la homofobia, bandera recurrente de los neofascismos europeos

Rusia exigió ayer que el Gobierno polaco le pidiera disculpas por permitir que turbas de ultranacionalistas atacaran el lunes la embajada rusa en Varsovia, escalando la verja, tirando botellas y piedras al recinto e incendiando la cabina de vigilancia policial a la entrada. El Kremlin exige castigo a los culpables, compensación por los daños y garantías de que incidentes semejantes no vuelvan a repetirse.

De hecho el Gobierno polaco no esperó a la reacción rusa. El primer ministro, Donald Tusk, condenó los “inaceptables” actos de violencia y declaró que le “avergonzaban”, sobre todo porque ocurrieron el día del 95.º aniversario de la recuperación de la independencia nacional.

Grupos de ultras descontrolados y enmascarados abandonaron la columna de manifestantes que marchaba por las calles y atacaron un edificio ocupado por militantes de izquierda, agrediendo a los policías, prendiendo fuego a un arco de flores que era signo público de tolerancia, incendiando coches aparcados y atacando la embajada rusa. La muchedumbre gritaba: “¡Polonia está en manos de izquierdistas y maricones!”, “¡A las hordas rojas, dales con la hoz y el martillo!”. Tras choques en los que la policía usó balas de goma y gas pimienta, unos setenta violentos fueron detenidos y una docena de policías resultaron heridos.

Las manifestaciones de ultranacionalistas, mezclados con bandas de hinchas de fútbol, cabezas rapadas, fascistas y extremistas de diversa índole, en su mayoría jóvenes, se han convertido en los últimos años en algo más que un problema de orden público. Alentados e instigados por la oposición nacionalcatólica del partido Ley y Justicia (PiS), que vio en el extremismo fascistoide un aliado natural en su rechazo al Gobierno liberal –al que no sólo niegan legitimidad democrática, sino al que acusan de perpetrar un atentado terrorista contra el avión con el presidente de la República a bordo, hace tres años–, mezclan el antisemitismo, el antieuropeísmo y el anticomunismo trasnochado con un vehemente rechazo a los homosexuales y la demanda de una revolución nacionalista para instaurar una “Polonia para los polacos”.

Jaroslaw Kaczynski, líder de la oposición y hermano gemelo del presidente muerto en el accidente aéreo, niega que Polonia sea independiente, la califica de “condominio ruso-alemán” y denuncia conspiraciones para convertirla en colonia de fuerzas oscuras. Su explícito modelo es el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, denunciado en la UE por autoritario, nacionalista e irrespetuoso con las normas europeas.

Las manifestaciones ultras se han convertido en alternativa a los festejos oficiales. El domingo hubo en Varsovia un desfile presidido por el presidente Bronislaw Komorowski y una carrera callejera en la que participó el jefe del Gobierno, Tusk. Los nacionalcatólicos, que boicotean el aniversario oficial, conmemoraron la independencia en Cracovia, al pie del castillo real de Wawel, donde está enterrado el difunto presidente Lech Kaczynski, a quien veneran como mártir.

13-XI-13, M. Stasinski, lavanguardia