los Gobiernos espían porque pueden (si les dejamos)

Día tras día la realidad de la política internacional pone en evidencia algunas fantasías locales. No es ninguna novedad. Ahora la cosa va de espías. Cuando digo la cosa quiero decir el poder. Lo aclaro porque a veces las palabras confunden. La cosa: el Estado norteamericano lo espía todo, incluso el zapatófono de Angela Merkel y 34 líderes más.

Parte de la opinión pública americana se ha centrado en hacer notar que el presidente Obama siempre parece no enterarse de las transgresiones de su administración. La cosa. Ejemplos: la persecución fiscal al Tea Party o los excesos en la compilación de datos telefónicos de los ciudadanos. Ahora resulta que el presidente tampoco sabía exactamente qué hacían sus espías. Lección: el poder siempre disimula.

Pasados los días los analistas han iluminado el daño diplomático. Se ha visto esta misma semana en en Parlamento Europeo. El pasado mes marzo la comisión de derechos y libertades sometió a votación, a petición del PP, la propuesta de autorizar, “para prevenir el terrorismo”, la entrega automática y no recíproca de datos de ciudadanos europeos a las autoridades americanas. Fue rechazada. La protección de datos es uno de los temas que recibe más presión de lobbies y alcantarillas: hace años que dura. Afecta a la seguridad, pero también a los intereses de grandes compañías como Google o Facebook, que viven de los datos. Hoy, después del escándalo, es impensable presentar una propuesta así.

Un ejemplo cercano de las consecuencias: el eurodiputado de Unió Salvador Sedó votó a favor de la propuesta en marzo, y forma parte de una delegación que debía ir a Washington esta semana a tratar de desatascar el tema. La cosa. Con el escándalo

Dla delegación se ha convertido en una misión para pedir explicaciones y apaciguar a la opinión pública. No ha bastado: también esta semana, y gracias al escándalo, se ha aprobado un borrador que va en dirección contraria. Si se aprueba, incluso Google deberá pedir un permiso para enviar tus datos a sus servidores americanos, vulnerables a la NSA. Es una derrota en toda regla. Lección: frente a la cosa, la opinión pública es tu mejor arma.

El escándalo escenifica el miedo a que haya un Estado dentro del Estado con más poder que los políticos. Después de darle vueltas, la prensa americana ha concluido que el espionaje a gran escala se hace, simplemente, porque se puede. La tecnología lo permite. Utilizan una gran metáfora: piloto automático. Obama no se enteraba porque el espionaje funciona en piloto automático. Todos espían a todos en piloto automático. La cosa es automática.

Ocurre que la cosa americana es mejor que la de los otros. Fin.

La conclusión es de gran utilidad. El Estado hace todo lo que puede para proteger su existencia, influencia y dominación. Y lo hace automáticamente. El resto es propaganda y confusión. Bajo los discursos y los silencios siempre late la cosa. La culpa no es de los espías sino de quien los debe frenar. El poder nunca se modera solo.

2-XI-13, Jordi Graupera, lavanguardia