maltrato y desprecio a los enfermos de Alzheimer

De: Marcelino Laruelo Roa [mailto:marcelaruelo@gmail.com]
Enviado el: martes, 17 de septiembre de 2013 13:45
Para: asturiasoda@yahoo.es
Asunto: Alzhéimer. Carta abierta al Presidente del Gobierno de Asturias

SEPTIEMBRE, MES DE LA LUCHA CONTRA EL ALZHÉIMER. 21 DE SEPTIEMBRE, DIA MUNDIAL DEL ALZHÉIMER.

Se ruega y agradece difusión.

 

Sr. Presidente del Gobierno de Asturias,

D. Javier Fernández.

Sr. Presidente:

 

                          Mediante la presente Carta Abierta quisiera atraer su atención sobre la situación en que se encuentran los ancianos enfermos de alzhéimer y otras disfunciones mentales que están ingresados en residencias y, más en concreto, los que están en las residencias del ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos de Asturias), organismo autónomo de la Consejería de Bienestar Social.

     Aunque por su historia familiar usted lo conoce de primera mano, nunca está de más recordar que estos ancianos enfermos de alzhéimer y demencias a los que nos referimos hoy, pertenecieron a esas generaciones que tuvieron que pasar, y sufrir, las consecuencias de la guerra de 1936, de la posguerra y de la dictadura: dolor, hambre y miseria; represión y explotación. Cabría esperar que, por justicia social o simple humanidad, en los años de vida que les queden, a la crueldad de esas enfermedades incurables que padecen, la Administración no viniera a añadir más sufrimiento.

     Sr. Presidente, estos ancianos con alzhéimer y demencias están siendo objeto de una terrible discriminación sanitaria y tal parece que para la Sanidad, para el SESPA, hayan perdido su condición de enfermos, de ciudadanos con derecho a atención sanitaria. Pese a que se trata de enfermedades muy graves, degenerativas y sin cura, están “aparcados” en sus sillas o en sus camas, con su pastillita o sus gotitas, pero sin que ningún neurólogo o psiquiatra pase a verlos para comprobar cómo están y cómo responden al tratamiento; ningún oculista mira sus ojos, por si tienen, por ejemplo, cataratas que habría que operar; ningún otorrino les hace pruebas de audición y, como eso, todo lo demás. Podría decirse, sin temor a pecar de exageración, que el único médico que les va a ir a ver será el que tenga que firmar la defunción, y hasta eso es poco probable. Siempre habrá, por desgracia, burócratas especializados en justificar lo injustificable, pero lo cierto es que, del mismo modo que a los enfermos de un hospital no les llevan a casa del médico para que les pase consulta, tampoco se debería de aceptar que estos enfermos de esos hospitales clandestinos en que han convertido a las residencias de ancianos tengan que ir en una ambulancia o en taxi, acompañados de personal auxiliar, a que el médico les mire. Ambulancia o taxi que, como sabe, tendrán que pagar ahora de su escasa pensión. Ítem más: existen en las ciudades asturianas los denominados Centros de Salud Mental, pues bien, Sr. Presidente, los ancianos con estas enfermedades no son admitidos y, por tanto, pues tampoco reciben tratamientos no famacológicos que, está comprobado, retrasan mucho el avance de la enfermedad.

