PP, UPyD y Cs refuerzan el guerracivilismo de vencedores contra vencidos

El partido del Gobierno de España envía delegados a una manifestación de protesta contra una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y sale abucheado del acto. Gritos de “¡Rajoy, traidor!” y algunas banderas franquistas. He ahí una escena que vendría a dar la razón al historiador británico Stanley G. Payne cuando habla de la acentuada singularidad española en la evolución del marco europeo. ( España, una historia única, Temas de Hoy, 2008).

Efectivamente, no es habitual ver enardecidas manifestaciones contra el tribunal creado en 1953 para garantizar el respeto a los derechos humanos en un continente arrasado por dos guerras inmensas, en medio de un colosal choque entre el comunismo y el nazi-fascismo. Ese tribunal nació para legitimar las nuevas democracias social-liberales que intentaban renacer al oeste del Elba y el Danubio, con la humillante excepción de España y Portugal, condenadas –por Londres y Washington– a seguir bajo régimen de dictadura por razones de comodidad geopolítica y cálculos de combustible en los grandes bombarderos de vuelo transatlántico. La singularidad del portaaviones ibérico (con importante contribución de las islas Azores).

El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos es hijo del mismo impulso reordenador que cuatro años antes había fundado el Consejo de Europa: el deseo compartido de tutelar el desescombro del nazi-fascismo, prestigiar las nuevas democracias nacionales, fomentar la unidad europea y establecer una línea de tensión moral con el bloque soviético.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos es un monumento al drama europeo y por ello no suele haber manifestaciones en su contra en las principales ciudades del continente. Algunas de sus resoluciones no gustan y los gobiernos buscan, en ocasiones, la manera de demorar su aplicación. La Gran Bretaña de David Cameron ha ido más allá y ha llegado a amenazar en fecha reciente con abandonar el tribunal, en protesta por una sentencia que impedía la deportación de un terrorista de Al Qaeda. ¡Un tribunal con sede en Francia dictando sentencias a los británicos! El Londres desacomplejado de los tories juega fuerte en todos los rincones del euroescepticismo, pero siempre ha acatado las sentencias de Estrasburgo. Y no hay manifestaciones en su contra en Trafalgar Square.

España, con su historia única a cuestas, llegó tarde al orden surgido de las cenizas de 1945. Llegó a Europa con la brutalidad de ETA a cuestas, puesto que ETA – organización terrorista de rasgos numantinos– también ha sido expresión de la especificidad hispánica, traducida al euskera. (El escritor republicano José Bergamín se apuntó a Herri Batasuna en los años noventa diciendo que se iba con los “últimos españoles”).

España no logró ingresar en el Consejo de Europa hasta el 24 de noviembre de 1977, dos años después de la muerte del general Franco, con la consiguiente adhesión al TEDH. España no tiene credenciales históricas para enfrentarse al Tribunal de Estrasburgo, ni tampoco puede liderar ninguna gesticulación euroescéptica sin incurrir en graves riesgos. No lo puede hacer con el dossier Catalunya en Bruselas.

El Partido Popular tensó las cuerdas más de la cuenta cuando estaba en la oposición –aterrorizado ante la posibilidad de que el PSOE de Zapatero lograse abrir un ciclo de doce años– y ahora asiste a las consecuencias. Agitó a la Asociación de Víctimas del Terrorismo –ocho manifestaciones en Madrid– y ahora ha de soportar los abucheos de quienes se sienten traicionados. Explotó a fondo los prejuicios anticatalanes –pueblo por pueblo, plaza por plaza–, removiendo todos los resortes del Tribunal Constitucional, y hoy Catalunya tiene una mayoría electoral soberanista, con socialistas y populares cada vez más ubicados en un rincón de la mayor región económica. En plena crisis. Tiene razón Payne, la de España es una historia muy singular.

28-X-13, Enric Juliana, lavanguardia

De la sede central del PP en la calle Génova llegaron a la concentración, tras algún cambio de planes cuando vieron que el horno no estaba para bollos, sus tres vicesecretarios: Esteban González Pons, Carlos Floriano y Javier Arenas. Los tres hubieron de oír, a la llegada y a la salida, improperios, abucheos y acusaciones de traición. Pese a que la dirección del PP quiso así estar presente en el acto y mantener su difícil equilibrio con la asociación de víctimas mayoritaria, la concentración les puso en apuros en varias ocasiones. La lideresa madrileña, Esperanza Aguirre, fue en cambio recibida con aplausos. Por delante, se situaron los máximos representantes políticos de Madrid, Ana Botella e Ignacio González. También asistieron, en nombre del PP vasco, Arantza Quiroga e Iñaki Oyarzábal. Y representantes de otros partidos, como la presidenta de Navarra, Yolanda Barcina, de UPN; Jordi Cañas y Carina Mejías, de Ciutadans; o miembros de UPyD.

