el importantísimo acuerdo Ucrania-Unión Europea y el dilema de la prisionera

“Liberar a Yulia Timoshenko para que pueda recibir tratamiento médico en Alemania es la manera de disipar las dudas sobre la justicia selectiva en Ucrania, y el Gobierno lo sabe”, afirma Linas Linkevicius, ministro de Exteriores de Lituania, país que este semestre ostenta la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

Del destino de la exprimera ministra ucraniana, condenada a siete años de prisión por un supuesto abuso de poder, depende también la firma de un acuerdo de asociación con la UE el próximo 28 de noviembre en Vilna. El Parlamento ucraniano debería haber votado esta semana una ley para permitir la excarcelación de Timoshenko. Pero las decisiones han sido aplazadas, confiando quizás en que los europeos al final no se atrevan a vetar un acuerdo en el que llevan mucho capital político invertido y que le ha valido un nuevo enfrentamiento con Rusia.

Si Timoshenko no es liberada, la firma del acuerdo se antoja muy complicada, advierte el ministro lituano, que recuerda en una entrevista con La Vanguardia que aún quedan en la UE gobiernos “muy escépticos” a la idea de asociarse con Ucrania. “Les guste o no, tienen que asumir que en algunas capitales la situación de Timoshenko se percibe como un símbolo del Estado de derecho”, subraya.

La excarcelación de Timoshenko para que pueda ser tratada en Berlín de la hernia discal que padece sería “un avance decisivo en la dirección adecuada, y podría hacer cambiar de opinión a algunos gobiernos. Si es suficiente o no, habrá que preguntárselo a ellos”, admite Linkevicius. Los defensores de la líder de la revolución naranja reclaman un indulto total y su rehabilitación política, algo que su rival y primer ministro del país, Víktor Yakunóvich, se niega a firmar. La solución de trasladarla a un hospital de Berlín está patrocinada por el Gobierno alemán, que exige que este asunto sea resuelto de manera satisfactoria, explican fuentes diplomáticas, dando opciones a Timoshenko de volver al país y retomar su vida tras ser operada.

El acercamiento a Ucrania ha abierto una brecha entre los socios de la UE. Los países del Este, junto con Suecia, están deseando que el club se abra a sus vecinos más orientales, y se muestran poco exigentes con las contrapartidas que se les debe reclamar. Los antiguos Quince, en cambio, se muestran reticentes y ponen más condiciones. Unos, como España, porque recelan de eliminar los visados con estos países. Otros, como Francia, porque no quieren alentar nuevas esperanzas de ampliar el club.

La Asociación Oriental entre la UE y varias ex repúblicas soviéticas ha desembocado en una oferta para firmar acuerdos de asociación, considerados la antesala de una candidatura de adhesión al club. La iniciativa ha desatado las iras de Moscú, que ha recurrido a las amenazas políticas y represalias comerciales para tratar de mantenerlas dentro de su esfera de influencia, tentándolas con una unión aduanera alternativa. Armenia se ha decantado finamente por Rusia, mientras Moldavia, Georgia y Ucrania confían en asociarse a la UE. Sólo los dos primeros tienen casi asegurado que podrán rubricar el acuerdo. “El tiempo apremia”, insiste Linkevicius.

Los mediadores de la UE, el expresidente polaco Alexander Kwasniewski y el expresidente de la Eurocámara Pat Cox, deben entregar un informe de situación en una semana para que los ministros europeos tomen una decisión el día 18, aunque no debe descartarse que el asunto llegue abierto a la cita en Vilna. Angela Merkel, François Hollande y David Cameron, entre otros, han confirmado su presencia.

9-XI-13, B. Navarro, lavanguardia

La decisión más importante que aguarda a la Unión Europea en este momento es la de firmar o no un acuerdo de asociación con Ucrania en la cumbre de la UE en Vilna que tendrá lugar los días 28 y 29 de este mes. La cuestión depende de que el presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, cumpla una condición esencial: conceder indulto a la ex primera ministra y hoy presa política Yulia Timoshenko.

El acuerdo de asociación, que abarca unas 1.200 páginas, supondría la eliminación de casi todos los aranceles que aplica la Unión Europea a los productos ucranianos, hecho que, según se estima, puede suponer un incremento del 12% en el PIB del país a largo plazo. También daría inicio a un plan de reformas políticas, económicas y jurídicas en Ucrania, con el apoyo de unos sesenta organismos públicos de los países miembros de la Unión Europea.

Si bien el acuerdo de asociación no implica pertenencia automática a la Unión Europea, es un paso importante en esa dirección. Según el tratado de Roma, Ucrania, al ser un país europeo, puede pedir su incorporación a la Unión. Pero, antes, debe satisfacer los Criterios de Copenhague, establecidos en 1993, que estipulan las condiciones básicas de ingreso.

Para cumplir los Criterios de Copenhague, un país debe poseer “instituciones estables que garanticen la democracia, el Estado de derecho, el respeto de los derechos humanos y el respeto y protección de las minorías”; garantizar la existencia de una “economía de mercado viable, así como la capacidad de hacer frente a la presión competitiva y las fuerzas del mercado”; y tener suficiente “capacidad institucional y administrativa” para adoptar y hacer cumplir la legislación de la Unión Europea y “asumir las obligaciones que se derivan de la adhesión”. Aunque a Ucrania le falta recorrer mucho camino para satisfacer estos criterios, la firma de un acuerdo de asociación facilitaría las conversaciones para el ingreso y al mismo tiempo crearía enormes oportunidades económicas.

