España cañí -137: el delirio regulador gubernamental llega a... las aceiteras

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Lo leíamos en este mismo periódico antes del paréntesis veraniego: el Gobierno todavía contempla la posibilidad de aplicar un real decreto para prohibir el uso de aceiteras rellenables en bares y restaurantes. Una medida, por cierto, que el Comisario de Agricultura Europeo, Dacian Ciolos, desestimó ya en el mes de mayo. El resurgimiento de la polémica vino a coincidir con la triste desaparición de Rafael Marquina, autor, entre muchos otros diseños célebres, de la emblemática (e imitadísima) aceitera antigoteo broc corb.

Pocos días después, Ramon Folch dedicaba un artículo a este hito del diseño industrial y lo definía acertadamente como un ejemplo paradigmático de “ecodiseño avant la lettre” ( Marquina y el ecodiseño. El Periódico, 29/VI/13). Y es que, tal como explicaba Folch y como ya hemos dicho más de una vez aquí, ecodiseño y buen diseño sólo pueden ser considerados como una sola y misma cosa. Es desde este punto de vista que nos parece que debería abordarse este asunto de las aceiteras que, de repente, atormenta tanto al Ministerio de Agricultura.

Lo que propone el Ministerio es sustituir las aceiteras por envases individuales precintados de usar y tirar para, dicen, garantizar la calidad del aceite que se sirve en las mesas de los establecimientos de restauración (curiosamente nada se dice sobre el aceite que se emplea para cocinar, o sobre el vinagre, o sobre el vino…). La propuesta ha encendido los ánimos de restauradores y pequeños productores de aceite (muchos de ellos excelentes), que deberán asumir un importante sobrecoste si la medida entra finalmente en vigor. Completamente ajena a la presunción de inocencia, la ley no sólo hará pagar a justos por pecadores sino que, con toda probabilidad, erradicará de las mesas algunos de los mejores aceites que un cliente podría desear. Pero dejando de lado sus múltiples aspectos contradictorios y arbitrarios, la ley es también un despropósito en materia de sostenibilidad. ¿Realmente no existe una forma alternativa para controlar la calidad del aceite que no implique un aumento masivo de desperdicios en forma de envases no reutilizables? ¿No sería mucho más fácil, coherente y económico para todos que los inspectores de sanidad incluyeran el control del aceite entre sus funciones? ¿Acaso no lo hacían ya? Por otro lado, sorprende que un Gobierno tan concienciado en materia de alimentación como este no se preocupe, por ejemplo, de fomentar un envasado de los alimentos que permita evitar el despilfarro de toneladas de comida (más de ocho millones al año, sólo en España, según datos recientes). La, muy a menudo, aberrante relación cantidad-precio del envasado en pequeñas raciones o el envasado excesivo o innecesario de algunos alimentos nos parecen asuntos mucho más urgentes e importantes que todo este lío de las aceiteras.

9-IX-13, www.fad.cat, lavanguardia