Tras sonar por vez primera el himno de España por megafonía, el animador pasó de cifrar en 40.000 o 50.000 los asistentes a asegurar que en Colón ya se agolpaban 200.000 personas, y finalmente la AVT lo elevó hasta el medio millón. Y arrancó el acto, con un minuto de silencio por las víctimas, presentado por la periodista Isabel San Sebastián, que empezó por reclamar que ese “silencio atronador resuene en las conciencias de algunos”. Hacía tiempo, dijo, que no celebraban una concentración tan concurrida: “¡Estamos vivos, no estamos solos! ¡Y nunca con tanta rabia como hoy!”. Una semana después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo anulara la doctrina Parot, motivo oficial de la multitudinaria protesta, San Sebastián clamó: “¡Todo lo que estamos viendo apesta a negociación con ETA!”. Cargó contra “el poder político y judicial” y aseguró: “Políticos de uno y otro color nos prometieron en las capillas ardientes que los criminales serían detenidos y cumplirían íntegramente sus condenas. ¡Nos mintieron!”. Calificó de “ignominia” que el anterior Gobierno del PSOE mandara a Estrasburgo a “un catedrático socialista” a tumbar la doctrina Parot, en referencia al magistrado Luis López Guerra. “¡Y tampoco es justicia que este Gobierno tarde 24 horas en cumplir esa sentencia!”, zanjó. Y, a continuación, con los ánimos ya muy encendidos, tomaron la palabra desde el escenario ocho víctimas del terrorismo, a los que acompañaban la madre de Desirée, una de las niñas de Alcàsser asesinadas, y Maria del Mar Bermúdez, la madre de Sandra Palo. Los gritos de “viva España”, “viva la Guardia Civil” y “Fuera Estrasburgo” se sucedieron durante las intervenciones de las víctimas que tomaron la palabra y que dispararon las emociones de los congregados.

La intervención central, a continuación, de la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, fue contundente: “¡No queremos venganza, sólo pedimos justicia!”, arrancó. Ante los dirigentes del PP que la escuchaban, Pedraza fue directa: “No nos debemos a nadie, sólo a la memoria de nuestros seres queridos asesinados”. También reclamó que “este clamor pidiendo justicia”, ante el centenar de “terroristas, asesinos y violadores que van a salir de la cárcel cumpliendo ridículas condenas”, llegue nítido a Estrasburgo, “y que también lo oiga López Guerra”. “No nos vamos a callar hasta que los terroristas sean derrotados de forma definitiva y total”, dijo Pedraza. En varias ocasiones, fue interrumpida con gritos de “¡Rajoy, dimisión!”. O cánticos de “¡Rajoy, marioneta, que te vote la ETA!”. Cada vez, Pedraza pidió silencio y respeto por las víctimas. “Para que haya justicia, el final del terrorismo debe tener vencedores y vencidos”, insistió.

Aseguró que las víctimas del terrorismo son “el último dique de contención de la dignidad democrática en España”, y que nadie ha hecho más que ellas “para reafirmar el estado de Derecho en España”. Por eso, dijo, “no aceptamos ninguna lección de quienes una y otra vez han intentado acabar con el terrorismo al margen de la ley”. Y citó tanto a los GAL como a las sucesivas negociaciones que todos los gobiernos han emprendido con ETA, y al caso Faisán. “Sólo le pedimos una cosa al Estado, a las instituciones y a los responsables: justicia, que no se arruguen ni se pongan de perfil”. Entonces volvieron a oírse gritos que pedían la dimisión de Rajoy. Pedraza reprochó que ni “los poderes públicos” ni la Audiencia Nacional han hecho nada “para evitar esta situación tan humillante” para las víctimas. “¡No es rencor, es justicia!”, zanjó.

Sonó de nuevo el himno de España, ondearon las banderas y la concentración empezó a disolverse, con una mezcla de satisfacción y rabia.

28-X-13, J.C. Merino, lavanguardia