España cañí -136: galletitas para las caquitas (y diarrea civil)

Hace unos días, periódicos y televisiones se hacían eco del nuevo pipicán electrónico y ecológico inaugurado en Molins de Rei. El tema, en principio, no merece más atención de la que ya recibió, pero si decidimos sacarlo a colación de nuevo es porque resulta muy útil para señalar un par de cosas que nos parecen importantes, tanto en lo referente al (sobre) diseño como al (in)civismo. El invento de Molins de Rei (de momento es un modelo piloto sin coste para el Ayuntamiento) se llama e-can y consiste en un excusado para perros que premia a sus usuarios cuadrúpedos con una galleta. Se supone que, de este modo (y según dicta el conductismo pavloviano), el animal adquirirá el hábito de hacer sus necesidades donde toca. Pues bien, con todo el cariño hacia los jóvenes impulsores del proyecto, el invento nos parece muy pero que muy pillado por los pelos. Desde nuestro punto de vista, el e-can es un claro ejemplo de sobrediseño, algo que no encaja en los tiempos que corren. Para empezar, no acabamos de entender por qué demonios no pueden ser los mismos propietarios los que traigan (junto con la bolsa de plástico y demás equipamiento perruno reglamentario) la galletita para premiar a su mascota. Y no es que queramos hacer demagogia barata, pero… ¿un dispensador de premios para perros justo cuando se están reduciendo becas comedor? ¿Va en serio?

Los medios nos informan sobre otra noticia: nuestros amigos peludos ¡van a poder viajar en el metro de Barcelona! Que conste que la iniciativa nos parece estupenda y se ajusta a lo que ya sucede en otras ciudades europeas. De hecho, abogamos por hacerla extensiva a gatos, hurones, iguanas, serpientes y loros (bueno, no, retiramos los tres últimos…). Pero no podemos dejar de pensar en los posibles accidentes derivados de las contingencias fisiológicas de los nuevos viajeros ni, sobre todo, en la falta de escrúpulos de muchos de sus propietarios. ¿O es que tal vez piensan instalar un e-can en cada estación? No hay duda de que, juntas o por separado, las iniciativas de Molins de Rei y Barcelona invitan a la broma fácil; pero lo cierto es que en ambas resuena una problemática muy real: la convivencia de personas y perros en la ciudad. Sólo hace falta pasearse por algunos parques de Barcelona para comprobar que algo no funciona. Pero la solución al problema, por supuesto, no pasa por sofisticar tecnológicamente los pipicanes, por subvencionar premios para perros ni por liberalizar el uso del transporte público a cualquier tipo de mamífero. La armoniosa convivencia entre humanos y animales pasa, simplemente, por aplicar el sentido común y las normas más esenciales de educación y civismo. En este sentido, tal vez sería más útil repartir galletitas entre aquellos propietarios de perros sin miramientos que, tras reformarse, decidan empezar a hacer las cosas como toca.

4-XI-13, www.fad.cat, lavanguardia