La otra alternativa que tiene Ucrania es integrarse a una unión aduanera dominada por Rusia y que incluye a Bielorrusia y Kazajistán. Esto le obligaría a duplicar los aranceles de importación sobre los bienes de la Unión Europea, lo que supondría un costo anual equivalente al 4% del PIB. Pero esta unión aduanera no garantiza el libre comercio entre los miembros (Rusia ya aplica sanciones comerciales a Bielorrusia y Kazajistán) y parece más bien una aventura neoimperialista rusa.

No es extraño, entonces, que Yanukóvich se declare partidario del acuerdo de asociación con la Unión Europea. Y es posible que su futuro político dependa de este proyecto: tanto sus asesores como algunas encuestas de opinión recientes sugieren que si no logra firmar el acuerdo, perderá la elección presidencial de marzo del 2015.

La matemática electoral es sencilla. Un 40% de los ucranianos (sobre todo, residentes de las áreas al este y sur del país que conforman el bastión electoral de Yanukóvich) prefieren la unión aduanera con Rusia, pero el 60% de los votantes consideran que el futuro de Ucrania está en la Unión Europea. Incluso suponiendo un amplio fraude electoral (algo que ciertamente no le ganaría el favor de Bruselas), Yanukóvich tendría serios problemas para alcanzar la mayoría.

Y no se trata solamente de atraer a los votantes indecisos. La poderosa oligarquía ucraniana se inclina por hacer negocios con el Oeste más que con el Este. Muchos están hartos de la imposición arbitraria de trabas comerciales en los mercados de la ex Unión Soviética (que afectan a todo tipo de bienes, desde chocolate a caños de acero). A los mercados de la Unión Europea, en cambio, se los ve más grandes y también más seguros.

Las presiones de Moscú han sido toque de atención para Kíev. La breve guerra comercial que desató Rusia en agosto convenció a Yanukóvich de la conveniencia de comprometerse a cumplir las once condiciones legales y políticas de la Unión Europea, lo que obligará a Ucrania a modernizar el sistema judicial y policial y asegurar un mayor respeto de los principios democráticos. En este momento, el Parlamento estudia quince proyectos de ley que van en ese sentido, todos ellos con pleno apoyo de los principales partidos de la oposición.

Pero hay una demanda de la Unión Europea que no será tan fácil de cumplir: el indulto a Timoshenko, que en el año 2010 perdió por escaso margen la elección presidencial. Timoshenko fue arrestada en el 2011 y, tras lo que en opinión de muchos fue una farsa judicial, recibió una condena a siete años de prisión, acusada de “abuso de poder” (aunque sin beneficio personal) en relación con la firma de un contrato de provisión de gas natural con Rusia en el año 2009.

En un intento de hallar una solución al problema, la Unión Europea designó una comisión mediadora que incluye al expresidente de Polonia, Alexander Kwasniewski, y al expresidente del Parlamento Europeo, Pat Cox. La comisión propuso que Yanukóvich indulte a Timoshenko y que se le permita viajar a Alemania para recibir tratamiento médico.

Timoshenko aceptó el trato, pero Yanukóvich no; en vez de indultar a Timoshenko, prefiere que sea el Parlamento el que apruebe una ley que autorice a su rival a viajar a Alemania para recibir tratamiento, pero con la condición de que si regresa a Ucrania continuará detenida.

La Unión Europea considera que esas condiciones son inaceptables. Consentir la condena política a Timoshenko atentaría desde la misma base contra los principios jurídicos y democráticos que la Unión Europea aspira a representar. Cualquier reforma jurídica que luego introdujera Ucrania parecería vacía.

Algunos dicen que la Unión Europea debería flexibilizar sus condiciones: la situación de una única persona, por más importante que sea, no debería interponerse ante el futuro de Ucrania. Pero, lejos de ser un caso aislado, la situación de Timoshenko es sintomática de algo más serio. Ahora mismo, Yanukóvich pretende una modificación de las normas impositivas del país para impedir que el popular campeón de boxeo Vitali Klitschko, exresidente en Alemania, se presente al cargo de presidente. La corrupción y la falta de legalidad que caracterizan a la Ucrania de Yanukóvich deberían ser motivos suficientes para que la Unión Europea se remita tanto a la letra como al espíritu de sus condiciones.

El tiempo juega en contra de Yanukóvich. El Consejo de Ministros europeo tiene hasta el 18 de noviembre para tomar la decisión final. Si para entonces Yanukóvich no ha amnistiado a Timoshenko, la Unión Europea podría (como ha sugerido el eurodiputado polaco Jacek Saryusz Wolski) esperar a que en Ucrania haya un presidente dispuesto a defender los valores de la Unión Europea. En ese caso, será Yanukóvich el que se interponga ante el futuro de Ucrania .

8-XI-13, Anders Aslund, lavanguardia