"Los juegos de Madrid", Manel Pérez

Habría sido bueno para Madrid alzarse con la victoria olímpica en la votación de Buenos Aires? La clase política de la capital, con la alcaldesa Ana Botella a la cabeza y las más altas instituciones del Estado con ella, sin duda pensaba que sí. Idéntica respuesta emitía el núcleo duro de los grandes constructores de obras públicas, algunos de cuyos miembros más ilustres, Florentino Pérez (ACS) y Juan Miguel Villar Mir (OHL), formaron parte de la nutrida representación que Madrid 2020 envió a la capital argentina. Y la ciudadanía, inducida por los responsables públicos antes mencionados y por el aire de cruzada acrítica con el que enfocaron la carrera hacia la elección casi todos los medios de comunicación locales (léase los editados en Madrid), anhelaba los juegos olímpicos como la medicina milagrosa con la que hacer frente al drama económico que la azota desde hace más de cinco años.

DAVID FERNÁNDEZ / EFE / ARCHIVO Ana Botella, Ignacio González, Mariano Rajoy, Alejandro Blanco, Theresa Zabell y Pau Gasol en Buenos Aires

Vayamos por partes. Primero la economía. Los economistas no lo veían tan claro. Entre los más claros al respecto, Jesús Fernández-Villaverde (Universidad de Pensilvania), quien en la web Nada es Gratis, publicó un sucinto artículo la víspera de la definitiva votación en el Río de la Plata. El joven economista justificaba su rechazo a la elección de Madrid, su ciudad natal, con dos argumentos, primero, que “económicamente no será rentable” y, después, “porque lo único que harían los tales juegos es darle una prórroga injustificable a un modelo de crecimiento basado en la construcción, el espectáculo y las actividades de bajo valor añadido que nos ha llevado al desastre actual”.

Impulso constructor relativo, pues como bien se encargó de pregonar Botella incluso cuando le preguntaban por otra cosa, entre el 80% y el 90% de las infraestructuras de Madrid 2020 ya estaban construidas. Es más, se podría decir que ya eran obsoletas, amén de infrautilizadas desde hace ya bastantes años, y que las olimpiadas serían una buena ocasión para encontrarles una utilidad. Por ejemplo, La Peineta, la fugaz estrella del proyecto, fue inaugurada en 1994 y tras casi veinte años de uso intermitente aun no ha encontrado inquilino definitivo (el Atlético de Madrid ha anunciado que se trasladará allí en la temporada 2016/2017).

Aquí reside uno de los principales problemas de la candidatura madrileña con el COI, un ente que sería inconcebible sin el gigantismo con el que aborda cada nueva edición de unos juegos olímpicos. Espectáculo televisivo, hipnotismo tecnológico de masas, exhibición de opulencia y músculo económico, arquitectura desmedida; esas son las llaves maestras para tocar la fibra sensible de sus miembros. Y todas se resumen en una: capital. Y eso precisamente, capital, dinero, no estaba al alcance de Madrid. El principal problema de la economía española es la deuda, devolverla vaya. No hay recursos más que para eso. Y aún más en el caso de la ciudad del kilómetro cero, anegada por créditos de 7.500 millones. Esa fue la lectura económica básica que hicieron los miembros del COI. No hace falta recurrir a conspiraciones baratas, o exagerar el efecto del hilarante mamporreo del inglés por la primera edil de la capital, para encontrar una explicación.

Las ciudades postulantes deben presentar megalómanas propuestas envueltas en cajas de bambas deportivas de última generación, no pedir favores para consolar a poblaciones deprimidas.

Y eso Madrid no podía hacerlo; ni por su situación financiera, aplastada por la deuda; ni por la reacción que provocaría en una gran parte de la opinión pública, que podría sospechar con razón que la única manera de hacer unos Juegos a la altura de lo que esperaba el COI sería enjuagando los pasivos de la capital y de algunas empresas a través de los Presupuestos Generales del Estado; y en pleno debate sobre el modelo de ese mismo Estado que una parte del país asimila con el despilfarro, la corrupción y un sistema económico descarrilado.

¿Cómo es posible que a pesar de esa dura realidad económica la clase dirigente que actualmente controla el Estado siguiera adelante con el plan hasta chocar brutalmente contra la pared? Este es el segundo elemento, la política. Tal vez, además de la ambición de salvar alguna carrera personal, les cegó el deseo de dar contenido a eso que han dado en llamar Marca España y que anda algo falta de galones. Unos Juegos para toda España eran el objetivo y eso ya se sabe que significa para la capital del Reino. Y, quién sabe, igual el COI también intuyó que eso ya sería meterse en camisas de once varas.

¿Provocará el episodio de Buenos Aires una espantada de Madrid, de los otros juegos, el macrocasino Eurovegas al que también aspiró sin éxito Barcelona, como circula y se teme en ámbitos relevantes del mundo empresarial y financiero? La economía española deambula por la crisis buscando desesperadamente un nuevo modelo. Hasta ahora parecía que eso era un asunto de provincias, al menos eso decían desde la Puerta del Sol, pero tal vez en la capital deberían empezar a aplicarse el cuento.

15-IX-13, Manel Pérez, lavanguardia