por la justicia de aquel país de otro sacerdote polaco, Alberto Gil, prófugo tras haberse descubierto un archivo con pornografía infantil en su parroquia.

12-IX-13, M. Stasinski, lavanguardia