     Sr. Presidente, los ancianos con alzhéimer y demencias están siendo víctimas de una particular estafa económica dentro de la generalizada estafa a la que se viene sometiendo a la gente corriente de este país desde hace años. Del mismo modo que todo el mundo acepta que cuando alguien queda ingresado en un hospital es porque así lo requiere la atención médica que precisa, en las fases avanzadas del alzhéimer y las demencias, los ancianos que las sufren tienen que poder ser internados en centros específicos, llamémoslos hospitales, clínicas o manicomios. Una cosa es la edad y otra, la enfermedad. Las residencias de ancianos, en su origen, se crearon para acoger a aquellas personas de edad que, por los motivos que sean, no quieren o no pueden ocuparse de las tareas domésticas cotidianas o no soportan la soledad o lo que sea, y es de sentido común que si cobran una pensión pues dediquen una parte, mayor o menor, a pagar su estancia en la residencia. Ahora bien, si a los enfermos de los hospitales de la sanidad pública no se les cobra la estancia, entonces, ¿por qué a los ancianos que tienen la desgracia de padecer estas terribles enfermedades sí se les cobra? ¡Y vaya si se les cobra! Sr. Presidente: 1.428,14 euros mensuales (precio del ERA) a unos ancianos, gente trabajadora y del campo, viudas en muchos casos, que cobran unas pensiones que rondan o no llegan a los 700 euros. Y en plena crisis económica, el ERA subió sus precios entre 2005 y 2012 un 55 por ciento, casi tres veces lo que subieron las pensiones. Sr. Presidente, permítame ponerle un ejemplo de la “estafa” que ni los citados burócratas podrán desmentir. Se suele decir que estos ancianos con alzhéimer y similares se vuelven como niños de dos años, tan indefensos como ellos; en muchos sentidos es como un círculo que se cierra. Pues bien, en las guarderías para niños de cero a tres años, los precios van de la gratuidad para los que ganan menos de 1.282 euros mensuales, a los 242 euros al mes para los que no ganan más de 2.610 euros mensuales. Pues bien, Sr. Presidente, el susodicho ERA cobra a los ancianos en residencia de día 714,07 euros al mes, cobren lo que cobren de pensión. Más claro, agua. Pero es que, además, el ERA es el prototipo de organismo opaco, del que no consta la publicación, y publicitación, de las correspondientes memorias económicas anuales, ni que a lo largo de toda su existencia haya tenido nunca una sola auditoría externa. Sr. Presidente: ¡pero si el ERA no envía nunca las correspondientes facturas mensuales a los ancianos residentes como haría cualquier residencia privada! ¡Increíble, pero cierto! De tal forma que no hay manera de saber qué parte de esos 1.428 euros mensuales que cobra corresponde a las ayudas de la ley de la Dependencia, qué parte se va sumando a la deuda pendiente de la “incautación de bienes”, si se carga el IVA o no, etc.

Sr. Presidente, en la situación actual de creciente apatía, desmoralización y descontrol que se percibe en las instituciones públicas, los ancianos con alzhéimer y demencias ingresados en las residencias, no reciben un trato adecuado a su situación sanitaria, como queda dicho, y, en muchos casos, sufren malos tratos. Sr. Presidente, no se pueden poner de directores de residencias a “refugiados políticos”, que, además, se dedican a parapetarse detrás de la pantalla de un ordenador. Sr. Presidente, al igual que la figura más importante de un hotel es la “gobernanta”, que se encarga de comprobar que todo se hace y está según norma y reglamento para que el cliente quede satisfecho; en las residencias del ERA nadie se encarga de comprobar que las cosas se hagan bien y que el “cliente” reciba el trato que merece y requiere. Sr. Presidente, ¿cómo puede funcionar una residencia en la que hay trabajadores que pertenecen a cinco o más empresas (contratas) diferentes, y que otros sean “laborales”, “contratados”, “eventuales”, etc.? Sr. Presidente, ¿por qué se cierran las puertas de los comedores para que los familiares no podamos ver nada?, ¿por qué no se saca a los ancianos ni cinco minutos al patio para que vean la luz del sol?, ¿por qué no se les incita a caminar para que no acaben aparcados en una silla de ruedas al poco tiempo de ingresar?, ¿cómo se puede ser tan cutre para no poner una toalla en el baño?, ¿por qué hay que tener “influencias” para que se ponga una manta más en la cama por el invierno?, ¿por qué la calefacción se enciende más o menos según el calor o frío que sienta el empleado encargado de darle al botón?, ¿por qué se trata de tan mala manera la ropa de los ancianos, que se pierde y deteriora rápidamente, y se les viste con la de otros o de personas ya fallecidas? Y un largo etc.     

     Sr. Presidente, por todo lo anterior, es de razón y justicia pedirle que considere cuanto aquí se ha expuesto, para que restablezca la atención sanitaria a la que tienen derecho los ancianos con alzhéimer y demencias, y acabe con la discriminación que padecen. Que adopte las resoluciones necesarias para que el alzhéimer y las demencias que afectan a un número cada vez mayor de ancianos, desde su diagnóstico hasta los últimos estados de la enfermedad, vuelvan a ser considerados como una prioridad sanitaria, y no como un asunto de malestar o bienestar social. Y para que las residencias de ancianos dejen de ser hospitales encubiertos. Que ponga fin a la opacidad, desgobierno y precios de estafa con que el ERA abusa de los ancianos indefensos.

Los ancianos, enfermos o no, no pueden ser objeto de ninguna discriminación y maltrato al final de su vida, y tienen que tener pleno derecho a la equidad y justicia que se espera de un estado, como España, que se dice “social y democrático”.

Atentamente. Le saluda.

Por la Oficina de Defensa del Anciano,

Fdo. Marcelino Laruelo.